lunes, 30 de noviembre de 2009

Ya no hay sitio en el PSOE para el PSC

Es un hecho consumado que a la tumba de la política -la oposición- no llegará el Gobierno de Rodríguez Zapatero por la crisis económica, sino por el capricho de la ficción: el Estatut de Catalunya. Sobre el Estatut hay que decir que nadie, dentro o fuera de Catalunya, sabe qué significa ni conoce su necesidad. Fuera de Catalunya nadie comprende la viabilidad de otorgar más poder a una Comunidad Autónoma que cuenta con todas las competencias que posibilitan el equilibrio dentro del Estado democrático; léase entre sus habitantes, de verdad lo más importante. Dentro de Catalunya, la ciudadanía está siendo tan brutalmente manipulada que hasta algunos periodistas catalanes cuyos defectos eran soportables -el caso de Àngels Barceló- han caído en la trampa de los catalanistas, y donde antes podía apreciarse una exageración propia del nacionalismo, ahora sólo ven el reestablecimiento de la justicia, como si lo justo fuera algo que nada más unos pocos pueden decidir, como si en realidad se tratase de suspender la identidad nacional catalana por un momento para que la verdad inmaculada apareciese, una verdad que, según dicen los defensores de esta justicia, estaría del lado de los sabios de Catalunya.
Por otra parte, el PSC ha torpedeado por completo al PSOE, partido que dirige un pobre ingenuo, y el resultado será la victoria en las próximas elecciones autonómicas catalanas de CiU, y en las generales, del Partido Popular. Entonces todo volverá a su cauce: en Catalunya, al recio nacionalismo soterrado, al cual el Partido Popular no se opondrá con agallas siempre y cuando la economía funcione bien, y en toda España triunfará el odio en su versión 3.0.
El PSC ha cometido el error de imitar a sus adversarios e ir más lejos, el error de pensar como su oposición: tras décadas de Gobierno nacionalista, la única opción era comer más butifarras que nadie para ganar las elecciones. Semejante actitud, que ha perdido la perspectiva más amplia, la del Gobierno de la nación, ha socavado la base que sostenía al nuevo PSOE, y ambos partidos quedarán apartados tras la extenuación que sufre el conjunto de la ciudadanía, a la que nunca se debe agotar con problemas excesivamente técnicos.
Queda el episodio de las amenazas del PSC. A la bondadosa generación que llevó a cabo la transición democrática, que no dudó en optar por una ley electoral que diera voz, a veces demasiada, a los partidos nacionalistas -minoritarios por razones obvias-, sucedió el ingenuo Rodríguez Zapatero; pero la generación que ya está en marcha no puede continuar siendo el cebo de mierda de quienes abusan de la paciencia de las buenas personas. La solución pasa por mostrarle la salida al PSC. Deliciosa paradoja: solos podemos más.


Yvs Jacob