domingo, 13 de marzo de 2011

¡Queremos nuestro "tsunami"!

He estado reunido con un grupo de españoles, charlando sobre esto y lo otro, y hemos convenido en que nada mejor para sacar adelante el país que nuestro propio tsunami, un tsunami español.
Aunque los cristianos y quienes profesan en realidad la fe de cualquier otra religión tienen siempre muy mala memoria para recordar los imperativos de sus dioses -¡ojo, esto ya lo decía un soberbio liberal inglés, J. S. Mill!-, puede suponerse que a los divinos no les gusta que les toquen los cojones. Quizá Ludwig Feuerbach tenía razón, y los dioses están hechos del complejo material de los hombres, y cierto que a muchos de ellos no les gusta tampoco que les toquen los cojones.
El mundo de mierda construido por los hombres no puede ser sino una buena tocadura de cojones.
Entre los muchos nombres que suelen recibir los dioses, o, mejor dicho, puesto que "dioses" no es otra cosa que el nombre de Dios, al modo como Dios se presenta a los hombres se lo llama "Naturaleza". Hay algunos filósofos baratos que han hablado del dominio del hombre sobre la naturaleza como si pudiese tratarse su relación en términos semejantes. Es cierto que el hombre ha conseguido eliminar algunas expresiones de la naturaleza, o si se quiere, algunos modos de ser de la misma, pero ignora por completo lo que hace, si es que Dios existe, y es posible que a Dios se le hinchen algún día las pelotas y responda al hombre, para que vaya con más cuidado.
Yo sospecho que Dios nos habla a diario, lo que pasa es que no le pillamos la onda. Por ejemplo, cuando los hombres edifican una mierda, o cuando confían desmesuradamente en su ingenio productor para construir una maravilla que podría volverse después en contra del beneficio que se buscaba, entonces Dios nos habla. Dios tiene sus cosillas y lo hace todo muy complicado, aunque prefiero tomarlo por un legislador de izquierdas, es decir, intenta apelar a la confianza de la sociedad, pero a la sociedad hay que descoyuntarle la espalda a latigazos.
Basta con darse una vuelta por el litoral levantino español o por los municipios del extrarradio madrileño: es que necesitamos contrarrestar nuestra propia acción destructiva con un tsunami divino, porque sólo así tendremos la oportunidad de volver a empezar. También en Majadahonda.
Aquí en el barrio hemos puesto en marcha una recogida de firmas para solicitar al Padre Santo que le comunique a Dios la urgencia de un tsunami en España. Queremos tenerla cerrada para cuando venga el Papa a Madrid por el asunto ese de los jóvenes y los preservativos. Más o menos, hemos trazado el mapa por donde debe coger tierra la ola; es probable que, tal y como se ha diseñado, abra unas vías marítimas extraordinarias que podrían dar con una Catalunya independiente, pero de eso ya nos encargaremos en otros ruegos. Lo que interesa, por el momento, es que termine con todos los edificios de más de cuatro plantas y con los "chalés adosaos", y queremos menos municipios, que se gestionan muy mal, y que ponga punto y final al mundo rociero.
Como esto va para largo, damos por enterado al Gobierno, para que no se le eche el tiempo encima, y que invierta en obras públicas resistentes, que vamos a necesitar un par de arcas con "wi-fi" y alguien que las sepa gobernar.


Yvs Jacob