martes, 18 de septiembre de 2012

Y apenas dimitió Esperanza Aguirre, el mundo ya era más bonito

Un pobre puede tener un teléfono móvil con sistema Android, algo que sucede en número de millones en España, pero eso sólo ahondará en su pobreza, la pobreza que no es algo donde se incrusta el pobre, sino que es el pobre el que lleva incrustada su pobreza, y nunca se librará de ella -la pobreza sólo se cura con educación. Las condesas consortes pueden jugar a la política y decidir y decir al pobre cómo debe vivir, decirle qué es lo mejor para él, pero nada hay en realidad que pueda librar al pobre de su pobreza, menos incluso el dinero, porque la pobreza no es falta de dinero, sino falta, ignorancia de la cultura, y la cultura, otra vez, no consiste en tener dinero, en ir más o menos al cine y al teatro, la cultura es la supradimensión del ser humano, y tanta menos cultura tiene un hombre cuanto más alejado vive de sí mismo, y tanto más se aleja cuanto más confía en lo que le dicen quienes lo malgobiernan. Los pobres nunca debieron votar a las condesas consortes, los pobres nunca debieron escuchar a quienes les dicen que son pobres porque se han esforzado poco, pues quienes así les hablan no se han esforzado nunca, y ni hay que servir a quien sirvió ni hay que servir a quienes creen que unos han nacido para eso, y otros para que les traigan el plato a la mesa. Nunca debieron los pobres votar a quienes lo han tenido todo siempre, por muy tópico que suene este haberlo tenido todo. En España al menos, la derecha política nunca ha sido culturalmente más rica que la izquierda, al contrario; en España al menos, la derecha política nunca ha podido ofrecer una imagen de distinción o decoro, la imagen de una cultura a imitar, algo que supusiera la envidia de los pobres. En España, la derecha sólo ha tenido dinero, como lo quiere el pobre. La derecha no tiene nada que ofrecer a los pobres, aunque necesita sus votos, millones de votos; la derecha no comprende el mundo en que vive el pobre, aunque éste posea un teléfono móvil con Android, pero la derecha sabe que una pésima educación garantiza su pobreza, porque la derecha teme más que nada al ciudadano, y donde hay un ciudadano es imposible que se incruste la derecha. Los años de gobierno de Esperanza Aguirre en Madrid han servido, efectivamente, para consolidar las instituciones de la pobreza. Los pobres nunca debieron votar a la condesa consorte, porque cuando un ignorante se pone al frente de los asuntos de una comunidad humana, su elección y reelección por parte de otros que tampoco saben mucho más sólo conducirá a la perdición de todos ellos. El asunto de Eurovegas, última hazaña de la condesa consorte antes de tocar a retirada, resume su trayectoria bajo el más pesimista de los diagnósticos: los pobres, satisfechos de su pobreza, discuten sobre si se podrá fumar o no en un casino. No creo que la política pueda fracasar más de lo que ya se ha visto en Madrid. Lamento, tras la dimisión de la nefasta y a veces siniestra presidenta de la Comunidad de Madrid, que la victoria lograda para quienes hemos sufrido su mala gestión nos la haya ofrecido una enfermedad, quizá, no obstante, el reencuentro para Esperanza Aguirre con la utópica igualdad entre los hombres; mil veces hubiese preferido yo que la expulsase de la política, un juego demasiado complicado, como la sociedad, al antojo de una mente tan simple, el resultado de las urnas ya en la primera elección, que mucho nos habría ahorrado, incluido el dinero. Para el futuro, alguien querrá alguna vez buscar de qué manera progresó la sociedad madrileña, o la española, durante el gobierno de la condesa y nada podrá decir más que se inauguraron campos de golf y estaciones de metro, nada que de verdad merezca el recuerdo. Apenas dimitió la condesa, el mundo ya era más bonito; ahora sólo resta que los pobres no cometan el mismo error -que los pobres voten a quienes tienen cuatro o seis casas, pero buscan y desean lo mejor para ellos, y saben cómo unos y otros habrán de lograrlo. Otra vez, no, por favor.


Yvs Jacob