lunes, 14 de mayo de 2012

El 15-M ya no es lo que fue

En la edad del consumo patológico y de la vanitas, edad de lo efímero, la eterna decadencia, extraño sería que una ideología sobreviviese a un escaparate de El Corte Inglés. Siempre he dicho que una revolución se desbarata cuando alguno de sus agentes plantea al grupo la siguiente y cruda cuestión: "¿qué hacemos, nos quedamos un poco más o nos vamos por ahí?". Malos tiempos para la revolución si hace su aparición la impaciencia.
Yo anduve entre la gente el pasado sábado, y pude haber caminado también por encima de ellos, pero el calor era sofocante y hasta los divinos tenemos nuestras limitaciones. Anduve con la cámara en la mano, porque siempre fue mi empeño haber estudiado periodismo, y sólo la intercesión de mi madre me empujó hacia la veterinaria, allí donde hubiese alguna diferencia, "pues los pueblos pobres, decía mi madre, tienen preferencia por las mascotas, y tal vez la veterinaria sea la única profesión estable en el futuro". No me puedo quejar; pobres, mascotas, animales... Pero anduve con mi cámara entre la gente buscando imágenes del aniversario de la revolución, porque la revolución, parece ser, se había quedado en casa. Gente había bastante en la Puerta del Sol, y se gritaron las clásicas proclamas revolucionarias: "que se metan por el culo, que se metan por el culo la reforma laboral"; "¡qué pena que la madre de Rajoy no pudiese abortar!"; "¡esta crisis no la pagamos", en fin, y tantas otras que ahora sería gratuito gritar. Al moverme por los diversos escenarios que conmemoraban la fallida revolución del 15-M, ya se sabe, lo que he llamado en ocasiones la "contracultura de los pobres", porque cuando la hacen los hijos de los ricos sale Woodstock, y cuando la hacen los pobres sólo se ve a unos sucios y destartalados punkis friendo choricillos; pues al moverme de un grupo a otro por los pasillos que abrían las espaldas de los jóvenes y ya post-revolucionarios, que se arrojaron al suelo agotados por los silbidos y aplausos dirigidos hacia el reloj del edificio de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en ese dédalo descubrí algo sobre lo que nunca antes había reflexionado, a saber: las posibilidades de la rima asonante. Ya se me dirá si no: "ía, ía, ía, Esperanza hija de puta". Fue sin duda el grito que más me maravilló. Supongo que tendría algún destinatario...

(Típicos taraos que acuden a estos eventos. La bandera verde con lunares morados es un símbolo de la esperanza: un mundo mejor que también los acoja a ellos).

 










Tocomocho se va de mani, para Basuragurú.