jueves, 28 de marzo de 2013

¿Interpretará Mariana Todorova a Samuel Barber en un teatro semivacío? Una orquesta no es un negocio

España no es, ni lo será jamás, un país normal. Cuando Aristóteles dijo aquello tan bonito de que todo tiende al bien, lo que no significa sino "a un fin", y que tal bien es la perfección en su realización, llegar a ser, realizar u objetivar su ser -lo que cada cosa es-, es posible que en los libros del pseudohistoriador o historicida César Vidal se afirme que por entonces también existían los españoles -y, por ende, si existían éstos será también necesario afirmar la existencia de los catalanes-, pero si Aristóteles pudo sostener tal principio metafísico, lo que no existía por el momento era el PP. Porque con el PP tal principio de la metafísica aristotélica se convierte en una ley de Murphy; a saber, lo que va mal terminará mucho peor. Y en ello estamos. Tras subir Mariano al balcón y decir aquella chorrada histórica -"yo mañana me voy a poner a trabajar"-, muchos españoles de los de ahora sentimos que el espíritu se nos contraía, porque ni entendimos entonces ni lo entendemos aún que dentro de la división natural en toda sociedad -por su naturaleza injusta-, una división entre quienes tienen mucho y saben servirse de todo cuanto existe para que el viento sople siempre a su favor y el resto, la amplia mayoría de torpes votantes nunca demasiado satisfechos de su infantilismo, corresponde a los primeros el privilegio en absoluto político de someter a su capricho a esa inmensa mayoría segundona, en lugar de gobernarse ésta de tal manera que buscase para todos aquellos que la componen el mayor beneficio en todos sus aspectos. Como en Madrid padecemos todos los desórdenes que el gobierno del PP ha introducido en la Comunidad desde 1995, tan pronto se confirmó que los "populares" ganaban también el gobierno de la nación yo empecé a temer por la integridad de las cosas que tenían para mí un gran valor social, y me pregunté en particular, y odio sentirme profeta, cuánto tiempo les llevaría a los nuevos gestores de la cosa pública resolver su aniquilación, y me pregunté cuánto tiempo de vida le restaba a la orquesta y al coro de RTVE, una pregunta, y deben creerme, que me asaltó de manera espontánea. Aparte de los solistas que entran y salen del "circuito", en la música culta no hay más de tres o cuatro formaciones que puedan ser entendidas como un negocio, un negocio muy rentable -la Koninklijk Concertgebouworkest (Real Orquesta del Concertgebouw) de Amsterdam, las inevitables Wiener und -jájaja- Berliner Philharmoniker y quizá la Chicago Symphony Orchestra... (no se busque en cada caso únicamente una razón discográfica, que sería parcial, se trata de instituciones culturales indiscutibles producto de una tradición musical extensa y respetada). El resto de las formaciones existentes en todas y cada unas de las capitales mundiales, capitales de provincias o de regiones y vinculadas de alguna manera a entes públicos -emisoras de radio regionales o estatales sobre todo-, no obstante sus abonados particulares, no son ni pueden ser un negocio, no se gestionan como tal, y su razón de ser es otra bien distinta. Esto lo saben en cualquier parte del mundo, tales orquestas existen como existen los puentes sobre los ríos y como existen las bibliotecas, no son un negocio, ni siquiera uno mal gestionado, son, sin más, una función, el principio que las inspira no es la recaudación, el lucro, la rentabilidad, sino que cumplen la misión de proporcionar cultura, de mantenerla viva, porque la cultura no es única y exclusivamente la reclamación permanente de la pseudointelectualidad de actores y dramaturgos de izquierdas, la cultura es -y así tiene que ser en un pueblo desarrollado- algo mucho más ambicioso. Todo esto lo saben en cualquier parte del mundo menos en esa tierra llena de brutos que es España. Y apenas un año después de aquella chorrada histórica de Mariano Rajoy, parece que ya comienzan a ser desmanteladas las formaciones de RTVE, la orquesta y el coro, pues los gestores de todas las cosas, obsesionados con la idea de que muchos gastos pequeños hacen un gasto muy grande, cuando en realidad no hay mayor gasto que el rescate al sector financiero usurero y tramposo, han llegado a la conclusión de que a la sociedad le sobran mimos, a la conclusión de que todo funciona mucho mejor cuando se paga por ello al menos dos veces -la primera, siempre con los impuestos. Hasta hace unos meses, era fácil conseguir una invitación para asistir al concierto del programa de abono de la orquesta los jueves, pero alguna cabeza prodigiosa ha alumbrado la idea de que 50 personas que no pasan por caja suponen un beneficio negativo -una pérdida- de 50 localidades sin vender, y ahora sólo pueden asistir 20 -como se habrá intuido rápidamente, esto es España, y una España pobre, y la pobreza no es sólo un concepto económico; si a 30 personas que asisten a un concierto de la orquesta de RTVE se les restan 30 oportunidades de continuar haciéndolo gratis, resultan 30 localidades sin vender, igual que antes, sólo que ahora son 30 localidades vacías en el teatro. La corrupción de la función cultural que realiza la orquesta ha dado lugar a situaciones escalofriantes, no cabe otro calificativo para juzgar que la Johannes-Passion de J. S. Bach o la Cello Symphony de Benjamin Britten, que contaba para la ocasión con Alban Gerhardt, un solista exquisito y soberbio, se abordasen con medio patio de butacas vacío, lo que habrá sido reconocido como un logro neoliberal, por supuesto, neoliberal a la manera española, "el que quiera algo que se lo pague", y el ideólogo de esta estrategia de mercado no cabrá de gozo dentro de sí mismo, porque ¡qué es eso de asistir a un concierto de música clásica en España sin pagar! ¡Ufff, qué gran victoria de una ideología, antes expulsar a los pobres de la sala y tenerla vacía que llena de aplausos gratuitos! No sé si alguna vez he contado una experiencia que tuve en Luxemburgo. Una mañana quise sintonizar una emisora de música clásica, empecé a mover el dial y no había manera de seleccionar una... pero, claro, porque era tal la cantidad... -varias emisoras alemanas, belgas, holandesas, alguna francesa... Nada que ver con el país de la tortilla de patata y el artista torero, donde existe sólo una emisora que tarde o temprano tendrá que ser liquidada -demasiado gasto para no más de 300 oyentes diarios.
El Teatro Monumental raras veces ha tenido una entrada que pueda decirse muy amplia o completa -por otra parte, por encima del primer anfiteatro no tiene mucho sentido presenciar la ejecución de una obra, la música clásica, mucho más que la popular, exige una contemplación compleja, mirar, escuchar y sentir a la vez, quizá por eso es tan importante que quienes asisten no hagan un solo movimiento o ruido que implique la distracción para otro espectador, esto lo trata Elias Canetti en su acertadísima disertación acerca de la "masa de concierto" -en España, una vez más, la "masa de concierto" deja mucho que desear. Queda claro, pues, que lo que va mal irá peor hasta que ya no tenga remedio; somos españoles, nos gusta ver morir a las cosas...
Los miembros de la orquesta y coro de RTVE buscan estos días llamar la atención, preocupados como todo el mundo por su puesto de trabajo. He mostrado en otras ocasiones mi insolidaridad con los trabajadores de Telemadrid, que debían haberse ganado la simpatía de la sociedad interrumpiendo y denunciando enérgicamente la politización del ente público, que se convirtió hace varios lustros en altavoz de la propaganda del PP, y ahora es demasiado tarde para reblandecer nuestros corazones. Una orquesta politizada, sin embargo, sólo es posible en un régimen totalitario, y quizá todavía podamos salvarnos todos. Al Estado le sobra Telemadrid y hay que dejarla morir, pero a la sociedad española no le sobra una orquesta, menos una como la de RTVE. Convertir la figura laboral de los miembros de las formaciones de RTVE en trabajadores con carácter fijo discontinuo, siendo remunerados sólo durante los meses que dura la temporada de abono, supondrá el final de sus instituciones musicales. Una buena orquesta no se compone de buenos músicos o profesores -eso proporciona en todo caso una orquesta sin más-, una buena orquesta resulta de buenas direcciones y de la tradición; los directores cobran por su trabajo, y la segunda no es fija discontinua. Tradición es permanencia y persistencia en el tiempo. La Orquesta Sinfónica de RTVE se fundó en 1965 y es probablemente la mejor orquesta de cuantas existen hoy en España -hay en estas sentencias algo odioso, lo sé-, una orquesta de extraordinaria versatilidad e indiscutible profesionalidad. Medio siglo de vida no puede construir una tradición, pero es desde luego un error caer en la frivolidad de despreciar una función social o el servicio que en el camino de convertirse en tal, en tradición, presta una institución como esta, por muy joven que sea. No reconocer a sus miembros los derechos que contemplaba su puesto de trabajo cuando accedieron a él tendrá consecuencias negativas; degradar la función que realizan afectará a la calidad de sus ejecuciones, perderá incluso el favor de los intérpretes más reconocidos internacionalmente, que podrían declinar la invitación a colaborar con una formación pésima, y España será otra vez a ojos del mundo civilizado y desarrollado ese patético país de los aeropuertos sin aviones, un país de analfabetos y de horteras atrofiados por el servilismo al turismo. No voy a preguntar si entre los miembros de la orquesta fue mayoritario o no el voto al PP en las pasadas elecciones a Cortes Generales de 2011, es de mal gusto, pero puede servir la reflexión para que en el futuro no se considere el voto de la manera tan graciosa y liviana como se ha hecho hasta ahora. Hay que exigir al conjunto de la sociedad una reconciliación con la responsabilidad y con la atención a las consecuencias de las acciones y posicionamientos políticos -los políticos que gestionan nuestros asuntos públicos no han venido de Marte ni los ha impuesto Angela Merkel, son tan estúpidos y tan listos como nuestro charcutero o nuestro vecino, son de los nuestros, hacen bien y mal todo lo que los demás, los ciudadanos particulares, harían bien y mal, luego empecemos a utilizar la democracia de una manera racional, y que nos sirva para apartar del camino del progreso a todos los imbéciles que se empeñan en liderarlo y no traen más que desastre con ellos.
Los días 4 y 5 de abril la concertino de la Orquesta Sinfónica de RTVE interpreta junto con la formación el Concierto para violín y orquesta de Samuel Barber; Mariana Todorova es una violinista descomunal, como diría Leopold Stokowski, su instrumento no tiene ya secretos para ella, lo domina de un modo absoluto, su ejecución es más que impecable, jamás se permite mostrar una debilidad técnica, todas y cada una de las notas que brotan de aquél suenan a algo acabado y definitivo, y si bien no parece posible que mantenga la posición más rigurosa en el puesto de honor de los violines -Mariana es un resorte en movimiento tan pronto ataca las cuerdas-, jamás se le habrá observado un gesto de hastío o cualquiera que denote falta de entrega -en todo caso, alguno de desconcierto, como cuando Miguel Borrego estrenó aquel despropósito de Jesús Torres (el concertino nos debe desde entonces un concierto)-, Mariana Todorova es consciente en todo momento de la imagen que debe ofrecer la orquesta y su actitud merece todos los elogios. Un concierto de música clásica no tiene nada que ver con un partido de fútbol, no se trata tampoco de un espectáculo que deba blindarse con unos precios selectivos; una sala medio llena es motivo para la tristeza y produce vergüenza, no puede considerarse como un logro que tanta gente quede marginada del disfrute de la mayor belleza cuando su lugar entre las butacas lo ocupa la absoluta nada. Voy a pedir apoyos para que la orquesta y el coro puedan seguir contribuyendo al bienestar espiritual de la sociedad española a unos precios razonables, incluso si el Estado tiene que pagar su salario los doce meses del año -¡guau, menuda ruina para todos, menudo despilfarro!-, pero debo pedir también una reflexión respecto del teatro con media entrada donde la orquesta tiene su sede, es un sinsentido lo que está sucediendo, las puertas deberían estar abiertas para quien no puede pagarse una localidad -la OCNE, orquesta y coro nacionales de España, también ofrece sus conciertos para un tercio del patio de butacas los sábados por la tarde, otro logro del concepto económico de la cultura en España, que se formen como seres humanos complejos y completos sólo aquellos que puedan pagarlo, para los demás ya existe el teléfono móvil inteligente (?). Quiero insistir en que una orquesta no es un negocio ni un gasto, términos siempre perversos, una orquesta es una solución para una necesidad vital -Lévi-Strauss habló de la melodía como el verdadero misterio humano-; España es un país cultural, musical y espiritualmente pobre, gestionado por individuos mediocres que llevan con ellos el vacío allí donde creen sentar las bases para la excelencia. Espero que para el próximo concierto haya vuelto todo a la normalidad, espero que la generosidad de la orquesta haya sido restablecida, la música clásica es un producto de la cultura que aspira más que ningún otro a la permanencia, atravesarla con criterios burdamente económicos es un delito moral que sólo puede permitirse un pueblo de ignorantes; la música clásica no es de izquierdas ni de derechas -las clases pudientes en España, por lo demás, siempre se han contado entre las peor cultivadas de Europa-, una muy buena orquesta pública no puede convertirse de repente en un "banco", como diría el profesor Manuel Herce, no es suelo urbanizable, no es plusvalía, una muy buena orquesta debería ser motivo de orgullo en un pueblo tan deficiente como el nuestro, pero para ello es imprescindible que se pueda disfrutar de su talento.


Yvs Jacob

jueves, 21 de marzo de 2013

Llámalo "insolidaridad", llámalo "liberalismo". ¿Por qué habrían de preocuparnos los chipriotas?

Yo tengo claro que si la situación que vive ahora Chipre la estuviese sufriendo Luxemburgo me alegraría si a los luxemburgueses les dan por el culo. Y también a los de Andorra, y a los de Gibraltar... Algún hispanista francés se ha atrevido a preguntar cómo es posible que exista Portugal, cómo pudo ser que existiesen en el pasado dos grandes reinos -¡dos grandes reinos!, ¡qué tiempos!, ¡la historia... qué cosas hace!- en una península sin que el más fuerte -¡el más fuerte!- de ellos engullese al otro. Creo que otra pregunta acertadísima es cómo han llegado a existir esas mierdecillas -Luxemburgo, Gibraltar, Andorra...-, y no es menor mi interés a propósito del tipo de club llamado UE, cuando en una sesión de las que reúnen a jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros, la decisión o el voto de quien representa a 500.000 ciudadanos europeos, pongamos por caso, el primer ministro de Luxemburgo, tiene en ocasiones más peso o el mismo, que ya hace daño, que la decisión o el voto de quien representa a 40 millones de brutos, pongamos por caso, el primer ministro de turno español. Yo ando muy inquieto estos días con el asunto de Chipre, y me he precipitado ante el televisor en cada informativo para ver cómo son los chipriotas, cuál es su aspecto, porque dudaba si serían turquiformes o grecoformes, allí donde exista alguna diferencia entre los cejijuntos, de hecho, pensaba que eran más parecidos a los británicos, raza altamente colonizadora, peligrosísima, pero las imágenes que he podido ver los asemejaba al tipo meditarráneo, lo que en alguna novelita de George Eliot se diría individuos "con el sospechoso aspecto del Sur" -aprovecho para manifestar mi descontento al decir un carterista rumano de los que viven del metro de Madrid que al parecerse mucho a los españoles se camuflan muy bien entre nuestra población (¡me niego, me niego y me niego a que esto sea cierto! Ya lo decía Roland Barthes, mucho cuidado con las analogías, ¡mucho cuidado con las analogías!).
Pero el asunto que hoy me preocupa es qué posición debo adoptar como persona sensible ante los hechos históricos, y uno en particular, que el Estado de Chipre entre en bancarrota. La verdad es que me la trae bastante floja y les deseo lo peor. Me he preguntado estos días qué coño le pasa a todo el mundo con Alemania, Austria o Finlandia, por qué se empeñan los medios de comunicación en que percibamos a Angela Merkel como una delegada cuasi papal del dios Mercado, como si las decisiones o el modo como se gobiernan los Estados independientes no hubieran sido libres antes, cuando el desastre se iba incubando a conciencia. Antes que a Angela Merkel, los españoles tendríamos que pasar por la quilla a las Esperanzas, a los Camps, a las Barberás, incluso a unos cuantos socialistas ingenuos, pero, en general, a todos los zumbados de los campos de golf, de las infinitas circunvalaciones con hospital, a los ideólogos de los aeropuertos sin aviones, de los parques temáticos, de las promociones del concepto grotesco del ocio, en definitiva, a los imbéciles de la obsesión privatizadora y de la grandilocuencia mercantilista que han cometido el error más grande que cabe en política, la falta de previsión, o mejor, la desatención a las consecuencias. A todos esos habría que ajusticiarlos, y ajusticiarlos sin piedad. Ahora bien, lejos de detener el desastre a tiempo, que pudimos hacerlo, hemos continuado votando a los incompetentes, que no han dudado en absoluto en interpretar el mensaje de las mayorías absolutas: ¡olé mi chocho! Ignoro por completo cómo se ha gestado la bancarrota de Chipre, pero si un paraíso fiscal con poco menos de un millón de habitantes se ha gobernado mal y ahora se ve en una situación de rescate financiero, es de todo punto imposible que yo pueda exonerar a los chipriotas de su responsabilidad y que no piense de ellos que han sido unos imbéciles, del mismo modo que como español no puedo -ni se me ocurre- culpar a Angela Merkel si la Comunidad de Madrid deja sin empleo a 800 trabajadores de Metro. Es que hemos estado votando graciosamente a unos individuos que lo han destrozado todo, que se lo han cargado todo, unos individuos que además desprecian a los muertos de hambre que gobiernan, y de los cuales sólo han querido el miserable voto. Es imposible que Alemania tenga alguna culpa en la cuestión chipriota, no se puede culpar a ningún Estado de la UE por no ceder en las pretensiones de los demás, sobre todo cuando se piden préstamos para vivir de un modo que la capacidad productiva del país que lo solicita no puede soportar. Hay que empezar a asumir responsabilidades de carácter más local; Europa no funciona mal ahora, Europa siempre ha sido así: "pase y no moleste", eso es Europa. Y el caso español no es en mucho diferente: nos habíamos creído que bastaba con el sol, pero estaba todo podrido. He escuchado las predicciones de algunos creadores de opinión para el caso de que en España se diera un "corralito" y aquí ofrezco la mía: no se trataría de un estallido social, sería una fisión nuclear -¡yo ya he empezado a hacer series disciplinadas de abdominales y flexiones!


Tocomocho, para Basuragurú

lunes, 18 de marzo de 2013

"No" a la candidatura olímpica Madrid 2020

Los españoles nunca dejan pasar una oportunidad cuando de hacer el ridículo y de ponerse en evidencia se trata. La visita del IOC (o COI) para evaluar la candidatura de la ciudad de Madrid como posible sede olímpica de los juegos de 2020 es una ocasión perfecta para mostrar el pueblo patético que somos y sobre todo el grado que han alcanzado nuestra vileza y nuestra desesperación, no en vano hemos llegado a convencernos de que mucho mejor que el Estado social es la católica beneficencia y la no menos ideológica mendicidad, que se nos ha venido encima por liberales neófitos, y no precisamente por piadosos. No sé si alguna vez fue de otra manera, pero formar parte del pueblo español que yo he conocido y conozco da bastante vergüenza: la ministra de empleo le pide a la Virgen que le eche un capote para combatir la cifra escalofriante de parados, el presidente de la Comunidad de Madrid confía en que un megaputiclub-casino dará de comer a 20.000 personas sin trabajo -y atentos al nuevo cuento chino que le han contado al gestor por accidente que sufrimos en la región, que, según parece, los orientales no han terminado aún de darle bocados a la poca honra que le queda al pueblo antaño rico en folclores-, y el Gobierno central, que tanto necesita de autobombo en su épica de descalabros, a falta de otras obras públicas y alguna noticia que no sea la victoriosa comparación con la malograda Chipre, se arroja a los brazos de esos pijos de mierda que manejan en el IOC con la esperanza de que el espejismo de la salida de la crisis se precipite cuanto antes, de manera que se engañe a la ciudadanía tanto como el mismo Gobierno se ha engañado. Yo pido a nuestros compatriotas que no escuchen a todos esos periodistillas deportivos que tanto desean que Madrid sea la sede en 2020: unos juegos olímpicos significan camareros y ladrillo, nada más, o lo que es igual, un montón de mano de obra sin la menor cualificación venida de todas partes del mundo y de la que ya tenemos demasiada, el viejo modelo de la servidumbre meridional al cual debemos lo que somos, una nación de orgullosos analfabetos, y todo mientras nuestros dirigentes contemplan no con menor satisfacción su hazaña esplendorosa. Que nadie se engañe, la ciudad no verá aumentado su prestigio, la suerte de los españoles no interesa fuera de España mucho más que en España la de los somalíes, y, por otra parte, quizá algo mucho más serio es considerar el riesgo para la salud de los deportistas -en Madrid nos morimos por la contaminación, ¡las mediciones de la calidad del aire se hacen en la frondosidad de los grandes parques!-, el calor seco de agosto sólo garantizará un registro olímpico de fallecimientos y envenenamientos por gases invernadero. Y algo que se puede decir ya, abierto el largo proceso de evaluación y deliberación, incluso siete años antes de una posible celebración, es que apenas terminada la orgía olímpica la situación socioeconómica en España seguiría siendo desastrosa -nuestros timadores profesionales hablan como si para el año 2020 pudiera el país haber salido de la crisis, pero se ve que ni intuyeron lo que se venía encima ni tienen la menor idea de qué es eso que continúa aplastándonos.
Temo, no obstante, que la elección de Madrid sea posible si se observa que la ciudad es una muestra de lo mucho que se necesita el dinero en el Tercer Mundo. Por si acaso entre las bandejas de vino y de canapés y otros agasajos no consiguieran los miembros del IOC ver ese mundo que somos y en el que estamos, no duden su monaguesca nobleza y su cohorte de estafadores en ponerse en contacto con esta redacción, que nosotros sabremos, apenas con un paseo a pie y sin ir muy lejos, participarles de la miseria que iguala las posibilidades de la ciudad a las que pudiera tener Kampala, muy legítima aspirante la capital de Uganda.
Los señores del IOC deben saber que la gran mayoría de los españoles no desean ningunos juegos olímpicos en ninguna de sus ciudades, los españoles estamos más que hartos de las fortunas pasajeras como ambición de toda suerte de presupuestos, estamos hartos de que se nos tome el pelo y pedimos a nuestros gobernantes un poco de dignidad, cojones. Los madrileños en particular, en cuya región crece la destrucción de empleo a un ritmo galopante hasta situarse sólo detrás de Andalucía, que tiene 2 millones más de población pero muchísimos menos medios de producción, estamos demasiado preocupados por el modo de librarnos de dos gestores provisionales, en el Ayuntamiento de la capital y en la presidencia de la Comunidad Autónoma, dos individuos a quienes nadie ha elegido y cuyo perjuicio para nuestras vidas parece ya irreparable. Por cierto, la alcaldesa por sorpresa de Madrid manifestó no hace demasiado a Jaime Lissavetzky a gritos y en el foro de una institución democrática lo pasmada que la dejaban las acusaciones del PSOE de inactividad al Ayuntamiento frente al desempleo. Yo es algo que me he preguntado muchas veces, si Ruiz-Gallardón, tanto tiempo dedicado a las obras públicas y a la filosofía, no había encontrado un momento, un momentito nada más y algún dinero sobrante para reflexionar acerca del desempleo, de la destrucción de las oportunidades de trabajo en el municipio con mayor población de los que hay en España -¡ah, pero qué tiempos aquellos cuando los parados los creaba Rodríguez Zapatero, el bondadoso ingenuo!, un ratito por la mañana y otro poquito por la tarde, y venga desempleados, miles y miles de desempleados... Y nadie más tenía la culpa. Yo les pido a los miembros del IOC que se están poniendo finos a nuestra costa estos días en Madrid que den por liquidada nuestra candidatura cuanto antes, la elección de la sede madrileña vendría a ser una justificación -¡y hasta una exoneracion!- a muchos años de despropósitos y a las desatadas egomanías de unos gobernantes nefastos a los cuales no hemos dado todavía un escarmiento. Me niego a que nos quiten también eso.
¡No a la candidatura olímpica Madrid 2020!


Yvs Jacob

domingo, 10 de marzo de 2013

El numerito de la Dolores. Los últimos días de María Dolores de Cospedal

Por mucho que se investigase en fonotecas, videotecas y todo tipo de archivos, no era posible encontrar en la historia reciente de España ninguna comparecencia de un político, aventurero gestor de lo público o mandao que superase el ridículo hecho por Carlos Arias Navarro y su celebérrimo "Españoles, Franco ha muerto", con aquella cara de acelga en blanco y negro y su teatrillo de lágrimas, que tanto más pasa el tiempo como queda la risa. Digo no era posible porque ya lo es, y lo es por el numerito que la Dolores nos ha regalado estos días. En un país serio, dígase normal, que un representante del Estado, como el presidente de una Comunidad Autónoma, compareciese, aunque en calidad de dirigente de un partido político, para admitir que su formación ha cometido irregularidades o que se ha saltado la ley en algún aspecto con la voluntad inequívoca de engañar a la opinión pública supondría su inhabilitación ipso facto y de por vida para ejercer cualesquiera funciones al servicio de la sociedad, su expulsión inmediata de la gestión de los asuntos de los ciudadanos, la pérdida de la confianza ciudadana y del respaldo a la institución que representa. Pero España no es un país serio, ni mucho menos normal, España es sobre todo una anomalía, la historia del país donde los pobres se creyeron ricos y liquidaron su pasado y el futuro de las generaciones más jóvenes es la manifestación de una anomalía. Treinta años de democracia son absolutamente nada, no bastan para construir una mentalidad, o al menos no una tan fuerte como para desplazar a otra profundamente enraizada. Duro es admitirlo, pero respecto de la construcción de una mentalidad, treinta años en libertad son inofensivos frente a cuarenta de firme superstición y culto al garrulo. Esta mentalidad tan española que se resiste a todos los pesticidas es la concepción patrimonial del poder de la derecha, no obstante, cabe insistir, los ridículos treinta años de democracia en España, de los cuales el PP sólo ha gobernado ocho, ni siquiera un tercio, y cuya obra en el progreso social es respecto de la totalidad insignificante. Lo anterior fue una dictadura, y dictador es quien se hace con el gobierno por sus cojones, se hace con el poder por el poder, no por el derecho -que su ley sea arbitraria y obedezca al capricho y que no reconozca otra libertad que la suya son cuestiones posteriores, porque lo de verdad importante es la usurpación de un poder que es de todos y de ninguno. El PP ha proporcionado a la versión española y mediocre de la democracia la figura del gestor amonestador, equivalente a los representantes del Estado -presidentes del gobierno, ministros, gobernadores civiles, funcionarios...- de los tiempos en que el tiranuelo usurpador disponía a su antojo y ordenaba sobre el bien y el mal, y, como garante de la perfecta moralidad y el orden, transmitía de manera descendente su voluntad a unos secuaces que estimaban su audacia en absoluto menor, pues creían haber recibido eso tan peligroso, la verdad, la garantía del orden racional (?), y se arrogaban la virtud necesaria para conservarla -¡esto sí que es una prueba de fe! De aquí a un ministro del PP no hay más que un paso. Escuchar a Sorayita amonestar a los ciudadanos desde la sala de prensa de La Moncloa o al estúpido de Cristóbal Montoro advertir del error en que, según el ministro risitas, caen algunos por crearse una expectativa de vida es algo insoportable, su actitud es mucho más que ridícula, y pasa por alto que en este juego de la política en democracia una ley de mierda se deroga con otra ley de mierda, pasa por alto que la concepción patrimonial del poder no es aceptada ni compartida por los auténticos demócratas, y que el bien y el mal, lo correcto, lo justo y lo adecuado son humanos y accidentales. También entre los amonestadores patéticos se encuentra María Dolores de Cospedal, otro personaje innecesario en el paisaje político español. Hay gente empeñada en creer que hace algún bien o que sirve a alguna obra de gran importancia para la sociedad, a esto se lo conoce como egomanía, una desmedida autoestima propia de personas ridículas que no hacen sino el ridículo y que ni están llamadas a hacer nada ni aportan con su pretendida tarea mucho más. Escuchar una declaración de María Dolores de Cospedal avergüenza a cualquier persona honesta, produce lástima ver a alguien que por pertenecer a la cúpula de un partido político y ser representante del Estado en una democracia -¡en una democracia!- se atribuye competencias morales que ninguna Constitución democrática podría jamas reconocer y asignar a ningún ciudadano; ver una de sus actuaciones donde la mentira lo envuelve todo es un espectáculo grotesco, ni siquiera desesperante, sino triste, como cuando se asiste a una representación teatral con pésimos actores, cuando un solo espectador llega a sufrir todo el dolor de la osadía de la humanidad. Pero es que estos individuos de la derecha en España no comprenden para nada de qué va todo esto, no comprenden que la democracia no necesita de ninguna revolución violenta para mandar a tomar por el culo a sus gestores mediocres, y ni siquiera comprenden lo efímero de su mediocridad, que será superada por la de otros incompetentes -Sorayita, la Dolores, el risitas... ninguno dejará ninguna huella, tan sólo habrán entrado en la pequeña historia de los apestados. No están llamados a salvarnos, no son instrumento de ninguna razón suprema, no tienen ninguna clarividencia extraordinaria, ninguna voluntad trascendente los ha impuesto como gobernantes, son la misma morralla que los ha votado y que los meterá en el baúl. No es fácil ser demócrata, y treinta años no bastan. Esto nos lo enseñó muy temprano la derecha española: la concepción patrimonial del poder significa que cuando el gobierno lo ejercen otros deben ser considerados como ilegítimos gobernantes, usurpadores, y cualquier medio para derrocarlos se presenta como bendecido por la moral, es legítimo. Así, el niño de Santa Pola se hizo con el gobierno, aunque para ello haya tenido que renunciar a su programa electoral para cumplir con su deber. Esta afirmación, de nuevo en un país normal, y sobre todo cuando la situación económica es en el momento de expresarla idéntica o peor a cuando el deber del ahora primer ministro habría debido ser incluido en el programa electoral de su partido, supondría la convocatoria inmediata de elecciones, el relevo a un nuevo incompetente, pero según la concepción patrimonial del poder en la derecha española, 186 diputados son poco menos que el premio a un gobierno a perpetuidad. Igual que la derecha despreció desde el comienzo de la democracia que el gobierno de la nación fuese entregado por los ciudadanos a la izquierda moderada, en la actualidad, toda la izquierda, sobre la cual había recaído en mayor medida la responsabilidad democrática, empieza a contagiarse ese desprecio, y cada día que los aventureros del PP se asoman a cualquier sala de prensa, de tantas mentiras como hay que escuchar, ese desprecio no va sino en aumento, hasta el punto de que ya no se contempla a los gobernantes como tales, se ha roto el vínculo psicológico que unía a gobernantes y gobernados, la competencia de la aceptación por parte del gobernado ha sido vencida o superada por la incompetencia del gobernante. Hermann Heller observó que gobernar significa encontrar obediencia, aceptación o reconocimiento, capacidad para imponer la autoridad, y sería una ingenuidad creer que basta con la violencia por parte de quienes controlan el Estado -la historia muestra que, en efecto, se puede matar a unos miles, pero eso no es ninguna victoria. El PP ha perdido el reconocimiento de su autoridad, ha sido tal su desprecio de la democracia que ha arrastrado a los auténticos demócratas al fango donde sólo unos pocos se revolcaban, ahora todos somos iguales y podemos decir que vivimos entre la misma mierda. Si antes el grito era "no nos representan", aunque de alguna manera se aceptase el juego de la democracia y se reconociese a los legítimos gobernantes, ahora, después de tantas mentiras, hemos llegado a la impunidad en la desobediencia, "no los reconocemos, no tienen nada que ver con nosotros", y todo por la ambición insana de unos miserables aventureros. Admitámoslo de una vez: nunca saldremos de la crisis de manera pacífica, lo peor está por llegar.


Yvs Jacob

lunes, 4 de marzo de 2013

Jorge Fernández Díaz, "el Antropologías"

Por razones obvias, siempre que oigo el nombre de Jorge Fernández Díaz viene inmediatamente a mi memoria el de José Díaz Fernández, autor de una novela imprescindible en la historia de Madrid -de la huraña provincia al satisfecho Tercer Mundo-, La venus mecánica, de muy recomendable lectura, no obstante sus muchos defectos, quizá todos los habituales del modo de narrar en castellano -o hispánico. Es un caso de muy mala suerta, la verdad, como me sucede esos días en que no apago la radio a tiempo y escucho el comienzo de la sintonía del programa de Carlos de Matesanz en Radio Clásica, siendo para mí Jean Sibelius un gigante que por mucho que se echase toda Finlandia a sus espaldas, o algo así decía el idiota de Adorno, enteros me cabrían en el pecho -qué rabia da cuando a uno le contaminan hasta la ilusión...
Un repaso a la pandilla del niño de Santa Pola: Montoro "el Risitas", Ana Mato "la Mudita", Ruiz-Gallardón "el Filosofías" y ahora también Díaz Fernández "el Antropologías". Llamo en primer lugar la atención sobre los líos en que se meten quienes no comprenden el cometido que la sociedad, a través de su principal delegado, el primer ministro del Gobierno, les propone a los que aceptan una cartera ministerial. Gobernar es gestionar, y gestionar no es ni siquiera legislar, ni siquiera opinar, ni mucho menos sentenciar, ni sobre la ciencia ni sobre el bien y el mal: gestionar, por desgracia, no es más que disponer, contemplar las acciones en un determinado ámbito (¿público?) desde la perspectiva de la economía, es decir, hacer esto o lo otro cuesta tanto, luego se puede o no se puede hacer, lo haremos o no lo haremos o ya veremos. Punto. El ministro del Interior tiene las calles llenas de delincuentes, hay locales en todas las ciudades que necesitan mucho más que una inspección de salud e higiene, se dispara el número de atracos y de asaltos con violencia a los domicilios particulares de los ciudadanos, pero lejos de solucionar de manera eficaz estos problemas que de verdad preocupan y tanta alarma crean, lejos de aplicarse a atajar estos desórdenes que ponen de manifiesto el fracaso de una sociedad que se decía avanzada, el ministro busca su pequeña gloria en la solución de cuestiones para las que nadie lo ha convocado. ¿Qué tendrá que ver a estas alturas la supervivencia de la especie con el matrimonio entre personas del mismo sexo? De hecho, ¿qué tendrá que ver el matrimonio en general con el cometido por el cual el ministro del Interior es ministro? ¿Y qué interés puede tener lo que opine o deje de opinar el ministro acerca de estos asuntos? ¿Por qué no se guardará sus opiniones al respecto para las reuniones con canapés y vino tinto, si este asunto en particular está ya más que superado por la inmensa mayoría de la sociedad y habría de haber pasado a esa deliciosa indiferencia donde ya fueron abandonados el divorcio y el fortalecimiento del sentimiento nacional mediante el servicio militar obligatorio? Yo no reclamo para este asunto una visión militante y progresista, es que no consigo apreciar el menor interés del mismo, no consigo comprender a quién le puede interesar que dos personas sean homosexuales, que estén casadas o no, y mucho menos consigo comprender qué tendrá que ver todo lo anterior con el éxito en la supervivencia de la especie. No lo comprendo. Ya antes Ruiz-Gallardón había creído encontrar la esencia, tantas veces buscada, del ser humano -él había encontrado en particular la de la mujer, algo es algo, y no está mal recordar que tras el descubrimiento de América hubo que aclarar si los indígenas tenían o no alma, y que en el proceso de la investigación fue habitual que muchos terminasen ardiendo... Esperemos que no haya que llegar otra vez tan lejos.
Dar un paseo por Madrid, que es la ciudad que mejor conozco, se ha convertido en una experiencia sobrecogedora: mendigos por todas partes cada vez más agresivos, gente con muy mal aspecto deambulando y de la que cuesta creer que lo que busca es trabajo, una casa de apuestas en cada esquina con individuos de lo más sospechoso aguardando a sus puertas... no es precisamente del matrimonio homosexual de lo que tiene que hablarnos el ministro del Interior. Que haga de verdad el trabajo que la sociedad le ha encomendado. Me había caído bien en principio, al menos tuvo el valor de hablar de una "cara siniestra de la globalización", pero no parece que nuestro mundo haya mejorado en nada desde que llegó al Gobierno, ni parece que puedan anunciarse progresos mientras se encuentre tan entretenido con la antropología...
Por cierto, ya hay más de 5 millones de desempleados oficialmente registrados en España, a ver si nos concentramos en lo que de verdad importa, que nos estamos yendo por las alcantarillas. Estamos efectivamente en peligro por darnos por el culo unos a otros, de eso puede estar seguro el ministro, ¡pero qué tendrá que ver todo esto con el matrimonio y con la especie!


Yvs Jacob

viernes, 1 de marzo de 2013

Alfredo, rompe ya con el PSC, hazme caso

Alfredo, oye bien lo que te voy a decir: no estáis sacando el menor provecho del escándalo de corrupción que devora al PP, y lo que es peor, os estáis conviritiendo en entretenimiento para los medios de comunicación de cualquier signo, sois ahora mismo un juguete en manos de los creadores de opinión, Alfredo, tanto a ti como a Carme Chacón os están destrozando con fuego enemigo y amigo, no estáis comprendiendo nada de lo que está sucediendo, Eduardo Madina no es ninguna solución. Es cierto que las fuerzas se han equilibrado en el sentido de que ahora los dos grandes partidos políticos de España son percibidos por la ciudadanía como expresiones de la misma miseria, el abismo entre el ciudadano y sus legítimos representantes, o lo que es igual, la solución institucional de sus problemas, pero escucha bien, una cosa es que entre quienes os dedicáis a la política libréis una batalla a muerte por el control del poder y otra bien diferente que para conquistarlo creéis en los ciudadanos problemas que no tienen. El PSC está perdido, Alfredo, no existe ya ningún matiz entre catalanismo y soberanismo catalán, el PSC está completamente perdido, se muere y no puedes hacer nada por salvarlo, Alfredo, déjalo pudrirse en las manos de sus corruptores, que se queden con el muerto, no merece la pena gastar energías en rescatar un pedazo. Escúchame, Alfredo: primero dejaron de votaros aquellos socialistas de las grandes ciudades y de sus periferias obreras a quienes se obligó a convivir forzosamente con cientos de miles de nuevos pobres llegados de todas partes del mundo, no supisteis comprender sus problemas, se sintieron vendidos, abandonados, y el PP os los arrebató, o mejor, simplemente los recogió con una pala; después dejaron de votaros sus hijos, para quienes la España del camarero se había convertido en un monstruo denigrante y grotesco, ¿quién os votará? El PSC es ahora muy pequeño, se hunde, pero si no lo apartas de ti a tiempo, te arrastrará, desperdiciarás la oportunidad que se abre ante tus ojos, y el PSOE se habrá perdido para siempre. Escucha bien, Alfredo, pues esta es tu misión: no te importe que exista un PSC en Catalunya, tu tarea es llevar hasta allí al PSOE; hay en Catalunya muchísimos ciudadanos que no han mordido el anzuelo de CiU, votantes a quienes habéis agotado con vuestra desesperada ingenuidad, con vuestra torpeza, hay allí muchísimos ciudadanos cuyos intereses y problemas económicos nunca han dependido del modo como se gestiona su identidad cultural, porque cree lo que te digo, Alfredo, en la vida cotidiana la identidad cultural es nada, todos hemos sido ganados por fuerzas extrañas, desde Andalucía o Galicia hasta Catalunya, no ha sido España la amenaza sobre Catalunya, sino precisamente no España, nuestra debilidad nos ha impedido protegernos desde dentro, Alfredo. El PSOE debe buscar en Catalunya a esos ciudadanos de la izquierda moderada cuyo comportamiento no se asemeje a los seguidores de un equipo de fútbol, ciudadanos libres de la obsesión de la identidad, porque en el resto de España, Alfredo, entre la izquierda moderada a nadie le importa que el catalán sea catalán, y debes apreciar aquí un valor positivo de la indiferencia, lo único que importa es que la gente encuentre un modo racional de vivir en su calle, en su barrio, que tenga un trabajo digno que no le robe precisamente esa vida, que pueda contemplar de manera apacible la sucesión de las generaciones, que pueda hacer planes para un futuro pacífico en el progreso de la sociedad, y nada de esto parece ser una urgencia en la lucha política, Alfredo, y mientras continúes prisionero del PSC, nada de esto será una prioridad. Que unos cuantos quieran ser catalanes es un capricho cuando lo que importa es que en el Parlamento haya una buena representación de los verdaderos problemas de la gente. Hace falta una nación, Alfredo, hace falta que el empresario dedique parte de su fortuna a su pueblo, que el sindicalista dedique su tiempo a sus afiliados, que los profesionales de la sanidad no caigan en la tentación del mercenarismo, que los profesionales docentes trabajen tanto en la formación como en la educación de las jóvenes generaciones, hace falta una nación, Alfredo, hay que acabar de una vez con la anarquía del "sálvese quien pueda", hay que reconciliar a la vida con la ciudad y con los pueblos, hay que robarle puestos de trabajo a la insaciable ambición de tercermundización que nos devora, hay que convencer a los españoles de que son ellos y no otros la fuerza de su país, hay que mostrar a cada uno de ellos que puede decidir lo mejor para su comunidad de vecinos, para su calle, para su distrito, para su municipio, su ciudad, su región... y no estáis haciendo nada de esto, Alfredo, la política que siempre has conocido ya no existe, la gente no entiende por qué va todo tan mal conforme el mundo va siendo más rico... Es hora de avanzar regresando a los principios, y si no sueltas la mano del PSC te vas a quedar al otro lado del abismo. Hace falta un golpe de efecto para recuperar, si no el gobierno, al menos la oposición, Alfredo, porque estamos sin oposición, Alfredo, la preciosísima ocasión que la corrupción en el PP ha brindado para un cambio en el gobierno se ha escapado porque no tenemos oposición, y mientras el PP obtenga más de 70 diputados en la Cámara baja que la segunda fuerza, continuaremos sin oposición. No habrá otro momento como el presente, Alfredo, no cometas el error de adular a los votantes, no suceda como en el pasado, cuando los confundisteis con filósofos: es ahora o nunca.


Yvs Jacob