viernes, 27 de abril de 2012

Un ICO para estudiantes universitarios. Wert, ¡tú si que vales!

¡Ay, el ministro Wert...! ¡Está a punto de hacerme olvidar que Esperanza Aguirre es mi cochinillo favorito!
No sé si lo he dicho ya alguna vez, pero empiezo a sentir unas ganas enormes de abofetear a los votantes del PP, ganas de ir por la calle y arrearle dos buenos soplamocos al primero que me reconociese haber votado a ese partido de enanos y mediocres -y al segundo, y al tercero...-, ese partido cuyos dirigentes, que muestran cada día que no tienen la menor idea de cómo es el país que ahora gobiernan, se empeñan en convertir la realidad en cualquier otra, entre las de los países que funcionan bien, y sólo ven en España un país donde los pobres nunca lo son en la medida suficiente, pues serán ricos mientras les quede algo por dar, y donde los ricos se atreven a decirles que la vida, en efecto, es muy dura.
Tenía yo un profesor en el instituto que a diario nos decía lo siguiente: "no hay nada más sagrado que el hecho de que el hijo de un trabajador vaya a la universidad". A ver si lo aclaro. No decía, por ejemplo, que nada hay más sagrado que la Virgen María ni que la Constitución, que el Real Madrid o el Barça, sino algo para lo cual va a ser de nuevo necesario recurrir también a los milagros: que el hijo de un trabajador pueda ir a la universidad. Pero debo decir que eran otros tiempos, porque existían todavía trabajadores, y no sólo porque entonces no estaban todos desempleados, sino porque tal categoría aún conocía la dignidad; todo el mundo quería ser más que un trabajador, pero ser trabajador se tomaba como algo nefasto por la pobreza -mucho esfuerzo y corta remuneración-, y no como algo indigno desde la moral. ¡Ah, qué tiempos...! Hoy ya no hay trabajadores, al menos en España. Hoy se dice que uno está empleado por cuenta ajena, como si el trabajador de antes se empleara por su propia cuenta en la fábrica, o como si el que se emplea por su cuenta, el divino autónomo, ese fetiche erótico, el emprendedor, no fuese todavía un trabajador, habida cuenta de que le dedica tantas horas y tanta vida a la actividad que determina su modo de existencia. Pero ni el empleado por cuenta ajena ni el autónomo se consideran trabajadores, que eso es ser una mierda. Como rechazan esa categoría, niegan también el vínculo con las centrales sindicales -¡menudo disparate, pagar una cuota para que otros se toquen los cojones! Y así, como los trabajadores no se consideran en absoluto lo que son, llegan los liberales, que les han convencido de que lo honrado en la vida es que un pobre pague por todo aquello de lo que disfruta del mismo modo como lo haría el rico si se le obligase, así, pues, llegan los liberales y suben las tasas universitarias, ponen trabas para el acceso al servicio público de salud, y los que no son, pero son, trabajadores, tan contentos por haber votado a la derecha, porque, decían algunos, "se relaciona mejor con quienes tienen el dinero". Ya lo estamos viendo... el dinero de los demás.
Ya en la universidad tuve otro profesor que nos decía: "son ustedes carne de hipoteca", con el inequívoco significado de que no teníamos ni puta idea de nada. Yo antes prefiero el cinturón repleto de explosivos que firmar una hipoteca, y he defendido en muchas ocasiones que los movimientos contra los desahucios son un divertimento para hippies, porque el movimiento que habría que poner en marcha es el que frene las hipotecas, ¡tanto yayoflauta y tanta polla...! Pero me acordaba más de aquellos años del instituto, porque mi barrio era tan pobre que algunos de mis compañeros de clase se ataban un trozo de cuerda de esparto a la cintura para que no se les cayese el pantalón del chándal. Sé que esto no es fácil de creer hoy en día, fuera de los rumanos, y, por supuesto, los hijos de los liberales y de los empleados por cuenta ajena creerán que hablo de la posguerra en un ejercicio de neorrealismo trasnochado, pero eran los años ochenta -una época en que mucha gente se ataba cosas, la verdad. Nunca imaginé que podría citar a Tierno Galván, pero parece que puedo hacerlo: "Ser pobre refiere el verbo a algo profundo que atañe a la condición global de la persona... Cuando se es pobre nada de uno mismo queda exento de la condición de la pobreza" (¿Qué es ser agnóstico?). A ver si nos enteramos todos de una puta vez, y se entera esa pandilla alucinada que se dice Gobierno, de lo que está pasando. Insisten los políticos y los medios de comunicación en que debido a la crisis sufre la sociedad española un problema de dinero, PERO ES QUE LA POBREZA NO ES SÓLO, O NO ES EN ABSOLUTO, NO TENER DINERO, ¡COÑO! Y si ya se ha visto lo malo que es para la política un primer ministro registrador de la propiedad, ay, amigos, cuando le asiste un intelectual... cuando un intelectual se mete a políticas, ¡ríete de Mein Kampf! Cuando se mete el intelectual, ¡no deja ni uno! Es entonces cuando el ministro Wert informa a los ciudadanos de lo buenos que son los créditos, que los usan mucho en EEUU... EEUU, claro, pero nada nos dice el ministro sobre que EEUU haya puesto el pie en la Luna y nosotros, los españoles, hayamos pisado una mierda.
A todos, ¡los voy a abofetear a todos!


Yvs Jacob