martes, 17 de abril de 2012

Y el ministro Wert trajo la eficiencia a la educación

Préstese atención al siguiente mantra del neoliberalismo español (?): la gestión pública no es eficiente. Ahora pregúntese por la eficiencia en la educación: ¿qué es una educación eficiente? Digamos que aquella que obtiene los mejores rendimientos con los mejores medios bajo la observancia de los recursos óptimos. Ahora bien, existe alguna diferencia entre una planta de montaje industrial, por ejemplo, una de automóviles, y el trabajo en la educación. Parece obvio que la razón no repugna esa diferencia; pero hay unos que dicen que sí, por razón, y otros, por cojones, que no. ¿Podría aplicarse a ambas actividades el mismo concepto de eficiencia, la industria y la educación? ¿Se hace igual un coche que una persona? En una planta de montaje, el trabajo calculado para cien trabajadores no saldrá adelante ni antes ni mejor ni en mayor abundancia si se incorpora uno más; puede decirse que es un éxito de la racionalización del trabajo, aunque en este caso, un éxito de la razón sea, de alguna manera, un fracaso para el hombre. En un colegio, sin embargo, un profesional docente más, si se racionaliza el trabajo educativo, hace a la actividad mucho más eficiente; en un colegio, treinta alumnos separados en dos aulas aprenden mucho más y mejor que un solo grupo. Pero dice el ministro liberal Wert que esa proporción resulta en una mala gestión de los recursos. Y es que estos de la derecha en España no son más burros porque no pueden. ¿Pues no sugiere el ministro que lo principal aquí es el gasto, y no el beneficio o fin de la actividad, la educación, que se identifican, se confunden?
El ahora ministro de Educación ha sido, al parecer, profesor universitario, pero ya se ve que no tiene ni puta idea de las penurias que sufre un docente en la secundaria española. Porque el problema de la educación en España no es el perfil bajo de sus universidades, respecto de las que dominan el mercado de patentes, sino el desinterés institucional por la educación secundaria, olvidada siempre a su suerte, a pesar de las continuas reformas, y a la que se quiere aplicar un concepto equivocado de racionalización, que sólo busca su abaratamiento, y nunca su eficiencia. O lo que es igual: formar a los ciudadanos no interesa a nadie.
Tras conocer el modelo de eficiencia que el ministro quiere aplicar a la educación pública en España, yo he pensado inmediatamente en los pobres profesionales que se rompen la cabeza contra la pared en cualquier municipio de la periferia madrileña, donde la población inmigrante ha iniciado el proceso de integración tan progresista que se ha dado en llamar ghetto; he pensado inmediatamente en esos profesores que cuentan en las aulas con una materia cuasi-bárbara, satisfecha de su ignorancia, el poligonero, lo choni, y me he echado a llorar por solidaridad. A estos profesores, que ejercen antes de karatecas que de docentes, a estos hombres y mujeres bienintencionados un día se les anuncia que el grupo eficiente en la educación es siempre el grupo mayor, como se hacía antes, sólo que antes refería a un mundo donde la violencia y la superstición eran instrumentos del orden, y hoy vivimos una era de desmoralización en un mundo vulgar, homogéneo, huérfano de valores. A estos profesores se les anuncia que pueden lograr con casi cuarenta alumnos aquello que no consiguen con poco más de la mitad, y si esto es eficiencia, ¿de verdad necesitaba España un ministro catedrático?
A aquellos que votasteis al PP: ¡Olé, olé y olé!


Yvs Jacob


P. S.: No comenté en su momento la gracia del lema de la huelga general del 29-M, que intuyo fue obra de una persona llana, pero es que no se podía decir mejor, "Quieren acabar con todo". Y a eso van.