miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Puede el Rey de España recoger un premio de FAES?

Dígase claramente: no.
España nunca dejará de divertirnos. Lo que FAES representa, sin remedio, no puede premiar la libertad, ni mucho menos al Jefe del Estado. Una institución cuyo objeto no es más que sembrar discordia mediante un discurso fanático -que se sirve del pensamiento liberal para sancionar odio y prejuicio- no premia sino a quienes continúan su espíritu de atropello de todo lo que la libertad supone en un mundo apestosamente injusto. Pero lo más divertido del premio en cuestión no está en quien lo otorga, que también tiene su gracia, sino en quien lo recibe; diríase que hay algo carnavalesco en ello, pues lo entrega un déspota y lo recoge quien se supone garante de los derechos de los españoles en tanto que es símbolo de su unidad. Hubo un tiempo, aunque tampoco debería llamarse a la nostalgia de lo no vivido, paranoia nacionalista, entre otras, en que eran los soberanos quienes premiaban los gestos de sus ciudadanos, de sus gobernantes, sus atributos al servicio de la muchedumbre organizada, en lenguaje espinosiano. Pero ¡qué cambio ha operado ese hombre fuera de lo común, Ansar conocido, que tiene la osadía de burlarse de Su Majestad al concederle un premio que, en realidad, sólo un rey podría entregar. ¡Mundo maravilloso! España, país para descojonarse.
He escuchado en la radio que se trata de una pantomima con apetitos diferentes al reconocimiento del voluntarioso Rey de los españoles. Se trata, según han dicho, de una nueva indisposición del sistema neurológico de Ansar, de la cual siempre resulta una percepción equivocada de uno mismo y de la realidad. ¡Pues no parece que ahora el pequeñito también quiere hacerse noble!
Yo le recomiendo que lea a Aristóteles y a Rousseau; he ahí las fuentes de la nobleza.


Yvs Jacob