sábado, 31 de marzo de 2012

Tocomocho "se va" de huelga

1. Tanta mierda había en mi calle cuando salí de casa -mierda, pero mierda de verdad, de la que cagan los perros, de la que echan esos seres similares a los humanos, a quienes la cultura ha extirpado sin embargo, ay, toda la humanidad-, tanta mierda, pues, que yo creí que era el 29 de marzo, día de huelga general, otro, como dirían los portavoces de nuestro Gobierno, normal. Contaré que en una ocasión llamé a un número de teléfono de los que te proporciona alguien desde Chile cuando se busca información a través del 010 del Ayuntamiento de Madrid, una llamada para resolver un enigma que desde hacía tiempo me consumía, porque ¿cómo podía ser que yo viese a los barrenderos bajar por mi calle a las 8 de la mañana, para verlos subir a la 1 de la tarde, mi calle con más mierda que un poblado de chatarreros? Quien me atendió no resolvió mi duda, pero me proporcionó un nuevo número de teléfono, que llevó hasta otro, y así hasta un tercero, gracias al cual logré una explicación: "su calle es lo que nosotros llamamos una calle de tránsito a zona, luego no tiene asignación, y depende de cómo hayan andado de trabajo los compañeros...". Y ya es mala suerte vivir en una calle de tránsito...

2. Pero apenas unos pasos, ya se apreciaba que no, que no era un día cualquiera, sino uno de mucho vandalismo, de incivilización, barbarie, uno de gran violencia, ¡un día altamente catalán! Obsérvese si no el estado en que quedó este banco, digno representante de la aristocracia entre el mobiliario urbano madrileño. Atención: no debe confundirse en Madrid un banco con la otra estructura, tan parecida, que se destina al descanso, preferiblemente nocturno, de algunos ciudadanos en la vía urbana, la cama con lateral de seguridad, que bien se aprecia al fondo de la imagen, con la mesilla de cartón, obligado complemento para el sin hogar, y sin embargo madrugador. Pero obsérvese qué salvajismo sindical no se habría desatado contra este precioso banco madrileño, tapizado con ese material nobilísimo, el sky, que en los años ochenta llegó incluso a desplazar la nobleza natural del cuero, entonces espurio, anticuado, provinciano. Un tres plazas precioso, tono mostaza muy bien logrado; y cómodo que debía de ser... ¿Dónde se sentarán ahora nuestros ancianos, qué derecho tenía nadie a destrozar así lo que es de todos? Sindicalistas bárbaros, raza destructiva y cruel, ¡yo os maldigo!

3. Avancé por el camino de la desolación. Como había escuchado el llamado de esa gran demócrata, y líder de demócratas, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, intenté retratar con la mayor fidelidad todo cuanto pudiera herir de muerte al enemigo sindicalista, transgresor vicioso, peligro para el orden público y hasta la moral, retrógrado comunistoide que sólo conoce el apetito de saqueo, de esquilmación, buche lleno con el sudor ajeno... ¡ah, cuánto los odio! Y caí en la cuenta de que no sólo destruía el sindicalista la propiedad pública, que también dirigía su ceguera guerracivilista contra la propiedad privada de las personas, y hasta contra estas últimas. Esto es lo que quedó de lo que en esa jerga de asesinos se conoce como esquirol -¡una palabra... catalana!-, un ciudadano con seguridad honesto y responsable, persona ejemplar e íntegra, un español. Que lo vea la presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo vea España entera y que lo vean en todo el mundo, ¿pero es que no conocen esos rojos la piedad? ¿Es que no tienen alma... no son humanos... no tienen corazón? Demócrata yo... ¡quise matarlos a todos! ¡Rojos, asesinos! ¡Iconoclastas!

4. Todavía me reservaría la jornada imágenes imborrables para las noches de terror, pesadillas que me acompañarán mientras viva. ¿No son acaso restos los que aquí flotan que integraron alguna vez un cuerpo frágil y tierno? ¿Podría encontrarse vileza más extraordinaria que semejante desmembración, descuartizamiento, despiezado, la inocencia destruida? Si tal es el precio que debe pagarse por la reforma laboral, ¡cese, por Dios! ¡No podremos soportarlo!


5. Siguiendo el rastro que delataba el paso de los salvajes sindicalistas españoles, llegué por fin a la manifestación. No había lugar a la menor duda: armados y organizados, eran todavía más violentos, más peligrosos; incontenibles en su ansiedad, la vida humana no tenía para ellos ningún valor. Sus gritos alentaban a la lujuria, al desenfreno; sus tambores hipnotizaban, uno que los escuchase ya sólo pensaba en aniquilar la vida de los otros, sólo pensaba en no dejar ni los cimientos de la humana sociedad, de la civilización. ¡Y qué aspecto el de las bestias! Sólo verlos ya daba miedo. 


6. No se pierda detalle del modo como el que parecía ser su líder animaba sin ninguna reserva a la hueste envidiosa y sedienta, inmadura para aceptar su suerte a que cometiese crímenes inenarrables, los más terribles que imaginar quepa. ¿Cómo podremos dormir tranquilos sabiendo que ese hombre se encuentra entre nosotros? ¿Y no se aprecia con absoluta claridad cómo inicia la carrera este grupo, quizá tras el avistamiento de algún honrado trabajador que, en el ejercicio de su derecho, este sí, constitucional, acudía, si es que no se encontraba ya en él, a su puesto de trabajo? Intolerancia, voluntad de dominio, no, de muerte. No hubiese querido yo, por nada del mundo, caer en las manos de esta masa dionisiaca, provista de sofisticados instrumentos para la agresión que ni el más sangriento de los ejércitos utilizaría en una guerra justa. Que lo vea la presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo vea el mundo entero, ¡así son los sindicalistas españoles! ¿Acaso no debería intervenir ya la OTAN? ¿Acaso no le queda a España un amigo americano?


 7. Un milagro fue que todavía con vida, infiltrado entre estos caníbales, pudiera con mis propios ojos
ver lo que sucedió ya en la Puerta del Sol -inmisericordes, ninguna compasión, ninguna humanidad había en ellos. El egoísmo y la sinrazón secuestraron a la masa durante los discursos incendiarios, abrasivos de sus cabecillas, que desde una plataforma lanzaban proclamas, el puño en alto, el símbolo, no de la disconformidad, sino del liberticida. Fue entonces que un equipo de bomberos hizo presencia en una de las entradas de la Puerta del Sol, zona de tránsito, al parecer, hacia el lugar que reclamaba su intervención. Pero lejos de abrir camino a quienes dedican su vida a salvar a los demás, muy lejos de ceder el espacio, los más de 400.000 vándalos que llenaban la plaza, entre los que podría encontrarse quizá algún familiar, alguno de sus seres queridos que urgentemente necesitase la ayuda experimentada de los profesionales de la emergencia, lejos de responder como lo haría una persona normal, la jauría se abalanzó sobre el camión -un camión de bomberos que no había encontrado otra ruta que la obligada apertura de la masa, 400.000 individuos-, e impidió de nuevo que unos trabajadores hiciesen uso de su derecho constitucional, el de negarse a participar en una huelga festiva, para realizar su cometido, aquel por el cual la sociedad les retribuye religiosamente. ¡400.000 indeseables...! ¡Ojalá los hubiese atropellado a todos! 

8. A punto estuvo de comenzar entonces lo que Ernst Jünger llamaría la guerra del material. Los sindicalistas se hicieron fuertes en la plaza, la euforia tras la expulsión de uno de los cuerpos del Estado se contagió, se redobló su sadismo, y con la presencia, con el apoyo de nuevas armas que dejaban en la indefensión a los buenos demócratas, honrados trabajadores y pequeños propietarios honestos, la aguerrida marabunta rugió -desde el ministerio de Interior se dio la orden de restringir el espacio aéreo sobre la Puerta del Sol, una medida de todo punto necesaria, "¡que sepa esa chusma que todavía hay un Estado, que todavía hay un Gobierno en el Reino de España!", parece que se dijo en algún despacho, una mano pringaba el auricular de un teléfono con los restos de lo que había sido un canapé de salmón...
Tiene razón la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; si se emplean todos los medios con que cuenta el Estado, los sindicatos, como el muro, caerán. Y cuando caiga el sindicalismo, seremos, por fin, libres.


Tocomocho para Basuragurú -un día que pasó mucho, pero que mucho miedo.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Ruiz-Gallardón, el ministro que se creía un intelectual

Pues la nueva legislatura, con la dirección de la cosa pública en manos del PP, se prometía grotesca, y no va faltando de nada de lo que repugna a la razón -desde el ministro risitas, Cristóbal Montoro, pasando por la ministra ultra, Fátima Báñez, hasta llegar a la vicepresidenta "yo no he sido", Sorayita, o el ministro intelectual, Ruiz-Gallardón... Todo de todo... nada de nada.
¿Para qué existe un Parlamento? Decía Elias Canetti que la solemnidad del Parlamento nos recuerda en cada momento que ya no nos matamos -la lección es todavía más válida para esos empeñados en llevar la democracia de gira por países donde nunca ha existido un periodo, dígase, "liberal". No obstante, cuando se escucha gritar a los ultras del PP en el Parlamento -el ahora silenciado ministro Wert, la referida y muy frontal ministra Báñez...-, uno se pregunta si, a pesar del Parlamento, no empezaremos pronto a matarnos otra vez. Pero un Parlamento existe para determinar qué leyes o libertades -en democracia, la libertad es siempre una ley- pueden disfrutar los ciudadanos de tal o cual sociedad, pero, ¡por el amor de Dios!, que nadie pretenda definir al hombre por sus libertades reconocidas como ciudadano, que una cosa y la otra no tienen nada que ver. Y es que hay intelectuales que de verdad lo son, y hay ministros de Justicia que han sido antes alcaldes. Lo que sea el hombre y lo que sea la mujer, lo que hace hombre al hombre y lo que hace mujer a la mujer, nada de eso se puede determinar por el resultado de las urnas ni en una votación parlamentaria. ¿Pero cómo llega la derecha española a una confusión tan básica en la función y uso de las instituciones de una sociedad? ¿Cómo puede ser la derecha española tan tosca, tan burda, tan pobre en matices? Yo sostengo desde hace tiempo que el PP libra una guerra contra la democracia, y los acontecimientos no dejan de darme la razón.
Comprende la ciudadanía que el PP no quiere reconocer el aborto como un derecho-libertad de unos miembros de la sociedad, las mujeres, aquellos sujetos que pueden hacer uso del mismo. Esto es comprensible, y el Parlamento, la Cámara, la institución legislativa, dirá finalmente si el aborto es o no una libertad, un derecho, y lo expresará mediante una ley, pero nunca dirá el Parlamento lo que es o no un hombre, lo que es o no una mujer, y no hay ley humana para semejante reflexión. Ahora bien, ¿qué es eso de que la maternidad hace mujer a la mujer cuando se habla del ser eminentemente cultural, el hombre -modificable, variable...-, qué quiere decir el ministro Ruiz-Gallardón, si no un disparate, cuando se atreve a argumentar con la superstición cultural en un asunto de altura existencialista? Es mucho más honesto y encomiable decir: "nuestra visión del mundo, expresión más acorde con la regresión al siglo XIX, defiende que el origen de la vida humana se encuentra en el instante mismo de la concepción, y no queremos reconocer como libertad el aborto, que sería igual al reconocimiento de un derecho de asesinato". Punto. Así dicho, es ejemplar la exposición de un modo de entender la totalidad. Pero cuando se empieza con eso de que a la mujer le corresponde tal y cual cosa por ser mujer... ya vamos por el mal camino. ¡Qué ganas hay siempre en la derecha de meterse en la vida ajena! Y lo soportamos como trabajadores en un mundo mal organizado -"usted, nos dicen desde la derecha, es pobre, luego tiene que trabajar más"-, pero en tanto que hombres, estas definiciones del hombre que esgrime la derecha, bien sabemos por dónde se las tiene que meter el ministro de turno.
Pues así es. Que el ministro se dedique a lo suyo en este asunto, que es, según parece, eliminar una libertad que para algunos no podía ser tal, y no nos venga ahora con filosofías enmohecidas. Y obsérvese además que el aborto podría evitarse, no ya porque la dignidad del ser humano nace en la concepción, sino si la sociedad humana hubiese sabido organizarse para preservarla en cada momento, en lugar de derivar hacia la burla que es hoy la vida en todos los sentidos. Pero no, aquí se quiere evitar una consecuencia sin prestar atención a las causas... Pero en España, ¡a quién le podría sorprender esto!
Terminaré con un "¡viva Pérez Rubalcaba!", que se lo merece, ¡joder!


Yvs Jacob

sábado, 24 de marzo de 2012

Jesús Torres escribe un concierto para violín al que le sobra toda la orquesta

Ya lo decía mi profesor de Educación física -ya se sabe, "gimnasia"- cuando nos veía asomar por lo que en el colegio se conocía como "el cuarto de la música": "cuidado con el xilófono, eran las palabras de uno que se hacía llamar don Guillermino, que es así como lo jodemos". "Así", claro, quería decir "aporreándolo", "subidos encima" o "agitándolo en el aire". En el cuarto de la música había también alguna que otra pandereta, una pareja de maracas y una bandurria colgada en la pared -quizá también una flauta de ese material noble, el plástico, cuando todavía no venían de la China. Pero que no se interprete que en el Concierto para violín y orquesta de Jesús Torres fue una mala ejecución de la marimba lo que arruinaba la obra, sino que es la presencia del instrumento, su participación en el todo, en aquel jaleo amusical, lo que cabe emplear para resumir de manera eficacísima el atrevimiento de este compositor, que consiguió que una ola de frío polar recorriese la sala durante veinte minutos con su ocurrencia acumulativa, que repartía notas a diestro y siniestro -y golpes- entre los instrumentos, con la peor fortuna para todos ellos -el público pasmado se aferraba en secreto con esperanza al violín de Miguel Borrego, ¡pero un imposible el rescate!
Tiene que haber alguna palabra para referir el hecho de que el estreno absoluto del Concierto para violín y orquesta de Jesús Torres fuese alojado en el programa de abono de la Orquesta de RTVE entre dos sinfonías, una de Haydn y otra de Glazunov, alguna categoría estético-musical para significar una pausa en la música -en los cines aparecía el mensaje "Visite nuestro bar". Incluso se puede decir que Jesús Torres ha escrito un desconcierto con violín, que acumula, además, todos los tics del lenguaje musical cuando huye veloz de la armonía para introducirse en esa modernidad luisdepablista española, que apenas se descuida el compositor, en lugar de una exploración de los márgenes de la expresión musical, le sale de la partitura una estampida, con sus elefantes y todo.
No es la primera vez que asisto a una broma semejante. Pero obsérvese siempre a los profesionales. "Interpréter, escribió Maeterlinck en La vie des fourmis, n'est pas toujours comprendre". Es habitual percibir alguna expresividad en los profesores de la orquesta cuando aquella música que hacen brotar de sus instrumentos es contenible en una unidad, un continuo que va de principio a fin y se reconoce como tal, lo que se llama una "obra". Por ejemplo, la sinfonía de juguete de Haydn que se interpretó en primer lugar exhibe todas las características de uno de los modos de la música, dígase el "clásico". Haydn escribió varios cientos de ellas, y como no son en su mayoría más que una burda repetición de la misma, es difícil rescatar alguna para la excepcionalidad. Es una música que se agota en sí misma, que suena, que llena el tiempo y el espacio, incluso cuando no perdure en la memoria. Los intérpretes la comprenden; las notas, las frases... producen placer; al finalizar su ejecución, se tiene la certeza de haber transmitido la música. Nada que ver con la propuesta de Jesús Torres, que deja, por su herida, una huella profunda, sí, una propuesta agotadora, que dilata, por tortuosa, el tiempo, que desaloja un espacio, y que deja, creo yo, la certeza de haberse arrastrado por los peñascos.
Nada se puede decir contra la excelencia de Miguel Borrego, que hubiese agradado más al público si hubiese ejecutado el concierto como se hacía antes en los salones, sin acompañamiento, si no hubiese tenido que luchar contra una marimba tan absurda y tan invasiva, si no hubiese tenido que luchar porque su violín de 1710 superase el estruendo de la sección de percusión, que entraba, tal y como lo había dispuesto el autor -¿se puede disponer el caos?-, inopinadamente y haciendo muchísimo ruido. Y es de hecho lo que yo propongo: para los lenguajes que se pretenden más avanzados en la creación musical, es absurdo conceder a un instrumento del Barroco el protagonismo si se escribe una partitura de destrucción para la orquesta -es lo más apropiado cuando se cuenta además con un violinista impecable.
Kees Bakels. El director holandés tiene uno de los movimientos de cadera más graciosos e intrépidos que se hayan podido ver sobre el podio del Teatro Monumental, pero cuando apoya una mano en el pretil, y marca el compás con la otra, ofrece la impresión del abuelito ya muy desmadejado al que un cóctel de medicamentos le saca la chochera infantil, y no se sabe si dirige o parodia -entre la tercera edad, su bamboleo desenfadado dejará muy grato recuerdo.
Es cierto que falta todavía un gran concierto español para violín en el repertorio del instrumento, pero no parece que el de Jesús Torres haya resuelto esa carencia.


Yvs Jacob

lunes, 19 de marzo de 2012

Carrefour Express ayuda a los españoles a deshacerse de su excedente de chinos

Es para cagarse en la madre que parió a toda la clase empresarial española, ¿pues no ha tenido que venir un grupo francés para poner orden en las cosas de España, que están, como siempre, desmadradas? Si es que llevo tiempo diciéndolo, que estamos aquí sobando a la Pepa cuando lo que hace falta es que venga un Napoleon. Pues voy a decir también algo que jamás pensé que diría: Vive la France!
Veía las noticias durante el fin de semana, creo que en La 1 de RTVE, y ya se aprecia alguna influencia maligna, porque se insistía en el ideal chino del trabajo, ya se sabe, la hasta ahora desconocida esclavitud de toda la vida, y aparecían en pantalla un montón de chinos que hablaban de lo mucho que trabajan y de lo mucho que les gusta el trabajo, y será que lo acaban de descubrir, como cuando uno empieza con la masturbación, que no deja ni un momento de presentar sus bondades a todo el mundo. Y uno de estos chinos tan trabajadores decía a los periodistas algo así como que no sabría qué hacer si estuviese mucho tiempo parado, porque él ya está muy acostumbrado a trabajar, y si no trabaja, se aburre... que se aburre el pobre chino, y en eso consistía su defensa de la realización humana mediante el trabajo, en que uno se aburre cuando no lo explota un hijoputa. Yo creo que esto ya es demasiado, y ya no sé qué pensar del periodismo didáctico, pero es sin duda demasiado, lo que está pasando, lo que nos está pasando, es demasiado. A mí ya me preocupa no mucho, sino muchísimo, lo que sucede en España, creo que estamos cayendo, como en una viñeta de El Roto, y en la caída nos decimos que vamos en la buena dirección. Todo esto que sucede es ya más que un disparate, es una histeria colectiva que conducirá definitivamente a un estallido de violencia insuperable si no se empieza a domar la situación; y por el momento, no parece que haya iniciativas al respecto. Iniciativas españolas, no; pero sí que existe una república como Dios manda, arriba de los Pirineos, cuyos habitantes, los sabios galos, acuden ahora en ayuda del mediocre ibero, y ya se verá que lo rescatarán del gigante amarillo que lo persigue con el falo fuera por todo el tablero. Alguien en Carrefour ha tenido la brillante idea de hacer frente a la invasión amarilla en España con tan sólo ofrecer en una nueva línea de establecimientos todo lo necesario para la vida humana de un occidental -que ya concede, por supuesto, un espacio importante a toda suerte de mitologías-, una nueva línea de establecimientos limpios, bien iluminados, con productos de marcas reconocibles, con productos frescos, todo pensado para el ser humano. Ha nacido Carrefour Express. ¿Cómo no se le ha podido ocurrir a nadie en España abrir una línea semejante, si apenas bastaba barrer, fregar, ordenar unas estanterías y quitar a los chinos de la vista, coño? Pues no, ha tenido que ser la nación de le petit bonheur, porque sólo una nación que presta atención a las pequeñas cosas puede disponer los medios para la felicidad de su sociedad. Y se está llevando a todos aquellos que hemos jurado no entrar jamás en un establecimiento oriental, a los que tenemos dignidad, a los que no nos aburrimos en nuestro tiempo libre, a los que defendemos la belleza de las ciudades, a los que no meamos en las paredes ni sacamos a nuestro perro a cagar a la puerta de nadie.
Debo añadir que yo soy partidario de comprar siempre en el mercado del barrio, algo muy tradicional en Madrid, hasta que las abuelas cayeron también en la red neocapitalista, y peinan las calles los domingos por la mañana, entre tiendas de pakistaníes y orientales, en busca de la mayor cantidad de productos naturales en las peores condiciones posibles, quizá porque en el fallo más clamoroso del capitalismo salvaje, que promete, se suponía, la mayor eficacia al menor coste, lo que hoy nos ofrece el mercado, y nos anima a que aceptemos la compensación, es mucho pero muy malo, y a las abuelitas las ha ganado. En fin, estoy muy triste, pero también un poco contento al ver que en Madrid ya no se entregan los locales donde ha fracasado una actividad económica al invasor amarillo, y que el vecino francés ha venido con toda la tropa a disputar esos espacios. Y nosotros, pues mirando...


Yvs Jacob

sábado, 17 de marzo de 2012

El Gobierno de Rajoy miente, improvisa y tiene ocurrencias como todos los demás... ¡tralalá!

Y se contradice, y se burla de los españoles, y dice, para los tontos, muchas tonterías.
¡Hay que ver... hay que ver...! ¡Qué desilusiones me está dando la política española! Un chiquillo tan ingenuo, convencido de que en democracia siempre gana quien lo merece, que gana el mejor, y apenas unos meses después de la victoria de Mariano, por tantos sobrenombres conocido -"el que tenía que venir", "el notarías", "el cuatro casas", "el breve", "el del dedazo"-, apenas tres meses... y despierto y descubro y me encuentro con la verdad. ¿Pues no habíamos echado a unos del gobierno del Reino de España porque eran mentirosos, ocurrentes, improvisadores pero, sobre todo, incompetentes; pues no los habíamos echado los españoles para dar la dirección de la gestión de la cosa pública a Mariano Rajoy y a su equipo de recio currículo, expertos en todas las materias, personas íntegras y con moral, nada que ver con esos socialistas malos, que llevan en sus siglas la invocación al desastre, y que empujan a tan nobles corazones como son los dirigentes "populares" hacia el límite de su humanidad, a punto de cometer los peores crímenes en nombre del bien de nuestra sociedad; no los habíamos echado, pues, y ahora resulta que, o bien no eran tan malos como se creía, o bien estos que eran tan listos cuando se sentaban en la bancada del perdedor, son ahora tan tontos, en la bancada de los que mandan, como el tonto que defiende que ETA está detrás de los atentados del 11-M?
Porque un ministro dice una cosa, la vicepresidenta, otra distinta, y el primer ministro, nada de lo anterior; porque un ministro dice que no hace lo que hacían los que estaban antes, cuando hace lo mismo; porque la vicepresidenta se quejaba de lo que hacían los que estaban antes, cuando ella decía que nunca lo haría, y ahora lo hace; porque el primer ministro dice que no hará lo que hacían los que estaban antes y hace, sin embargo, lo que hacían los que estaban antes y lo que el mismo primer ministro dice que no hace... Y todo es así, and so on, and so on...
Y el coro demente que jaleaba con sus megáfonos a la oposición de entonces, en el camino hacia la victoria, el coro encolerizado, feroz su encabronamiento contra la incoherencia, la improvisación y la mentira, todas inventadas, del Gobierno de entonces, se calla ahora ante el bolardo en el propio ano, se calla ahora ese coro de putas, y se lo traga todo, hasta lo más gordo, como si fuese nada... ¡Hay que ver... hay que ver lo que pasa en España!
Y no menos magnífico es el bolardo que unos y otros, estafadores e intoxicadores de la opinión, le han metido a los españoles, esa raza boba, más que boba, crédula, más que crédula, infantil y secuestrada por la más terrible vulgaridad... ¡Qué cosas nos pasan en España...!
Un amigo que ha emprendido el camino del exilio me proporciona unos datos que no consigue explicar. "Pagamos por el consumo de luz más que nadie en Europa; igual sucede con las tarifas de telefonía, que son más altas que las de 'los países de nuestro entorno'; tenemos, sin embargo, los salarios más ridículos, en comparación con los demás europeos, y pagamos por ver un partido entre el Betis y el Murcia más que quienes van al campo a ver al Chelsea contra el Manchester United". Y así le digo yo: "Felipe, si es que nos tenían que matar a todos".


Yvs Jacob

lunes, 12 de marzo de 2012

La AVT despierta la insensibilidad con las víctimas

Dos discursos bien distintos pudieron escuchar los españoles el pasado día 11 de marzo, cuando se suponía que la sociedad en su conjunto habría de rendir homenaje a las víctimas del terrorismo. Quiero matizar que quienes escucharon tales discursos fueron los españoles, porque lo que sucede en España con las víctimas del terrorismo, eso no lo entendería nadie en otra parte del mundo.
Por un lado, en representación de la principal asociación de víctimas vinculada a los atentados sufridos en Madrid -tras la feliz decisión de José María Aznar de tomar posición a favor de la invasión y destrucción de Iraq-, pudo escucharse a Pilar Manjón, su presidenta, la defensa de la posición cabal en esta delicada cuestión; a saber, tanto si ETA hubiese participado en los atentados que supusieron el asesinato de casi 200 personas como si no lo hizo, la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo no podría ser empleada como un arma política contra nada ni nadie, tal vez porque su función no es otra que la de gestionar el recuerdo, si tal expresión se permite, que no influir en la vida política con la ceguera del dolor. Y no lo entienden así en la AVT, cuya presidenta, Ángeles Pedraza, insistía en la teoría de la conspiración, empeño todavía más repugnante cuando es una víctima directa o muy cercana la que lo expresa. Yo admito haber perdido la más delicada sensibilidad con los miembros de la AVT, pero soy un ser humano y no me alegra su desgracia, aunque siempre que los veo acudir a algún evento, siempre que escucho a sus diferentes portavoces en el tiempo, ya sólo percibo lo que en verdad son: por su comportamiento, una sección del PP, la sección de dolor -y hay otras, pero especialmente activa y beligerante es la sección de la superstición, ya religiosa, ya económica.
Algo insólito. En el lugar destinado al recuerdo de las víctimas del 11-M, fue Ángeles Pedraza, que preside una asociación de víctimas, en su práctica totalidad, del terrorismo de ETA, quien leía un comunicado, ante las autoridades, donde insistía en que todavía no estaba el atentado resuelto y bien resuelto. Y no se encontraba allí nadie de la asociación que preside Pilar Manjón, a la cual debió corresponder el protagonismo. Pero es que gobierna el PP, el partido de la insaciable estupidez, que no conoce límite cuando se mete en el fango, y tanto se ha pringado que todo lo que toca, y lo toca todo, lo llena de mierda.
En el montaje de los informativos, donde fue común que primero hablase Pilar Manjón, que pedía respeto y dignidad para las víctimas, y que lo hiciese después Ángeles Pedraza, que invocó al conspiracionismo de rigor, parecía que esta segunda llamase la atención a la primera y le dijese que así no, que no es así como se gestiona una asociación de víctimas del terrorismo, que la suya lleva más tiempo y sabe mucho mejor para qué está. Pero cuando habló Pilar Manjón yo sentí alivio -y también tristeza-, y cuando lo hizo Ángeles Pedraza, vergüenza, mucha vergüenza.


Yvs Jacob

viernes, 9 de marzo de 2012

Y al principio fue el centollo

De cuantas cosas repugnantes son capaces los seres humanos en grupo, pocas superan a la mariscada. Decía Hermann Heller que religioso es todo aquello en que participan los hombres, lo contrario a la aislada individualidad, pero ya se ve que algunas religiones son más guarras que otras.
Apenas visitaba yo un plato de ternera en su salsa, otros ritmos secuestraron por completo mi atención. Era una cadencia histérica, contundente, una cadencia de insistencia y algo tremenda para las condiciones del local, donde un letrero advertía "Prohibido cantar"; pero una cadencia maleante, por el sonido metálico, unido al tintineo no menos inquietante de la vajilla de loza en pleno desafío de su resistencia. En un escenario semejante, allí donde los seres humanos descuartizan el marisco, sus restos amontonados como el desperdicio de un desperdicio, yo tiendo a la reclusión de la sensibilidad, y ni siquiera levanto la vista de tanta repugnancia como siento por las formas menores y vulgares de la destrucción, y porque el devorador de mariscada suele pertenecer a un tipo muy específico de la fauna humana, allí donde lo hortera es ya irrevocable. "¿Pero qué demonios está sucediendo?", o algo así me preguntaba yo, aunque en la orgía gallega que me había tragado no quedaba aire para ningún pensamiento, y quizá sería eso lo que explicase lo que vi a continuación. Porque había, varias mesas a la derecha, una tiorra que golpeaba la pata de un centollo con el cascanueces sobre el plato, desbaratando así cualquier principio de civilización, y conseguía convertirme en un mar de dudas: ¿no podría ser que ahora que gobierna el PP hubiese retrocedido la sociedad española a la edad de esplendor de Atapuerca? Y no es fácil romper, vencer una fuerte resistencia con un cascanueces, pero bien diferente es constatar que la tiorra en cuestión ni siquiera intuyó las posibilidades del instrumento, que usaba para martillar, cuando no es en vano que sus patas se abren y cierran, para permitir que se aloje entre ellas aquello que se quiere romper. Fue un momento "monolito", como se comprenderá, y si no fuera porque los gallegos armaban un jaleo de mil pares de cojones, quizá incluso se distribuyeron por el espacio sobrante las notas de Also sprach Zarathustra, a la manera como utiliza Stanley Kubrick esta obertura de Richard Strauss en 2001: A Space Odyssey. Y fue precisamente eso lo que sucedió, que al principio, que tanto se parece a este final de la humanidad, al principio, cuando casi todo era mar, aquellos antepasados del hombre manifestaban su posición dominante unos respecto de otros por la furia con la que golpeaban a un centollo, y así nos hemos quedado, duros de caparazón.


Yvs Jacob

lunes, 5 de marzo de 2012

Sobre la conveniencia de manifestarse en 11 de marzo

La del 11 de marzo es, y siempre será, hasta la definitiva invasión de España por China, una fecha fea. Como todo el mundo sabe, el 11 de marzo de 2004 sufrió la nación española el mayor atentado terrorista en la historia de Europa, un atentado en respuesta a la actitud soberbia del adolescente irresponsable que se hallaba por entonces en la dirección del Gobierno, Josemari conocido, cuyo torpe envalentonamiento, y más torpe aún capacidad de raciocinio, le condujeron a creer que era -y es- España una nación capaz de asumir el liderazgo de la política planetaria, lo que no resultó sino en triste y fatídico farol de tahúr aficionado, un escarmiento sobre el que se ha evitado reflexionar durante mucho tiempo, y que si existiese de verdad una justicia entre los hombres, su benefactor, el siniestro Josemari, habría de pasar el resto de su vida entre rejas, en cadena perpetua revisable, pero perpetua. Como todo el mundo sabe, Josemari quedará en la historia como el siniestro primer ministro con ínfulas de aristócrata provinciano que puso en peligro a su país sin haber sido nunca juzgado por ello.
El 11 de marzo es y será, pues, una fecha muy delicada, y conviene ir con cuidado.
Como todo el mundo sabe, la organización terrorista vasca ETA nada tuvo que ver en la preparación de los brutales atentados, no obstante los muchos intentos del PP y de sus pregoneros, la caverna mediática o derecha opinácea, por mostrarla como colaboradora necesaria, junto con el PSOE, entre cuyos dirigentes, según el poder de los mencionados alucinógenos, debe situarse a los autores intelectuales de la hazaña. Como los datos confirmaron que los autores habían sido terroristas islámicos, brillantes intelectuales, Josemari dijo aquello de que "nos tenían en su punto de mira desde Afganistán" -para que lo entiendan los españoles más imbéciles, o votantes del PP: desde que gobernaba Felipe González.
El 11 de marzo es un día feo en el calendario, y convendría acordar, tácita o explícitamente, algo sólo posible entre seres humanos, como sería no echar más mierda sobre un asunto tan delicado, el homenaje a las víctimas inocentes de unos gobernantes estúpidos. Ahora bien, se contempla con asombro que las asociaciones de víctimas han trufado de ideología el dolor de sus miembros, y existen muchas de derechas y alguna quizá apolítica, quizá de izquierdas. Se contempla también con horror la instrumentalización de la lucha antiterrorista por parte del PP hasta lograr una cima en que no hay estómago humano que pueda digerir tanta zafiedad, tanta atrocidad, tanta bazofia, y se contemplan con no menos repugnancia las imágenes de dirigentes del PP en manifestaciones en fechas inmediatas, en años pasados, a las ceremonias de homenaje a las víctimas de los atentados. Se llega fácilmente a la conclusión de que, en la guerra que libra el PP contra la democracia, en cuyas batallas se sirve de todos los medios imaginables, lo mejor que puede hacer la parte todavía responsable y paciente de la sociedad española es no imitar a quienes no son sino modelo de vergüenza. No obstante, a la vista del corto alcance de la inteligencia política de los españoles, quizá sea oportuno contestar al PP con idénticos medios a los que su macabra dirección emplea por el bien de los demás, con idénticas provocaciones y desafíos, pero sólo con la esperanza de que contengan su estrategia de destrucción moral en el futuro. Aunque quizá sea más acertado sustraer a los ansiosos y asquerosos políticos del PP la posibilidad de exhibición de su cara dura en escenarios donde el dolor es ajeno; me refiero a lo idóneo que sería poner en marcha una iniciativa ciudadana que homenajease a las víctima del 11-M sin presencia de buitres, lobos y bestias de similar pelaje, un sincero homenaje de los ciudadanos anónimos a aquellos compatriotas inocentes que pagaron con su vida el petróleo inexistente y el bienestar, su principal derivado, que ni vinieron ni vendrán de Iraq.
El 11 de marzo, quienes creemos en la verdad, en el honor y en la justicia, tenemos que resolver la siguiente duda: por la verdad, el honor y la justicia, no contaminar políticamente una fecha consagrada a las víctimas, y no acudir, pues, a la manifestación, o, por la verdad, el honor y la justicia, asistir a la manifestación y asestar así un bofetón en toda la cara a las sabandijas del PP, para que tengan por seguro que todavía existen vida e inteligencia fuera de los 10.800.000 idiotas que les votaron.


Yvs Jacob

viernes, 2 de marzo de 2012

Miseria de España (microrrelato)

Y cuando Mariano el Breve terminó su mandato, la crisis todavía continuaba ahí.

[Variación 1. Y cuando Mariano el Breve despertó, ya éramos 7 millones los desempleados en España].

[Variación 2. Y cuando Mariano el Breve regresó a la realidad, de España no quedaban ni los conejos].

[Variación 3. Y cuando Mariano el Breve advirtió que existía la realidad, los españoles ya fregaban el suelo del malayo con el cepillo de dientes].


Yvs Jacob, sobre una idea de Augusto Monterroso