martes, 2 de febrero de 2010

De Azúa se ventila el Premio Bruguera de Novela

¡Y con dos cojones!
Mal va la literatura española cuando sus premios se resuelven con un jurado unipersonal. Vaya por delante que uno solo, un solo juicio, no es jurado, y que dentro de la opinión, lo que uno solo piensa, o juzga, queda siempre por debajo de aquello que piense un conjunto, por muchos imbéciles que contenga, puesto que esa opinión, cuando es compartida, informa acerca de muchos, de tantos como tenga el grupo, mientras que la opinión individual apenas lo hace de la vanidad de ése que juzga. Pero no quiero criticar a quienes organizan el premio ni a su jurado, sino manifestar, precisamente, mi solidaridad, ¡y mi envidia!
Yo también he sido lector de algunos premios, aunque no jurado; el lector es quien se bate con el polvo de los manuscritos antes de que el jurado asista con su elegancia a la lectura de los distintos informes de las obras preseleccionadas. Personalmente, siempre que leo para algún premio siento ganas de arrancarme los ojos del alma, el oído sagrado donde la palabra se muestra en incesante musicalidad... He llegado a leer cosas tan malas que cerca ha estado el llanto de herirme los párpados apolíneos... Ahora bien, como lector, siempre me ha correspondido un cupo de obras, lo cual significa que no fueran más de treinta los informes que redactara para los jurados selectos y pluripersonales. Pero he leído en la prensa una noticia tan perversa en la ignorancia de su redacción que no daba a entender sino que De Azúa había digerido más de trescientos manuscritos, que incluso cuando él escribe con mucho humor y yo lo tengo por maestro, la cantidad supera por completo la decencia de su propósito unipersonal y lo encumbra hacia lo divino, no en vano se llama Félix.
Creo que hemos entrado definitivamente en la era de la ingratitud para con la razón, una era que canta la victoria de los eunucos de voz caprichosa y sin atributos en la dirección de la antigua virilidad; hemos entrado, además, en barrena, y no hay nada ya que nos pare en esta desintegración del pensamiento.


Yvs Jacob