martes, 9 de noviembre de 2010

¿Por qué no se hizo mirar Manolo Escobar el colesterol?

Nos estamos quedando sin iconos. Jesús Gil, Carmina Ordóñez, Ramón García -asesinado por la publicidad-... Poco a poco, todos nos abandonan.
Me entero por la televisión de que Manolo Escobar tiene más alto el colesterol que su autoestima José María Aznar. Claro: mucho "porompompón" y "que viva España", pero ¡cuidado con tanta alegría! Parece que Manolo Escobar, que creíamos Manolo de España, no fue muy fiel a la dieta mediterránea, que es la mejor para perseguir suecas en el Sur -diré algo más abajo de los botines. Y eso que Manolo de España era hasta cierto punto un hombre avisado, como se desprende de aquella sabia reconvención, tan combatida ahora por el feminismo intransigente de Chueca: "no me gusta que a los toros te pongas la minifalda". Qué comía, pues, Manolo de España para desarrollar una enfermedad tan poco de su tiempo como el colesterol, no lo puedo entender. Se supone que Manolo, un clásico español, es hombre de chuletitas, de pescaíto, y también de pucherito caliente, platos estos que siempre han limitado a la raza española frente al desenfreno yankee, por ejemplo, donde el colesterol es tan habitual como enterrar restos humanos en el jardín. El español medio, y no digamos Manolo Escobar, vivía, por lo tanto, alejado de esa amenaza del corazón. Al español medio sólo le endurecían los vasos sanguíneos las vikingas, que enseñaban cacha y jamón en las playas, y las alemanas, que ya por los años sesenta empezaban a vestir peor que las demás mujeres occidentales, incluidos los pueblos ibéricos.
No me queda más que pensar en el metabolismo. Hoy en día, todo se debe al metabolismo, y es de suponer que Manolo de España metaboliza mal. Pero debemos concluir por la promoción de algunos productos que ahora Manolo metaboliza mejor, y por ello nos alegramos.
Mi abuelo gastaba unos botines muy del estilo de Manolo Escobar cuando actuaba en televisión, y lo mismo hacía El Fary -y hasta un compañero que tuve en el instituto, cuando la educación ya era libre en democracia. Quizá le hubiese gustado a mi abuelo peinarse "a lo Manolo", pero algo de la genética se lo impidió. No obstante, mi abuelo era también un hombre antiguo, un hombre de su tiempo que jamás hubiese permitido a la abuela ir a los toros con minifalda -nadie en la familia lo hubiese permitido, y quizá en la plaza, tampoco.
¡Ah, qué formidables hombres los de nuestro pasado! Y pensar que el destino sólo les ha reservado el privilegio de enviar mensajes llenos de faltas de ortografía a los programas de Intereconomía...
¡Españoles! ¡Ar!


Yvs Jacob