viernes, 24 de diciembre de 2010

Mariano Rajoy, 364 días al año de insolidaridad

La Navidad es todavía más terrible cuando quienes juegan a ser políticos en España se contagian del patético sentimiento de la felicidad patética. Que el disparate no conoce límites ni pudores ha podido confirmarse con el villancico rociero que interpretaron los siempre desenvueltos políticos andaluces en el Parlamento regional, y en momentos así, el observador desapasionado y neutral desearía vivir en un pueblo que acumulase menos originalidades, menos "pueblo", cuando no una legislación severa contra los espectáculos que dañan directamente en el alma todavía no boba.
Los creativos del Partido Popular se empeñan en hacer un gran líder donde no hay nada que hacer, y envían a Mariano Rajoy a un comedor social por Navidad, la tercera ¡y consecutiva!, sin que nadie consiga apreciar nada favorable en ese gesto para la causa de la derecha española. Ver a Mariano con la hachilla de cocina castigando un muslo de pollo es sin duda una ocurrencia muy poco solidaria fuera de los profesoniales del humor, porque otros sentimientos sepultan por completo cualquier mínima conmoción que esa virilidad en los fogones pudiese producir en el público de noticias por televisión.
Pero deténgase la conciencia en unas palabras del gran líder de la derecha española, palabras que animaban a sus votantes, militantes y simpatizantes a hacer un gesto de caridad en estas fechas en que el mundo descubre -y tan pronto olvida- que todo es una mierda. Aunque el término "mentalidad" me produce escozor en la razón más poética, creo oportuno vincular esas palabras de Rajoy con lo que puede llamarse "el carácter conservador", una peculiar manera de entender el mundo, y responsable de la maravillosa humanidad que se complace de sí misma en estos días de celebración de su gran ficción: Dios, que, para todos aquellos que ya no lo recuerden, significa "amor entre los hombres".
Las obras de caridad, ya se refieran como "acciones solidarias" o no, buscan una suerte de perdón social. Como es Navidad, ¿quién dejaría escapar la ocasión para exhibirse de la mentira? Así, Mariano ejerce de papa -¡a lo que nos obliga la nueva ortografía!- que llama a sus huestes de pecadores a limpiar el historial de males que es cada cual, e ingenuamente desea que una sola acción equilibre la pésima imagen que los demás -quienes no votan a la derecha- puedan tener de los que adoran a "la Espe" y a Rouco. Pero no basta.
No hace demasiado supo toda España lo bien pagado que era el líder del Partido Popular, míster hachuela para el pollo, el terror de los muslitos. Creo que el mejor ejemplo lo daría, no acudiendo a un comedor con una cámara de televisión para que asista la audiencia a la expiación de sus males en la política, sino colaborando en aquello en que se juega la suerte de todo el pueblo español, o lo que es igual, librándonos de la estupidez que todo lo enturbia los restantes 364 días al año.


Yvs Jacob