martes, 26 de abril de 2011

Miguel Ángel Rodríguez -MAR- fracasa también como tertuliano

MAR es un ejemplo pintiparado de la era Aznar. Uno que pasaba por ahí termina con un cargo, el de portavoz del Gobierno, porque así era san Josemari, alma generosa donde las haya, humanista sin igual, que sacó la baraja una vez ganadas las elecciones de 1996 y lanzó sus cartas a las huestes hambrientas de honores. Carta le cayó a "la Espe", por ejemplo, como le cayó también a aquel hombrecillo que desapareció silencioso y con más tierra que Felipe II, Abel Matutes; y una carta fue para MAR. Pero como sucede cuando termina en un cargo de cierta importancia uno que sólo pasaba por allí, esto es, sin ideología ni vocación política, ese al que se encumbra no comprende su cometido ni comprende nada de nada, y, sencillamente, se hace un lío, disociado, fragmentado todo su ser, como dicen los filósofos de la posmodernidad. Así sucedió con MAR, que se tenía por muy ingenioso cuando no le habían dado más que un micrófono y la potestad de asignar el turno a los periodistas en la sala de prensa de La Moncloa, como podían haberle pedido que preparase los canapés.
Tengo que decir que a todos nos pasa, que con muy poco ya nos creemos la hostia, y son siempre otros quienes ven la hostia que nos vamos a pegar.
La hostia de MAR fue sonada. La verdad es que hay que ser un leño para cagarla como portavoz. A MAR le perdieron los adornos. Se sabrá que MAR quiso ser escritor, aunque fracasó, y los escritores... ya se sabe. Tal vez había leído algo, pero no he hallado todavía la fuente que le influyó cuando dijo aquello tan tronchante de la Constitución española: "si... fuese niña, a los dieciocho años le habrían permitido ponerse de largo, y si fuese un ciudadano habría podido votar". A mí esto me trae a la memoria aquello otro de Mariano Rajoy, lo de los "hilillos de plastilina", y es que estos tíos reunidos tuvieron que ser la monda.
Cuando MAR fue retirado de la política, actividad que nunca comprendió, quiso adentrarse en el ámbito empresarial español, donde ser muy burro es una garantía de éxito. Un chiringuito que montó se vio beneficiado por los contratos firmados con el Gobierno de san Josemari, y parece que MAR se hizo multimillonario -algo habitual en la democracia española-. A partir de entonces, se dedicó a la vida docente: recorriendo los platós de televisión, hablaba MAR de todo lo que no sabía y hablaba mucho, demasiado, confundía datos y doctrinas, siempre indocumentado -descacharrante fue su interpretación no muy lejana de una tasa de paro del 20% como equivalente a 20 millones de ciudadanos-, y aquello duró hasta que, por un disparate, alguien se decidió a plantarle cara, el doctor Luis Montes, al que ni defiendo ni justifico, por mi ignorancia absoluta de los hechos que se le atribuyen. Pero me alegro, eso sí, de que MAR haya vuelto a fracasar, esta vez como tertuliano. A decir verdad, es fácil fracasar como tertuliano, porque hablar, opinar para muchos, informar también con la opinión no debería tomarse a broma.
En fin, a MAR le debo yo haber vuelto a creer en la justicia.


Yvs Jacob