lunes, 20 de diciembre de 2010

La extrema gilipollez de Artur Mas

El espectro de las ideologías discurre de la extrema derecha a la extrema izquierda. Que comience en la extrema derecha se debe a que los hombres siempre han querido resolver, desde el origen de los tiempos, el problema igualdad/diferencia, el problema de lo propio y lo ajeno, y la ideología más eficaz en el combate con lo extraño ha sido, cronológicamente, la extrema derecha, la que con más claridad ha construido el concepto de lo autóctono y ha acometido su defensa. Pero interesa observar que, además de los extremos mencionados, existe otra posición también extrema, si bien de carácter transideológico, la extrema gilipollez. Para su comprensión, voy a tomar como ejemplo a su último y más pujante predicador, Artur Mas.
Sucede con los tontos aquello que decía Ortega -y por el Dios de Rouco que mucho me molesta citar a Ortega (y Gasset)-, esto es: que no sabe uno por dónde van a salir. Pero he aquí un tonto con poca capacidad para la sorpresa. Recientes declaraciones de Artur Mas nos previenen de la gran tontería que se pone en marcha con la nueva andadura de CiU en el gobierno de la Generalitat de Catalunya.
¡Tonto va!
Quiero llamar la atención en particular sobre el concepto de democracia defendido por Artur Mas, y que sólo es posible en un pueblo analfabeto, y debe entenderse que el catalán, como parte del español, también lo es. Según palabras de Artur Mas, los demócratas no deben temer las consecuencias de una decisión adoptada en democracia, y ello en referencia a la tan gastada autodeterminación, que muchos politiquillos atribuyen sólo a una parte de la población, como si la otra, la mayoría, no fuese también "auto" y no tuviese algo que decir sobre sí misma.
La democracia es la forma de gobierno más justa, al menos así se acepta comúnmente, y lo es por el carácter no arbitrario de sus leyes, por la igualdad expresada en la misma ley. Pero la democracia es algo más que igualdad ante la ley: es, especialmente, decisión sobre todos los asuntos, y en particular, sobre aquellos donde se juega la propia supervivencia de un pueblo. Un pueblo puede decidir su propia ruina -no es necesario citar ejemplos-, aunque eso nada tiene que ver con la justicia ni es, por tanto, democrático.
Cree Artur Mas que democracia es sólo libertad para decir "Sí", ¿y se puede ser más tonto? Una sociedad con abundancia de gilipollas puede dar su gobierno a un gilipollas -de hecho, sería difícil que así no sucediese-, pero las decisiones que tome una sociedad tal, deficitaria en su inteligencia, no son en absoluto democráticas, porque la democracia es la forma de gobierno al servicio de lo mejor, y la destrucción, si bien libra a una parte de la sociedad de muchos imbéciles, está lejos de contarse entre los métodos democráticos, aunque en una consulta electoral venza el "Sí" de los tontos.
Para poner en peligro la paz no se dota una sociedad de medios democráticos sancionados por la ley, para eso vale cualquier cosa, y no en vano la democracia ha llegado en la historia como la última de las formas de dominio de unos hombres sobre otros, agotada ya la creatividad de las demás. Los demócratas se ponen de acuerdo sobre el modo como se van a gobernar todos, pero sólo un pueblo de retrasados mentales acordaría los medios para aniquilarse en nombre de supersticiones y mitologías de conquista. ¿A qué clase de colegio llevaron sus papás a Artur Mas? ¿Era ya tonto de pequeñito? Quiero decir, ¿se veía venir?
Aquí no hay nada así como "transiciones nacionales pacíficas", y continuar con ese empeño es ofensivo para las personas de bien, sobre las que empieza a ejercerse una presión apenas contenible.
Artur Mas haría mejor conformándose con ser de derechas, que con eso ya tiene suficiente, el pobre hombre, y dejando la paz -¡el gobierno democrático!- a quienes mucho la desean.
Por cierto que sí sería muy democrático que una sociedad en democracia tuviese los medios legítimos para librarse de un idiota. Mucho saldrían ganando ella y el mundo entero.


Yvs Jacob