domingo, 20 de noviembre de 2011

¡Todos a votar, coño!

Escribió Karl R. Popper que sólo existen dos formas de gobierno: tiranía y democracia. Se caracteriza la democracia por la posibilidad de deponer a los gobernantes de manera pacífica, lo que significa que en una democracia estrictamente formal, como la española, una democracia en la que, al menos, la forma sí se respeta, en la cual no se viola, pues, la reglamentación que observa la legitimidad de los procesos electorales, unas elecciones no se ganan ni se pierdan hasta que el recuento de votos no se ha cerrado. Es una obligación ciudadana acudir a las urnas, y quien se queda en casa es merecedor del mayor castigo que sus gobernantes, con sus pésimas decisiones, puedan darle.
Observaba también Popper que se dan dentro de la democracia tendencias antidemocráticas. En el siempre terrible y ridículo caso español, no pueden ser más obvias las tendencias antidemocráticas de la derecha política y del "Carajillo Party", manifiestas en sus declaraciones y actitudes, por todos los españoles de bien conocidas: votar a la izquierda es inmoral y contrario a la razón -y a Dios-; si gana la izquierda, hay que socavar la legitimidad de su victoria y convocar elecciones a la mayor brevedad posible; las leyes promulgadas y aprobadas por un Parlamento estatal pueden ser ignoradas por una demarcación administrativa que representa al Estado, pero que es gobernada por un partido de signo contrario... Todos estos males reales laten dentro de la democracia española porque hay partidos menos demócratas -lo prefiero a "democrático", lo que ningún partido es- que otros, hay partidos que sólo persiguen el amparo de la ley para burlar la ley, partidos que sólo entienden el gobierno como exhibición del poder, un gobierno y un poder vacíos, frente a quienes buscan satisfacer los intereses de todos los ciudadanos -¡gobernar para todos! No es difícil reconocer quién es quién y qué es qué en la democracia española.
Por último, advertía Popper de quienes buscan la felicidad para sus gobernados, peligrosísima tentación que conduce al autoritarismo, a la coacción mediante una fuerza que deviene provocación y agresividad institucional. La derecha española, inagotablemente analfabeta, aplaudió la preocupación del líder del partido mayoritario de la ideología conservadora respecto de la felicidad de los españoles, ¡menudo error! No tardó mucho una de sus portavoces afectada de inquietantes patologías en desafiar a las calles, una llamada inaudita a la conflictividad social y al caos.
Que cada cual busque ser feliz a su manera, pero líbrenos la razón de quienes buscan imponer a una sociedad su concepto de felicidad, la historia ya ha mostrado que siempre se acompaña tanta buena fe de trágicas consecuencias para creyentes y no creyentes.
Hasta el último voto no habrá un ganador... ¡todos a votar!


Yvs Jacob