jueves, 20 de noviembre de 2014

"Basuragurú", a favor de la querella contra los benefactores de la obra coral en Catalunya el 9-N

Imagínese que un buen montón de gente se pone de acuerdo para realizar alguna acción. Personalmente creo que cuanta más gente participe en una actividad peor saldrá ésta, pero es que yo soy muy negativo, haber vivido tanto tiempo entre los españoles me ha conducido a perder la fe en toda la humanidad. Pero sigamos con la propuesta: si ese buen montón de gente se coordina de tal manera que unos individuos sobre otros alcanzan la altura de una torre no tan modesta, se dice que se ha formado un "castell" o "castellet", y tiene su mérito; pero si ese buen montón de gente opta por ocupar una avenida tras otra en una sucesión interminable y simbólica, entonces se celebra una "Diada". Hay "diadas" y "diadas" -¿o "Diadas"? No es lo mismo una Diada normal en la que se despotrica contra los españoles en nombre de  una incólume conciencia de sí, de ser y pertenecer a un pueblo que desde los primeros seres unicelulares ya se sabía original y se contemplaba en su completud, que una Diada vistosa, por así decir, una en la cual los participantes no están llamados a ocupar la calle sin más, sino a hacerlo de manera ordenada. Hay algunas actividades en común de los catalanes que no deben pasarse por alto para entender la sorpresa de los gobernantes y de algunos finos periodistas cuando este pueblo sale a la calle y sus paisanos se colocan en el lugar en que se deben colocar y no en otro. Por ejemplo, cuando se celebró en Barcelona el llamado "Fórum de las Culturas" el mundo entero pudo ver la manera muy a la española de cerrar un festejo: se arrasaron las instalaciones, se desató el más deportivo vandalismo y afloró la muy española manía de atesorar lo inútil, porque difícil es justificar que los catalanes cargaran hasta con los tornos de acceso -se tratará tal vez de una "fobia del peaje", que no es por cierto ninguna imposición del Estado español a los catalanes, sino de la institucionalización de la estupidez de los catalanes entre ellos mismos. No es de extrañar por tanto que cada vez que los catalanes se echan a la calle sus dirigentes valoren positivamente el carácter pacífico de la masa reunida.
Una Diada vistosa no es sin más un acto religioso -me van a perdonar los politólogos si para mí lo que hace mucha gente reunida es antes un acto místico o de religión que otro de tipo político y menos aún democrático, porque para mí la democracia es mucho más que la mitad más uno; a veces me siento tan culpable por haber leído algún que otro libro... En una Diada vistosa, como la última Diada, se planteó a los participantes el desafío de formar una gran "V" con las franjas de la bandera catalana. Voy a intentar explicarlo tal y como debió de ser propuesto a los participantes. Formar una gran "V" presenta más dificultad cuanto más bruto es el pueblo que asuma el reto. Viene ahora a mi memoria un episodio clarificador. Por ejemplo: una comunidad de vecinos decide por mayoría que los aparatos de aire acondicionado no se situarán en el exterior del edificio, sino en los patios interiores, pero uno de los propietarios reclama su derecho a colocar el suyo donde le salga de los cojones. Esto es España. Hay franjas amarillas y hay otras rojas, y si vistes de amarillo te sitúas en la corriente amarilla y si lo haces de rojo, pues en la roja. Ojo que no es tan fácil como parece, que la cultura, efectivamente, tiene su peso en el hombre, si es que el hombre no es mucho más que su cultura.  Además, vista desde el aire, la gran "V" no se pixela. Artur Mas se congratuló aquel día del buen sentido del orden de los catalanes, y cabe reconocer que aquellas franjas de la bandera catalana quedaron muy logradas. Y para superarse a sí mismos, los catalanes buscaron un reto todavía mayor, pues de la "V" bien hecha cabía ascender a la realidad como debe ser. Se plantearon entonces cómo realizar una consulta democrática sin Estado, o no tan democrática, y no tan sin Estado... Un poderoso mito catalán diferencia a los individuos en demócratas y en antidemócratas. Son demócratas quienes votarían "sí" en una consulta que plantease la cuestión de la independencia de Catalunya, y son antidemócratas todos los demás. Asimismo, son "catalanes como tienen que ser" -según expresión de Artur Mas- quienes participasen en dicha consulta y votasen "sí", mientras que no lo serían todos los demás. Un catalán como tiene que ser es un portador privilegiado de los valores culturales catalanes, siendo uno de sus principales contenidos la necesidad de romper con España, a la que se llama sin más "Estado" o "Estado español" -esto es maravillo como objeto de estudio de las ciencias políticas, culturas o naciones culturales que se relacionan no con otras naciones o culturas, sino con Estados, lo que me recuerda mucho a aquellas reflexiones de Susan Sontag sobre la humanidad de los negros, a quienes el hombre blanco había convertido en meros aparatos sexuales: un negro es una gran polla, no es un ser humano propiamente, y el Estado español es esa gran polla, o lo que es igual, para un catalán, la historia no existe, Catalunya limita al Norte y todo lo demás, y es un sujeto pasivo de la historia. Se entenderá que para mí el concepto de participación y democracia catalán se asemeje antes a la religión que a la reflexión política: ir más allá de los hechos, que son la historia, es la prueba de fe de la catalaneidad. Por otra parte, la fidelidad exige sus propios actos, y el Día 1 de la Nueva y Grande Nación Catalana se pasará lista y revista, y se preguntará a muchos qué hicieron y dónde estuvieron cuando los catalanes como tienen que ser se esforzaban por ganar la libertad de su Catalunya -y uno ya no sabe si reír o llorar-, que padecía "la amenaza del exterminio" -según expresión de la presidenta de la "Assemblea Nacional Catalana". Para llevar a cabo una consulta democrática no tan democrática sin Estado o con un poco de Estado se requiere masa participante y autoridades que pongan parte de una infraestructura pública a disposición de organizadores y de esa masa participante. España es de facto un país sin ley que asfixia a quienes creemos y necesitamos de ella, de la ley. No hay ley cuando de facto no se cumple ni se hace cumplir. Esto ha hecho de España históricamente el desastre hoy por todos conocido, España es incapaz de contenerse dentro de la ley, y eso que leyes no le faltan. La ley puede ser una norma o una conducta: un pueblo con malas conductas necesita muchas leyes, como España; y un pueblo con buenas conductas no necesita de la ley. Además, España es uno de esos países en los cuales causa sorpresa que se exija el cumplimiento de la ley y que se objete a alguien haberla incumplido. Llama poderosamente mi atención que quienes pretenden convencer a los demás de las bondades inmanentes de cualquier decisión que les favorezca alcanzada mediante la urnas sean también quienes se rasgan las vestiduras porque se advierta en ellos una actitud o un hecho contrario a la ley. Yo personalmente no salgo de mi asombro. En España la ley es un "de vez en cuando", en España se quiere que el poder judicial autónomo haga justicia pero que no la haga toda, que la haga "con mano", que haga un poco de justicia pero sin pasarse, y si es posible, que algunos hechos ni siquiera sean sospechosos de haberse llevado a cabo al margen o en contra de la ley por mucho que así haya sido. España es un país raro. Yo quiero que Esperanza Aguirre sea juzgada y condenada por los delitos o faltas cometidos en la desobediencia de la autoridad, pero también necesito que Artur Mas & Cía. sean llamados al orden por la justicia, todo esto al margen de que me importe o no una mierda que Catalunya sea o no parte de España. Para mí es importante que las relaciones entre los individuos sean actos regulados, normativos, no creo en las buenas intenciones en política ni en las naciones de filósofos. España se pierde y está perdida, su cultura es y siempre será el irracionalismo, y es triste apreciar que del mismo sólo brota la creatividad del conflicto. Jamás imaginé que podría reunir estas palabras, pero quiero manifestar mi apoyo a la decisión del fiscal general del Estado de presentar una querella contra los benefactores de la multitudinaria obra teatral representada en Catalunya el 9N, creo que no tiene otra opción si de verdad ejerce el cargo para el que fue designado, es su obligación cuando los indicios de delito son tan abultados -es insoportable que continuamente se quiera transmitir a la opinión pública en España que nunca pasa nada, hay que decidir de una vez si queremos que el nuestro sea o no un país normal, un país con ley.
Y después de Podemos, ¿para cuándo un "Larguémonos"?


Yvs Jacob