domingo, 2 de agosto de 2009

Joven responsable se ofrece para escribir los discursos y chascarrillos de Don Juan Carlos

Creo que el verano está haciendo perder el sentío a más de uno en la piel de toro patatera y en sus islas imperiales.
Hace unos días concedí el premio Más Chulo que Yo, Ninguno a Antonio Basagoiti, que no se presentó a recogerlo, aunque me envió un par de cachorros pepeteros con folletos de FAES que ocultaban, a modo de funda, unas porras que ya quisiera más de uno bien metiditas en el buñuelo. Conseguí zafarme, como diría Pérez-Reverte con un verbo que habrá empujado al océano de sus lectores hacia el diccionario, y tras la persecución, entré en un café de esos que en Madrid casi te exigen consumir cigarros de marihuana. Lo que más necesitaba en ese momento, sin duda, una sustancia ideal para comprender la realidad disparatada que viven los españoles.
El jefe de los mismos ha hablado y se vislumbra más muerte en el horizonte. Concedo, pues, a Su Majestad, el premio Caponato de Oro.
No tiene mucho sentido que se insista en la lucha legal contra ETA al tiempo que se hacen comentarios que puedan estimular el olfato asesino de los terroristas. Una cosa es estar jodido y otra, bien diferente, joder. Hay que lamentar que sea asesinado cualquiera que no lo merezca, pero hay que saber lamentarlo. Yo prefiero la letanía de las obviedades improductivas: declaraciones diplomáticas de condena, concentraciones silenciosas... No soy partidario de la machada verbal, sobre todo cuando la vierte alguien a quien le deben de medir hasta la temperatura del retrete.
Regresemos, pues, a la ciudadanía famélica y no lancemos piedras contra nuestro propio tejado.
Ha hablado, por cierto, el otro gran español, Mariano Rajoy conocido, y ha alabado la fortaleza de su monarca. Me pregunto si alguna vez se nos pasará esa tontería que crece aquí como en una huerta selvática.


Republicanos españoles, ¡mostraos!


Yvs Jacob