miércoles, 3 de noviembre de 2010

Los "yankees" ya no creen en Barack Obama

¡Y que viva el nihilismo!
Los demócratas son igual de gilipollas en todas partes. La gente, cuando vota, y cuando lo hace además a algo así como "la izquierda", piensa que ha adquirido unos vales que se canjean por "objetivos a la alta", y que las decisiones de la política equivalen a una cuadrilla de pintores que te dejan la casa de cuento en una tarde. Y si los resultados de las decisiones políticas no se aprecian de un día para otro, el pueblo tonto se desanima y se pone de morritos. ¡Joder, es que somos todos unos cretinos!
Yo no creo en Barack Obama ni creo en Rodríguez Zapatero. Sólo se cree en los dictadores, en los tiranos, en los terroristas y en los primeros ministros chinos, en todos aquellos individuos que en una tarde decretan la destrucción de un barrio, de una ciudad, de una etnia..., y la acometen. Pero en los políticos elegidos en democracia no se cree, simplemente se abandona una cierta esperanza. A diferencia del tirano asesino, el político democrático accede a la dirección de la nación con las manos atadas. Se espera de él que no meta a su pueblo en un buen lío, pero jamás que se comporte como Papá Noel -¡la hostia, que no se puede ser tan corto!
En España también abunda el concepto de la política "de los Reyes Magos", y muchos ciudadanos se desaniman porque no encuentran sobre el felpudo de su casa unos fajos de billetes para comprar baratijas con puerto USB e ir a hacer el hortera a Benidorm. ¡Pobrecitos! ¡Qué mal les tratan los socialistas!
Pero, a la vez, al ciudadano le gusta pasear por calles alumbradas, que exista un servicio de recogida de basuras y un ambulatorio por cada cinco tiendas regentadas por orientales. Ahora bien, si no se paga impuestos, mejor. Porque si el ciudadano tiene que contribuir a los servicios de todos, y de los que todos se benefician, entonces, se enfada, se queja, patalea y maldice al socialismo -al socialismo usurero. Los ciudadanos creen que el socialismo funciona con sólo mencionarlo, en unas siglas, casi como los sindicatos, que tienen un no sé qué mágico que es suficiente, y no necesitan afiliados ni apoyo social.
Cuando pasa el tiempo y la izquierda -o lo más parecido a ella- no consigue nada, porque tampoco queda muy claro qué tendría que conseguir cuando el socialismo convive con el libre mercado, el votante se siente traicionado, ¡ay!, y abandonado, y se vuelve apolítico, cuando no regala su voto a la derecha sociosuicida. Y es que duele tanto que a uno lo traicionen...
Es el tipo de tonto A.
El tipo de tonto B es el votante de la derecha de siempre. Éste piensa que las ideologías de derechas son de verdad resolutivas, que "hacen algo", aunque no aprecia en absoluto que a su capacidad de resolución suceda siempre una gran destrucción en muchos y variados aspectos, desde la economía hasta la moral. A diferencia del tipo de tonto A, el tipo B no se guía por el compromiso intelectual, sino por el instinto. Así, la violencia, ya directa o indirecta, los abusos y los desórdenes que puedan introducir sus gobernantes no le afectan un ápice, y nunca se siente traicionado, porque el instinto, como mucho, acusa insatisfacción, necesidad, pero nunca ambiciones de tipo intelectual. No le corresponden.
Y este es el panorama actual, con tanto tonto en cada lado, y no debe extrañar que el mundo sea una mierda siempre mayor, porque está hecho a la medida de los hombres TONTOS.


Yvs Jacob