domingo, 13 de noviembre de 2011

Guía para ganar las elecciones generales legislativas de 2011 (¿Qué demonios es un indeciso?)

Ante unas elecciones políticas, un indeciso es igual que un votante en tanto que fumador, es decir, un disparate. Ya hemos visto al PP intentando tomar el pelo a los trabajadores, a los pensionistas y, cuesta creerlo, ahora también a los fumadores. Nadie en su sano juicio comprende que se pueda "hacer política" para los fumadores. A menudo se recuerda a los políticos que no se puede modificar la ley al gusto de las víctimas de todas las desgracias que tienen lugar dentro de una sociedad; no obstante, una sociedad tiene que dotarse de todos los medios racionales y prácticos para su defensa, pero ¡ojo con las seducciones de la violencia! Si no se puede hacer una legislación al gusto de las víctimas del terrorismo, por ejemplo, menos aún se puede adaptar toda una sociedad a un grupo a todas luces apolítico: los fumadores. Insisto, esto es un disparate mayúsculo, y quien vota al PP con la esperanza de que podría derogar la ley antitabaco vigente, es, en su sentido peyorativo, un retrasado mental.
Un indeciso duda, obviamente, pero no son tantas las opciones sobre las que dudar, como se teme el indeciso. En su mayoría, los indecisos son posibles votantes de la izquierda, porque a los de la derecha no nacionalista los ha dotado la superstición de un extraordinario sentido de la defensa, incluso cuando votan engañados y a un engaño. La izquierda actual, como la izquierda de siempre, se fragmenta, se especializa, al contrario de lo que sucede en la derecha, que se aglutina, si bien, por su irracionalismo, mejor sería decir que "la derecha se apelotona". Es precisamente un pelotón de la derecha el que podría obtener una mayoría absoluta como los indecisos proclives a la izquierda no se aclaren en pocos días. La izquierda encuentra en la fragmentación idéntica satisfacción a la que encuentra la derecha en su apelotonamiento. Para la izquierda, un partido, cuanto más mayoritario, peor defiende todos y cada uno de sus valores. La izquierda impulsa los derechos humanos, es tolerante, es ecológica, es feminista, es partidaria del federalismo, a lo que cabría llamar, con más precisión, "pervivencia y desarrollo de las singularidades"... Sin embargo, en el mundo del dinero, una vez en el gobierno, un partido mayoritario de izquierdas que represente a una nación o Estado en un club, como la UE, no puede satisfacer ampliamente a todas sus sensibilidades, y esto decepciona a los votantes más comprometidos o especializados.
La derecha apelotonada lo tiene más fácil: derechos humanos, sí, pero revisemos la cadena perpetua y hasta la pena de muerte; no obstante, ecología, feminismo, derechos sociales... ¿qué es todo esto? No es de extrañar que desde la derecha se juzgue a sus adversarios ideológicos como "gilipollas", y la verdad es que la proliferación de partidos inspirados por el buen rollo produce una tierna desesperación. En la derecha lo ven claro: "se acercan las elecciones, y estos gilipollas, en lugar de sumar para defender sus posiciones, se dividen, se fragmentan". Sí, una tierna desesperación con alto índice de agilipollamiento.
Todo está a punto de repetirse, de retornar. Pedía Gaspar Llamazares que vote a IU todo aquel que así lo desee, que vote a IU quien de verdad siente que debe hacerlo, y que no se caiga en lo que ha venido a llamarse desafortunadamente "voto útil". El voto útil es para los partidos muy minoritarios como aquello de la suerte de la fea: un partido mayoritario de izquierdas puede no hacer todo cuanto se espera de él, pero necesita los votos mucho más que los partidos de las más bellas ideas, porque éstos sí que no pueden lograr absolutamente nada, al menos no mientras el enemigo principal, un pantagruélico partido de derechas, no vea disminuido el número de sus ovejas bobas. Todo esto ya lo decía Platón en sus críticas a la democracia: la disgregación del voto conduce a la tiranía o al caos.
De manera burda, lo que (se) cuenta en democracia es el voto, y según el principio de la mayoría, no importa cuántos fragmentos de la izquierda obtengan representación en la Cámara cuando ni suman nada ni tienen opciones de practicar ninguna oposición.
La cosa no puede estar más clara: o ganamos todos o perdemos, pero un escaño más para IU, UPyD, ERC, BNG, o uno inaugural para Equo, no contribuirá a mejorar en lo más mínimo la situación política y económica de España.


Fullero y Tocomocho para Basuragurú