martes, 17 de diciembre de 2013

Sobre rumanos y búlgaros ('Basuragurú', a favor de una revisión del "espacio Schengen")

Hola de nuevo, amigos. Quisiera en primer lugar disculparme con aquellos que generosamente caíais por aquí en busca de vaya uno a saber qué, no ha sido fácil publicar mierda nueva desde hace un par de meses, he sufrido una sequía severísima -delicioso superlativo-, en parte creo que producida por la lectura de la trilogía USA de John Dos Passos, hasta el punto de concluir que tras Slaughterhouse 5 -novela superlativa donde las haya y la más divertida de todas- no existen para mí obras superiores a las dos primeras de ese recorrido por la historia de EEUU, The 42nd Parallel y 1919 -un lector atento descubre en ellas que la historia es en efecto circular, que todo lo que ha sucedido vuelve a suceder otra vez y que vivimos una repetición de lo ya acontecido, quizá, como sospechaba Nietzsche, porque seguimos sin hacer caso a la advertencia moral de modificar nuestro recorrido (él lo llamó "eterno retorno"). Mis disculpas y muchas gracias.
Creo que en muchas ocasiones ha asomado en esta hoja de imposturas la fascinación que en mi infancia y en buena parte de mi juventud conocí por la ciudad de Madrid, una ciudad que tras ser mi confortable hogar y lugar de tantas peripecias ha tornado en pesadilla, insoportable y repugnante escenario de una decadencia yo diría que irreversible. Yo amaba aquella ciudad modesta, sobria y gris, la ciudad estoica sin pretensiones, yo la amaba de verdad, con la emoción que parece reservada entre una persona y otra -eran desde luego otros tiempos, eran otras sus formas de violencia, que también existía, pero Madrid me parecía cuando niño una ciudad contenible y contenida para un pueblo parco en sus ambiciones (hasta la llegada de Faraón, el "niño de la excavadora", al liberalizador y privatizador amantísimo de su esposa Álvarez del Manzano sólo le molestaba que le pisaran las flores del Paseo de Recoletos; apenas nos preocupaban otras cosas...). Más de tres décadas después, y lanzada por la pendiente en los tres últimos lustros, cuando se han emprendido sobre ella tantas y tan feroces transformaciones, siento que me he quedado sin mundo, que camino sobre un vacío y a tientas, y a cada paso que doy mayor es el dolor y mayor el asco. Si por fortuna hubiese nacido en Francia, hoy confieso que votaría al Front National francés con todas las contradicciones que ello suponga para un progresista sincero -¿y qué es hoy el progreso? Ya no podemos siquiera saberlo... (Qué no es progreso, eso desde luego yo no lo dudo en lo más mínimo). Si yo hubiese imaginado alguna vez que las calles de Madrid se llenarían de pedigüeños y mendigos rumanos y búlgaros, si alguna vez hubiese cruzado por mi mente que niños y adolescentes rumanos y búlgaros superarían los ritos de paso que conducen a la delincuencia con total impunidad delante de nuestras narices, si hubiese creído posible que un ejército de chatarreros, carteristas, "gorrillas", saqueadores de contenedores, prostitutas y rebuscadores entre la basura rumanos y búlgaros se ufanaría de haber encontrado en la legislación española y en el desprecio español a la norma el cobijo para imponernos su forma de vida, una forma de vida violenta y asocial, una vida intolerable, en lugar de ser nosotros quienes haríamos frente a los enemigos de la construcción de una sociedad decente y observante, si todo esto me hubiese sido revelado clara y distintamente antes, entonces habría entregado mi voto al partido que mejor representase la expresión del concepto de resistencia de un pueblo -eso es el Frente Nacional francés, el espíritu de la resistencia en Francia, decir "no" cuando hay que decir "no" a quien hay que decir "no" y a lo que hay que decir "no". Los daneses y los finlandeses nos lo han enseñado también con sus reservas al movimiento libre de ciudadanos de la UE: es importante que haya daneses en Dinamarca, es importante que haya finlandeses en Finlandia, es importante que los daneses de Dinamarca y los finlandeses de Finlandia cuiden de los daneses de Dinamarca y de los finlandeses de Finlandia, decir "no" es presentar las condiciones a las cuales los extraños habrán de atenerse -de hecho, por el bien de la humanidad es deseable que resistan los daneses en Dinamarca y los finlandeses en Finlandia, sin tales referentes los pueblos más estúpidos sucumbiríamos en la desorientación... (España es el país más desorientado que yo conozco). Ahora son Reino Unido y Holanda los Estados que nos recuerdan cómo se hacen las cosas, cómo se dice "no", cómo se afirman las condiciones y modos de vida de la sociedad vigilante, y no son precisamente dos lugares donde la población se haya mantenido inalterada, muy al contrario: allí donde hay tradiciones -la moral dentro y fuera del individuo- una sociedad avanza, allí donde hay tradiciones -modos de vida auténticos-, un pueblo pervive en el relevo de las generaciones.
Pero ¿qué es el "espacio Schengen"? Que un francés pueda entrar y salir de España es algo bastante natural, cualquier impedimento administrativo o metafísico sería un disparate; no obstante la frontera física de los Pirineos, la historia de Francia no se entiende sin España; la historia de España es otra cara de la historia de Francia. Y España y Portugal, Inglaterra y Francia, Francia e Italia, Francia y Alemania, Italia y Austria... pero ¿Rumanía y España? ¿Bulgaria y España? ¡Que me aspen si lo entiendo! ¡No existe la menor relación histórica hasta casi el siglo XXI? ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué no hay chatarreros rumanos ni búlgaros en Berlín, por qué no se refugia una industria del crimen en el suburbano berlinés? ¿Por qué sufre Madrid el asedio de este ejército de pobres cuyas hazañas nos retratan y humillan a diario? Hay pueblos que no están preparados para soportar la presión demográfica extranjera -qué eufemismo "comunitaria"...-, hay pueblos cuya carencia moral es tan grande que jamás podrán integrar al extranjero, igual que hay pueblos más avanzados cuyas sociedades presionan de tal manera sobre quien pretende asentarse en ellas que sólo cabe elegir entre la asimilación forzosa -¡educación social!- o la expulsión, pero no se contempla la indiferencia, la españolísima indiferencia -quien llega tiene que asumir, ésa es la condición, quien llega no puede restar. Un pueblo avanzado lo es, lo ha sido y lo ha llegado a ser por decir "no" cuando hay que decirlo. Algo que jamás comprenderé de España y por lo cual reniego de mi propio pueblo es su estupidez cultural expresada en una moral que perpetúa el envilecimiento, la sociedad española carece de prioridades, el español es un pueblo de lerdos, los pueblos más avanzados -británicos, holandeses, alemanes...- no ven en nosotros nada distinto a lo que puedan ver en un griego, un rumano o en un búlgaro, a pesar de nuestras ínfulas por haber ganado unos partidos fútbol, somos un pueblo hortera y ridículo, viajamos en el mismo vagón de la basura, pueblos atormentados por el apetito de dinero ajeno e incapaces de contemplarse a sí mismos como tarea, algo que hacer con nosotros con vistas a elevarnos sobre la mediocridad ancestral. El "espacio Schengen" no puede sancionar bondadosamente la libre circulación de ladrones, chatarreros y mendigos, eso es una perversión del espíritu europeo; del mismo modo, un solo país de la UE no puede echarse sobre sus espaldas la "crème de la crème" de lo indeseable, es injusto que aquellos "comunitarios" que nadie quiere en ninguna parte terminen todos en nuestras calles, debe imponerse un cupo de reparto, de otra manera todo lo que Schengen supone se viene abajo. España no puede sacar ella sola de la miseria a toda la Europa del Este ni a las repúblicas bálticas, es un propósito que convierte en ridículo a lo sublime, supera por completo la capacidad de las pensiones que nuestros padres y abuelos se ganaron con su miseria trabajando desde niños. No es la redistribución de la limosna lo que se buscaba con Schengen ni mucho menos el regreso al pasado en los pueblos más miserables en vías de regeneración -dígase España. Hay que revisar Schengen, cierto, hay que dejar de lamentarse por lo malos que son los "mercados", hay que mostrar a los Estados más negligentes de la UE que el camino para solucionar sus problemas comienza allí mismo, en ellos y no fuera; hay que proteger Schengen si de verdad se quiere proteger Europa. Se impone una reflexión profunda acerca del reparto europeo en todos los aspectos -quién produce y qué se produce, quién se mueve y por qué, cuáles son sus objetivos y sus logros... Europa es un constructo grotesco, una mistificación que hoy perjudica a España; creer que desde Noruega a Turquía y desde Portugal a Estonia la historia aboca a todos los pueblos al mismo final es una fantasía aterradora, en Europa no hay una o dos velocidades, hay casi tantas como Estados. España debe imitar a los mejores, seguir siempre su aristotélico ejemplo, adoptar las posiciones de quienes tienen las mayores reservas hacia todo -Reino Unido, Alemania, Holanda...-, España debe abandonar su condición de "tonta de Europa", the party is over, my friends!, este juego ya no nos conviene.


Yvs Jacob


[Arranca la campaña "En las elecciones al Parlamento europeo ¡que vote su puta madre!, ¡viva la abstención!", estamos hartos de tanto mercadeo. Yo me voy a quedar en casa, ¿y tú?].