sábado, 25 de julio de 2009

Cuando no basta con ser de izquierdas

Mi admirado gurú -y maestro- Josep Ramoneda me ha puesto de nuevo en la senda de los más bellos recuerdos. Es Ramoneda el más delicioso gurú español, hasta donde esta limitación nacional le parezca aceptable; tan poco amigo se manifiesta de las geografías sentimentales el campeón del 'buen rollo'... Aprendo mucho con él, y es mi gurú favorito por su dominio de la crítica, la cobardía y el formato. Como buen gurú, siempre da la impresión de flotar sobre las nubes, como si los problemas que ataca no fueran en ningún caso los suyos; también en las nubes encuentra el etéreo principio de la relación, lo que le permite hablar de todo, y de todo mezclado; y, finalmente, en la morada de las nubes se siente como dios. Aprendo mucho con don Josep, aunque me he resistido a los excesos demagógicos del 'buen rollo' incondicional: a veces, la realidad debe dar asco, por mucho que se desee que sea todo de otra manera.
En alguna de sus columnas de esta semana ha pateado Ramoneda a Joan Ridao, portavoz de ERC en el Congreso, por su maestría en el arte de abrir la bocaza -en general, ERC es un ambiente demasiado español como para excluirse de los defectos de la piel de toro patatera. Joan Ridao ha cantado para El Mundo, que es el que recibe los aplausos. En política sólo hay dos actitudes: la del vampiro y la del pigmeo. Pero en la política española se ha desarrollado una transversal, como se dice hoy: la del bufón. España ha realizado, pues, dos aportaciones a la teoría política: el término 'liberalismo' y el bufoneo, e igual que hay liberales de izquierdas y de derechas, hay bufones en todas partes.
Hay que ir con cautela siempre que algún palmero de la batería de medios del Partido Popular se presenta para jalear a uno con su ritmo insano; es posible que con la mano abierta termine arreándote una buena hostia.
Pero ERC es un ambiente entretenido desde siempre. Joan García Oliver, anarquista y ministro de Justicia en uno de los gobiernos de la Segunda República, describió en El eco de los pasos sus relaciones con otro insigne republicano de ERC, Lluís Companys. Merece la pena revisarlo. Cuenta García Oliver que no era precisamente Companys lo que podría llamarse 'un rojo', lo cual no impresiona en absoluto, pues la política, hasta la Guerra Civil, la practicaban única y exclusivamente burgueses bien alimentados, y no sólo José Antonio Primo de Rivera merecía el término de 'señorito', ansiosos como estaban todos los políticos de entonces de disfrutar de privilegios. Especialmente divertido es el comentario de García Oliver sobre el uso del coche oficial que hacía la esposa de Companys: el medio ideal para ir al mercado. Y todavía más: Companys, a quien fusiló el franquismo, también sabía lo que era pegar tiros desde su despacho de la Generalitat, humor que apaciguaba con una suculenta cena servida a la mesa con el Estado Mayor ruso en Barcelona. Como digo, es Catalunya demasiado española como para que los líderes de ERC se exilien en la Fiesta de la Hispanidad...
No basta con ser de izquierdas...


Yvs Jacob