martes, 29 de junio de 2010

Metro le arruina el día a "la Espe", ¡jo!

Hay que decir que "la Espe" no acude nunca en metro a las inauguraciones de hospitales y centros médicos, porque el metro es para pobres y sindicalistas, y ya se sabe lo mal que caen a "la Espe" los sindicalistas, esos vagos que se tocan los cojones con el dinero público, con lo bien que vendría ese dinerito para pagar vinos, cascos y paraguas en las ceremonias de "primera piedra" y cara dura.
No sé muy bien lo que tendría que hacer "la Espe" hoy, si es que a lo que hace "la Espe" se le puede llamar "hacer algo", que no debe de ser muy distinto de lo que, según ella, hacen los sindicalistas, aunque gastando muchos menos, claro -y es de suponer que unos y otra hablan igual de bien.
Lo cierto es que se ha quedado muy disgustada, hoy que jugaba España, y ha enviado a un Consejero por ahí para que amenace a los sindicalistas con partirles las piernas, porque "la Espe" no es sólo la Presidenta con pretensiones de pasearse en tacones altos por el mundo en nombre de los pobres y mezquinos españolitos, sino que es, además, condesa consorte, y un sindicalita iletrado de mierda no le puede dictar la ley a la raza a la que pertenece "la Espe", si bien ella toca la raza de refilón. Y así están las cosas, con los sindicalistas haciendo presión donde pueden para que alguien les escuche y con el Gobierno de Madrid haciendo oídos sordos porque le sale de los cojones, o lo que es igual: ¡sindicalista, terrorista!
El mal día "la Espe" me importa un pijo, pero lamento que tantos ciudadanos hayan sido afectados. Les animo a comprender que los trabajadores de Metro han tenido el valor que no tiene el conjunto de los trabajadores en esta situación socio-económica tan lamentable: ¡ya está bien de quedarse mirando, hostias!


Yvs Jacob

miércoles, 2 de junio de 2010

¿Es Fernando Sánchez Dragó un intelectual?

Lo que sí queda claro es que tiene el programa en Telemadrid igual que Ana Rosa su revista, y es un poco triste ser para la intelectualidad lo que Ana Rosa para la basura. En cualquier caso, no hay noche que Sánchez Dragó no nos hable de su exilio, de sus viajes en todoterreno por el Oriente, de su pasado rebelde-comunista, de cuando fue reportero de guerra, que también lo dice, o de su esposa japonesa, y todo esto como si pudiese interesarle al espectador.
Yo me divertí como un energúmeno la otra noche. Sánchez Dragó había invitado a Antonio Garrigues, persona bienintencionada y bondadosa, a primera vista. Pero Sánchez Dragó no puede tolerar que el programa que dirige no sea "el programa de Dragó", esto es, un chiringuito que la incorregible Telemadrid le monta a uno para que se eche afeites durante una hora y cuarto, a uno que es, además, liberal, pero que le vienen de maravilla esos apliques con el dinero de todos (los madrileños).
Que Sánchez Dragó se ha hecho ultraliberal lo sabemos en Madrid desde muchos programas atrás, pero no parece que tenga muy claro este intelectual quintaesencial lo que es el liberalismo. Parece ser para él lo mismo que para "la Espe": empresa privada y esclavos trabajadores que sobreviven con salarios de socialismo que invierten en todo cuanto la Administración, aborregada por la torpeza de la derecha, no sabe organizar. Pero Antonio Garrigues era un liberal auténtico, como demostró su comentario acerca de la telebasura, que prefiere no censurar, sino contrarrestar con educación -cualquiera que lea On Liberty, de Stuart Mill, apreciará la fuente de ese pensamiento.
Disfruté con las lecciones de Garrigues. Pero el momento en que se desajustó mi cadera, tendido como estaba en sofá, lo debo a la precisión que Sánchez Dragó, intelectual, quiso exhibir, al observar que, en la expresión "sociedad civil", el término "civil" redunda en lo social. ¡Es que me descojono! Y así fue que Sánchez Dragó nos puso al tanto de algo que él sí sabe y que los demás, no: que toda sociedad civil es sociedad sin más. A mí me llamó la atención este error de Sánchez Dragó, porque si apareces en televisión con tantos libros llenos de marcas, testimonios de la lectura y de algún pensamiento que incluso a él le debe de despertar esa actividad, y después de tanto tiempo viviendo de la fanfarronada, ¿cómo es que nunca le apareció en ninguna lectura el sentido preciso de esa expresión? Antonio Garrigues, con educación, manifestó el significado aceptado hasta por la RAE -y otros más muy puntualísimos, como que no toda sociedad, en tanto que relación, es civil, pues podría serlo económica. Pero resulta de verdad divertido ver cómo Sánchez Dragó recibe una patada en el ego, sobre todo porque la sociedad civil es la red de relaciones que se derivan de la actividad privada -y liberal- de los miembros de una sociedad, y esto debe saberlo todo liberal que se precie, puesto que su éxito personal depende de lo bien que funcionen sus negocios, dentro del marco legal del Estado -lo público- establecido para esas relaciones.
¡Ay! Si es que no puede ir uno por la vida faltándose el respeto a sí mismo...
Y así nos va con los liberales en Madrid...


Yvs Jacob