sábado, 21 de abril de 2012

Actualidad de Montesquieu

En una edad de mala literatura como es la actual, una edad en que todo arte ha sido cancelado por los decisionarios que conducen los distintos premios al mérito inexistente, una edad donde el libro ha alcanzado un valor, desde su proceso de producción hasta su consideracion cultural, en nada diferente al de una lata, no ya Campbell, sino de mejillones, cuando el lector sufre el agotamiento de no hallar ninguna singularidad en la miseria de un escritor checo, lituano o libanés, conviene, para entender mejor el propio mundo, regresar a esos otros, a los que se llama clásicos, en busca de la sabiduría humana, que una vez existió, aunque hace ya tanto tiempo...
Cualquier obra actual ahora mismo sobre la mesa que no sea un ensayo, arrójese por la ventana; seguramente, será así mucho más entretenida.
Sin reconocer su autoría, el barón de Montesquieu publicó las Lettres persanes en Amsterdam, tierra de libertad, al haberse descubierto en Holanda el vínculo entre la ambición y el esfuerzo del individuo, o lo que es igual, que hay supersticiones que conducen al inmovilismo, al sancionar que todo está mal o es malo, y otras que saben sacar provecho del mal para convertirlo en lo único bueno: hacer dinero y vivir para hacer mucho más. La obra es inmortal y se lee todavía hoy con una sonrisa, y aunque publicada en 1721, no podría tener más actualidad. Tres pasos de genialidad.
Conversación de dos ancianas (Lettre LIX): "Il faut avouer, disait une d'entre elles, que les hommes d'aujourd'hui sont bien différents de ceux que nous voyions dans notre jeunesse", y si los hombres de 1714 ya no eran como los de antes, bien se explican muchas cosas que han sucedido y todavía suceden... después.
Aparece aquí una definición perfecta de lo que significa traicionar a la patria, al modo como se entiende, por ejemplo, que hacía Josemari cada vez que le ponían junto al bigote una alcachofa (Lettre CXXVII), cuando gobernaba una cierta izquierda: "Il était accusé d'un grand crime: c'était d'avoir calomnié la Nation... forfait qui, selon moi, mérite mille morts", y tampoco estaría mal la cadena perpetua revisable.
Pero si tuviese que aprovechar esta obra para arrojar alguna luz sobre el tiempo presente, sin duda es la Lettre XCVIII la más preciada de todas. Dice Montesquieu: "On ne trouve pas tous les jours des ministres disposés à faire rire le Peuple". Bien, quizá en Francia no, ni en el siglo XVIII, pero en España lo pasamos en grande con los nuestros, un día sí, y el otro, también. Esta samana, sin proponer a la memoria el menor desafío, hemos disfrutado de dos zarzuelillas la mar de frescas. Apenas conocida la decisión de la reina de la laca argentina de nacionalizar YPF se abre el telón en España y aparecen dos ministros y un figurante calvo al que la graciosa política ha resuelto el problema de los garbanzos con un carguito. Uno de los ministros ofrece la posición del Gobierno de la nación, y el segundo ministro repite, palabra por palabra, lo dicho por el anterior. El figurante calvo al que la graciosa política ha resuelto el problema de los garbanzos con un carguito se queda como está. Se cierra el telón. En sus casas, los españoles se tiran al suelo de tanto reír; se revuelcan, se arrastran... ¡viva el Gobierno de la nación! Tres días después, se abre de nuevo el talón y aparece una ministra recién salida de un salón de bronceado; intenta compartir con los ciudadanos yo no sé qué cosa, pero sin conseguir que nadie, ni ella misma, se entere de nada, y cuando se refiere a aquellos parados que no perciben ninguna prestación por desempleo, a la ministra le entra la risa, le entra la risa, claro, porque seguro que hay muchos de esos pobres desgraciados que han votado a su partido. A quienes ven a la ministra hacer el ridículo también les entra la risa, y entre unos y otros, ¡hay que ver lo bien que lo pasamos! El país a punto de caer en un rollito de primavera chino, ¡y hay que ver lo bien que lo pasamos! ¡Qué risa nos dan los miserables, ya sean pobres de verdad o ministros!
En algún otro paso, Montesquieu se pone un poquito insolente: ¡pues no dice de los españoles ya en 1715 que son los "invincibles ennemis du travail" (Lettre LXXVIII)!
¡Es que son ganas de hacer daño!
Nadie nos comprende... Pero ya han llegado los liberales y nos van a poner a todos a trabajar. Por el momento, nos llevan a todos al paro, pero después... ya se verá, ya se verá que habrá servido para algo, que van a trabajar hasta los niños, como se hacía antes. No preocuparse que llegaron los liberales.


Yvs Jacob