miércoles, 9 de diciembre de 2009

El pacifismo no gana batallas. Marruecos humilla a España

De nuevo, a muchos españoles benditos habrá sorprendido que Marruecos, un país cuya actividad más relevante es el suministro a Occidente de aceites y polvos para la desintegración del alma, ponga su sandalia en el cuello de nuestra querida Hispania, y que ésta no pueda articular movimiento alguno para zafarse de la pestilente captora. A muchos españoles sorprende que no haya opciones para devolver a Marruecos la bofetada y salir además victorioso el Estado español. Llama poderosamente la atención, al menos a quienes vivimos en ciudades populosamente rebosantes de inmigrantes, que la rica (?) España, tierra de acogida de tantos pobres que huyen de la miseria, sea compensada en su esfuerzo humanitario (?) por el desprecio marroquí. Pero lo cierto es que Occidente se ha convertido para los inmigrantes y para sus descendientes en el espacio de la libertad, pero sólo en el espacio donde deambular con ella, en un mundo en el cual no parecen tener sitio. A los países de origen no parece importarles mucho, si bien reciben parte del dinero que circula por Europa -esa desgracia de Occidente no la contemplan como su problema-. La desfalleciente masturbación a propósito de la inmigración debería reflexionar en cuanto a las mentiras que se están contando a la ciudadanía con relación al gozoso "multiculturalismo", y el "No" a los minaretes en Suiza debería aceptarse en su significación precisa: "nos equivocamos al creer que el colonialismo podía camuflarse bajo la sábana de la culturización y ahora estamos poniendo remedio a nuestros errores".
Mi respeto por el presidente Rodríguez Zapatero se debe especialmente a su actitud de no agresión, algo raro en Occidente. Ahora bien, las actitudes no enérgicas suelen ser abusadas; nadie respeta a quien sólo pretende vivir en paz, y sólo si la punta de la espada asoma primero, la justicia llega después.
Imagino que el pensamiento conservador español, el arrogante y violento pensamiento conservador español, conoce los mejores modos de resolver el conflicto abierto tras el aterrizaje de Aminetu Haidar; y si los métodos son violentos, ¿quién no los conoce? Sin embargo, la historia ha demostrado que hay batallas que no se ganan con la diplomacia ni con los ejércitos, y si España está mostrando que es en realidad una nación mucho más débil de lo que sus ciudadanos son capaces de aceptar, conviene no hacer llamadas a la neurosis colectiva y persistir en la línea de las buenas intenciones para evitar consecuencias peores.
Los benditos españoles que habían hinchado el pecho con el Partido Popular y su espíritu aguerrido comprenderán ahora que España no es ninguna de las potencias amigas con las que había formado pandilla; no obstante, que Marruecos sea su medida no deja de invitar a la tristeza.


Yvs Jacob

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