lunes, 6 de junio de 2011

Mariano Rajoy reconoce por fin que España es tercermundista

La idea me gusta. Me basta con poner un pie en mi calle para convencerme de que esta mierda tiene muy poco de europea. En España hemos confundido tener dos o tres pintores afrancesados y unos poetillas barrocos con tener una cultura. Curiosamente, la idea de la gran cultura española es alimentada casi exclusivamente por la derecha política, que vive su fantasmagoría de altos vuelos, convencida de la grandeza de la nación creada por Isabel y Fernando. España, sin embargo, es mucho menos de lo que esa derecha estima. Muy poco se puede avanzar con un concepto meramente exhibicionista de cultura. Una cultura tiene muy poco que ver con el número de museos por habitante que levanta un Estado. Una cultura es sobre todo un vínculo emocional entre los habitantes de un territorio, y en España hay tanto asno y tanto sinvergüenza que dan ganas de salir de corriendo. España es el Tercer Mundo.
La crisis del pepino ha puesto de manifiesto que nunca cambiará la imagen que otros pueblos se han formado del español a menos que encontremos un modo de vida que nos permita reducir drásticamente la deuda soberana y ganar autonomía para despreciarlos. Mientras eso no se produzca, los pueblos europeos, aunque nos juzguen desde el prejuicio, seguirán pensando que vivimos muy por encima de nuestras posibilidades reales, lo que no deja de ser cierto.
Mariano Rajoy ponía como ejemplo a un país africano que no pudiese cumplir con los objetivos de sus presupuestos, pero basta con tomar en consideración a España, que es el objeto al cual hay que meter mano. Hay que decir que no serán precisamente las políticas de derechas las que nos ayudarán a reducir la deuda y la dependencia respecto de sus compradores. Impera detener nuestros delirios en su libre juego expansivo y reflexionar: un país con bajos salarios, con baja fiscalidad, con bajo número de trabajadores sindicados, con bajo número de empresarios educados y responsables en cuanto a lo que implica una actividad económica, con bajo sentimiento de comunidad, con bajo nivel educativo, con bajo espíritu de esfuerzo, bajo concepto de lo que suponen la vida pública, la repercusión o perjuicio de las acciones -privadas o públicas- respecto del resto de ciudadanos... un país así es presa para cualquier predador que se precie. España es tercermundista.
El problema no es tanto la falta o la necesidad de dinero, sino creer que es sólo dinero lo que hace falta. Ahora bien, en la medida en que son precisamente los patriotas de cartón los mayores enemigos internos de la nación española, en la medida en que el Partido Popular antepone su soberbia y su irracionalidad ansiosas de poder a la realización de una cultura española que nos libre a todos de comportamientos y actitudes que ahondan en nuestro analfabetismo, no podremos salir adelante.
Hay que significar, además, a la patronal, sin cuya inestimable ayuda no sería España el país de mierda que es. Como sucede con la Espe, alguien ha convencido a los dirigentes de la patronal de que han de adoptar una posición ultraliberal. Para los liberales analfabetos españoles, tal posición se expresa del siguiente modo: un trabajador ya tiene bastante con su puesto de trabajo y su salario. Y es así como pretendemos sacar el país adelante. Mientras la fórmula se perfecciona, mientras se convierte en criminales a los sindicalistas, mientras la sociedad de la opulencia retrocede a los tiempos en que el mundo era pobre todavía -nunca se prestará atención debida a esta observación de J. K. Galbraith-, mientras se recortan los -mal llamados- servicios que presta el Estado, España, con una gran masa de trabajadores paulatinamente empobrecidos, seguirá vendiendo su dignidad al mejor postor.
¡Ah, pobres y de derechas, orgullosa raza inmortal!


Yvs Jacob