domingo, 7 de noviembre de 2010

Y el Papa dice que el hombre vive de espaldas a Dios

Pues fíjate que el hombre cree que es al contrario, que no hay noticias de Dios desde que el Cristo resucitó -¿se dio acaso a la fuga?-, y que alguna responsabilidad tendrá el magnífico Creador, si de verdad esta mierda de mundo se le debe.
Unos milagritos no hubiesen venido mal a tiempo; quizá unas ejecuciones sumarias durante el sueño de unos cuantos presidentes de gobierno y de otros hábiles emprendedores, realizaciones de la venganza que mantuviesen despierta la llama de la fe en el corazón de los hombres, y hasta unas guerras relámpago de religión que liquidasen a la amenaza infiel que alborota los aeropuertos, pero no con las armas de los hombres, sino con otras infalibles y justas que sólo puede manejar un formidable y auténtico dios que se pone manos a la obra.
No puede extrañar, pues, que el hombre occidental haya perdido la fe -en España, por ejemplo, ahora hay un partido de fútbol todos los días de la semana, que algo es algo-; no puede sorprender, viendo la parafernalia que acompaña al Santo Padre y lo bien que viste, que el hombre occidental experimente algo más parecido al hastío que al gozo místico, porque no hay indicios para creer en la eficacia de ningún mensaje evangélico como promesa de felicidad futura bajo la estricta observancia de la Ley de Dios en este mundo, y menos aun si el mensaje lo trae alguien que pretende haber sido elegido por la voluntad suprema mediante el sistema de voto -¡ahí es nada!
Dios es algo demasiado grande para convivir con los hombres. Lo que debería hacer el Vaticano es repartir billetes de alta denominación; sin duda, el mejor modo de manifestación en este mundo de la trascendencia -en principio, el billete se puede cambiar por infinidad de cosas.
Y en cuanto a la salvación de las almas, hay que decirle al Santo Padre que no se preocupe, que Intereconomía y Libertad Digital ya han probado que, en efecto, la raza española, al menos, alma no tiene, una raza que a Dios le salió vacía, y como mucho puede meterse dentro de sus miembros un buen montón de mierda, y tanta, que no hay divinidad a la que se le ocurra asomarse allí.


Yvs Jacob