lunes, 5 de marzo de 2012

Sobre la conveniencia de manifestarse en 11 de marzo

La del 11 de marzo es, y siempre será, hasta la definitiva invasión de España por China, una fecha fea. Como todo el mundo sabe, el 11 de marzo de 2004 sufrió la nación española el mayor atentado terrorista en la historia de Europa, un atentado en respuesta a la actitud soberbia del adolescente irresponsable que se hallaba por entonces en la dirección del Gobierno, Josemari conocido, cuyo torpe envalentonamiento, y más torpe aún capacidad de raciocinio, le condujeron a creer que era -y es- España una nación capaz de asumir el liderazgo de la política planetaria, lo que no resultó sino en triste y fatídico farol de tahúr aficionado, un escarmiento sobre el que se ha evitado reflexionar durante mucho tiempo, y que si existiese de verdad una justicia entre los hombres, su benefactor, el siniestro Josemari, habría de pasar el resto de su vida entre rejas, en cadena perpetua revisable, pero perpetua. Como todo el mundo sabe, Josemari quedará en la historia como el siniestro primer ministro con ínfulas de aristócrata provinciano que puso en peligro a su país sin haber sido nunca juzgado por ello.
El 11 de marzo es y será, pues, una fecha muy delicada, y conviene ir con cuidado.
Como todo el mundo sabe, la organización terrorista vasca ETA nada tuvo que ver en la preparación de los brutales atentados, no obstante los muchos intentos del PP y de sus pregoneros, la caverna mediática o derecha opinácea, por mostrarla como colaboradora necesaria, junto con el PSOE, entre cuyos dirigentes, según el poder de los mencionados alucinógenos, debe situarse a los autores intelectuales de la hazaña. Como los datos confirmaron que los autores habían sido terroristas islámicos, brillantes intelectuales, Josemari dijo aquello de que "nos tenían en su punto de mira desde Afganistán" -para que lo entiendan los españoles más imbéciles, o votantes del PP: desde que gobernaba Felipe González.
El 11 de marzo es un día feo en el calendario, y convendría acordar, tácita o explícitamente, algo sólo posible entre seres humanos, como sería no echar más mierda sobre un asunto tan delicado, el homenaje a las víctimas inocentes de unos gobernantes estúpidos. Ahora bien, se contempla con asombro que las asociaciones de víctimas han trufado de ideología el dolor de sus miembros, y existen muchas de derechas y alguna quizá apolítica, quizá de izquierdas. Se contempla también con horror la instrumentalización de la lucha antiterrorista por parte del PP hasta lograr una cima en que no hay estómago humano que pueda digerir tanta zafiedad, tanta atrocidad, tanta bazofia, y se contemplan con no menos repugnancia las imágenes de dirigentes del PP en manifestaciones en fechas inmediatas, en años pasados, a las ceremonias de homenaje a las víctimas de los atentados. Se llega fácilmente a la conclusión de que, en la guerra que libra el PP contra la democracia, en cuyas batallas se sirve de todos los medios imaginables, lo mejor que puede hacer la parte todavía responsable y paciente de la sociedad española es no imitar a quienes no son sino modelo de vergüenza. No obstante, a la vista del corto alcance de la inteligencia política de los españoles, quizá sea oportuno contestar al PP con idénticos medios a los que su macabra dirección emplea por el bien de los demás, con idénticas provocaciones y desafíos, pero sólo con la esperanza de que contengan su estrategia de destrucción moral en el futuro. Aunque quizá sea más acertado sustraer a los ansiosos y asquerosos políticos del PP la posibilidad de exhibición de su cara dura en escenarios donde el dolor es ajeno; me refiero a lo idóneo que sería poner en marcha una iniciativa ciudadana que homenajease a las víctima del 11-M sin presencia de buitres, lobos y bestias de similar pelaje, un sincero homenaje de los ciudadanos anónimos a aquellos compatriotas inocentes que pagaron con su vida el petróleo inexistente y el bienestar, su principal derivado, que ni vinieron ni vendrán de Iraq.
El 11 de marzo, quienes creemos en la verdad, en el honor y en la justicia, tenemos que resolver la siguiente duda: por la verdad, el honor y la justicia, no contaminar políticamente una fecha consagrada a las víctimas, y no acudir, pues, a la manifestación, o, por la verdad, el honor y la justicia, asistir a la manifestación y asestar así un bofetón en toda la cara a las sabandijas del PP, para que tengan por seguro que todavía existen vida e inteligencia fuera de los 10.800.000 idiotas que les votaron.


Yvs Jacob