viernes, 27 de noviembre de 2009

El nuevo "Estatut" saca lo más bonito del periodismo

Debo de ser el único gilipollas que no ve ninguna conexión necesaria entre el hecho de que doce diarios catalanes hayan publicado el mismo editorial y eso que llaman los sociólogos "el sentir general de la ciudadanía". Debo de serlo también cuando no encuentro correcta la inferencia periodística que va desde la libre voluntad expresada democráticamente en el referéndum que aprobó el Estatut en Catalunya con escasísima participación hasta la legitimidad moral de lo que una sola parte decide acerca del modo como será el todo en el futuro, mientras que al resto de las partes les bastó con alienarse en sus representantes políticos. Todo esto tiene mucha gracia; hay leyes que, o te parten el alma, o te parten el culo...
Como la segunda relación sólo puede corregirse mediante una intervención técnica en la Constitución, quiero valorar mejor la primera. Si, por ejemplo, el editorial conjunto del domingo próximo hablara de -qué puede ser...- la dignidad de Catalunya como selección nacional de fútbol, entonces habría quien defendiera que, ya no los partidos, sino los diarios, nada menos que los diarios, son portavoces legítimos de la opinión mayoritaria, del sentir del pueblo catalán... También podrían escribir estos diarios en contra de las fiestas taurinas, espectáculos patéticamente españoles, dignos sólo de España, que no de Catalunya, soberbia tierra del buen juicio...
Ya antes de Marshall McLuhan sabía Occidente que "el medio es el mensaje", como sucede con todas las lecciones que aguardan a su prístino sistematizador; también sabe Occidente desde hace mucho tiempo que los medios de comunicación son habilísimos fabricantes de sueños, formadores de la opinión... No se había visto antes, sin embargo, la presente convergencia entre mayorías -de medios y de ciudadanos-, o lo que es igual, no se había visto que un conjunto de medios actuara como "quinta cámara", como "non plus ultra tribunal", allí donde la razón se plante y la verdad no vaya a más. No, desde luego que nunca se había visto que los medios de comunicación se auparan directamente en representantes no electos de la ciudadanía de cuya reunión fuera lógico derivar que, como ellos piensan, piensa todo el mundo.
En El final de la utopía cuenta Herbert Marcuse que los diarios americanos, durante la guerra de Vietnam, ofrecían a sus lectores, no los datos de las muertes de los soldados del Uncle Sam, sino la killing-rate a ellos debida, esto es, el número y la intensidad de la destrucción del ejército americano sobre su enemigo. No, amigos lectores de diarios, no caigáis de nuevo: dejemos que los editores y directores se chupen las pollas, pero no cedamos a esa pereza de que otros piensen por nosotros, ni mucho menos a la violencia de que, porque sólo tienen dinero para defender y sacar adelante una empresa de opinión e información, suplanten nuestro derecho a disentir de la monstruosidad de sus ambiciones.


Yvs Jacob