jueves, 10 de diciembre de 2009

Seamos sinceros: Barack Obama no merece el premio

No hay que esforzarse tanto para negarlo. Barack Obama, de quien no cabe la menor duda de que es un buen americano y puede que hasta una buena persona, no merece un premio tan delicado como el Nobel de la Paz. Las imágenes del largo aplauso recibido ante las autoridades suecas me han producido alguna tristeza por el patetismo de la farsa; todos allí sabían que nada era verdad, aunque estuvieran viviendo en la realidad. Me ha entristecido también que Obama hablase como quien sabe que no merece el premio ahora pero no niega que lo merecerá después, tal vez porque hará todo lo posible para merecerlo, lo cual queda, por definición, fuera de los méritos para que a uno le concedan un premio. Qué divertida es la lógica...
Acepto la dificultad de su discurso en una situación tan singular, pero tal vez hubiera sido más cabal evitar la situación para no tener que forzar el discurso.
El mundo que muchos esperan que Obama les entregará en el futuro será la expresión de su merecimiento. Sospecho que el mundo será, dentro de siete años, igual a como es ahora. Si se ha querido premiar a la sociedad norteamericana por compartir el dominio del mundo con un negro, es seguro que existen otras muestras más aptas. (Por parte de Europa, la sola elección de Barack Obama es un premio ejemplar). Pero la ceremonia, y su aplauso, significaba precisamente eso: no lo que Obama hará, sino lo que ya ha sido hecho.
Me ofrezco para recibir premios condicionados a que no son mis méritos actuales los que lo merecen, sino mis esfuerzos desde el momento en que se me concedan para terminar mereciéndolos. Abstenerse benefactores con ofrendas simbólicas...


Yvs Jacob