lunes, 4 de enero de 2010

Algo pasa con Benedicto

Me preocupa el Santo Padre. El terrible episodio del carnaval navideño es sin duda un acontecimiento dentro de la historia del cristianismo. No muy a menudo un Papa es agredido, no obstante su pretenciosa e impúdica atribución como intermediario de los misterios, pero temo especialmente que haya sufrido su imagen divina y que, en adelante, se lo reconozca en su condición humana con la indiferencia democrática que merecemos todos los hombres. ¡Sería el final de la Iglesia! Precisamente ahora que el Ayuntamiento de Madrid aborda las obras que resultarán en una bonita "ciudad de los fieles", allá de las envidiables "vistillas".
De nuevo hablaron los medios de comunicación de una mujer con trastorno psicológico, aunque muy atlética, cierto; diríase además que logró una concentración de alta prueba deportiva antes del salto y mucha decisión, aspectos de indudable salud mental.
Es divertido, porque cuando aparecen en la televisión los musulmanes desmadrados en seguida se piensa que están todos locos, aunque en realidad es el suyo un problema tan cultural como político; pero si Benedicto se pasea por la basílica repartiendo bendiciones de incienso arropado por su seguridad personal, entonces se habla de un hombre santo, y nadie sospecharía de quienes las reciben ni de quienes las ansían desde su hogar que participan de una orgía de fantasía más preocupante en otros periodos de la historia de la humanidad.
También en otro periodo de la personal historia de Benedicto hubiera sido más difícil el placaje, o su amago, por parte de la deportista perturbada: ya me hubiera gustado a mí ver al Santo Padre desenvolverse en unas lecciones de caza con sus camaradas de las Juventudes Hitlerianas... ¡Jocosa ironía la que gasta el Creador!
Yo sospecho que todo se va preparando para el desembarco de Rouco: a la Iglesia ya le hace falta un Papa español, ¡coño!


Yvs Jacob