martes, 6 de diciembre de 2011

Insultar a Iñaki

Hubo un tiempo en que los españoles no sabíamos muy bien en qué consistía la libertad de expresión; teníamos demasiadas dudas, no se conocía exactamente la legislación al respecto, o mejor, como sucede siempre en España, se ignoraba que alguna legislación pudiese regular nada, pero se pensaba que lo correcto era ir con cuidado, y no tanto por temor al castigo de la sociedad como a la hostia que pudiese darte el afectado. Una vez liberalizado el sector audiovisual, los españoles comprendimos que para ejercer ese derecho había que ser cocainómano y trabajar en televisión a partir de las 10 de la noche en Telecinco, que fueron no mucho después las 9, las 8, las 7..., hasta hoy, cuando hay cocainómanos insultando a los demás a cualquier hora y en casi todas las cadenas. Sin embargo, aquella restricción, la etapa todavía inmadura que dominaba el cocainómano nocturno, fue superada por las lecciones de periodismo de Federico Jiménez Losantos, quien bajo la figura de impunidad legal conocida como "el calentón radiofónico" vino a mostrar que la libertad de expresión era una suerte de desparpajo por el que no existía ningún ser humano en la tierra -ni en la historia- que pudiese librarse de un severo castigo en el hígado, un castigo real para unos males en su mayoría ficticios. Los orígenes de Internet en España aclararon que el "chat" era también un medio de la locuacidad: cualquiera que no tuviese nada que hacer, y ni imaginación tuviese, podía entrar en uno y arrasarlo -o masturbarse. Y fueron apareciendo sucesivamente los llamados "foros", donde quien más quien menos ya se iba cagando en la puta madre de los demás. Pero la gozosa salud de la libertad de expresión en España no sería tal sin la TDT, complemento de Internet que ha permitido a una raza como la española, tan rica en vida interior, publicar lo que durante tanto tiempo permaneció retenido: el insulto al adversario ideológico y político en vivo y en directo tomando una copita de vino.
En este contexto sociocultural avanzado, tuvo Iñaki Gabilondo la idea de abrir un videoblog -Iñaki, yo prefiero escribirlo junto-, en cuyas reflexiones diarias aporta el periodista "una mirada propia llena de serenidad y sentido común". (No voy a discutir eso ahora). Se entiende que este videoblog es el espacio virtual, que no ficcional, abierto por Iñaki para su reflexión, uno más, entre muchos, para hacer uso de la libertad de expresión sin calentón. Pero este espacio ha sido inmediatamente colonizado por los enemigos de la libertad, a quienes molesta, no lo que se dice, sino que alguien lo diga, pues el enemigo de la libertad ni come ni deja. Así, hay quienes por iniciativa propia o por encargo asumen el cometido de asaetear a Iñaki a todas horas, dedicándole las lindezas más garcilasianas de la Red, y si alguien osase manifestar una opinión contraria a los enemigos de la libertad, es increpado, se lo acusa de todo lo imaginable, y siempre con faltas de ortografía y muy mala prosa. Pero se me ocurre que tal vez haya acertado Iñaki con la iniciativa, aunque parezca lo contrario. Ha conseguido con pedagogía lo que la derecha sólo consigue con violencia, a saber, mantener entretenidos con las palabras a quienes antes se entretenía con los cacahuetes y las piruletas. Si al final va a tener la izquierda razón, ¡pues no parece que una sociedad puede llegar a ser educada!


María Malamenti para Basuragurú