sábado, 13 de agosto de 2011

Yvs Jacob acudirá a la marcha laica en Madrid

Es democrático y justo -aspectos a menudo disociados en la vida política española. Me sucede que nada tengo contra los católicos ni simpatizantes del Atlético de Madrid. Es obvio que cada cual tiene sus propios problemas. No obstante, igual que la Iglesia hace uso del derecho a expresar con libertad su doctrina, y del mismo modo como el ciudadano particular se ve afectado por aquélla, así debo yo tocar los cojones, no más que para hacer ruido. Pero hasta soy favorable a la reivindicación laica: los católicos deberían agruparse en un partido político específico si quieren decidir como tales el Sí y el No de las cuestiones políticas.
Llama la atención que los portavoces vaticanos animen a los laicos a manifestarse como es debido, entendiendo, claro, que maneras hay inadecuadas. Sobre este brote aleccionador de tolerancia, quizá la Iglesia pueda inspirarnos y alejarnos así de los modos inadecuados, quizá sepan por el Vaticano de algunos excesos del pasado, cuando como es debido era como Dios manda, si bien hubo modos en que Dios mandó que parecen hoy muy poco cogidos de su mano.
Pero que se tranquilice el Santo Padre: somos laicos, sí, pero ni se trata de ir a la caza del peregrino ni se quemarán edificios religiosos -tal vez en la parabólica del Vaticano sólo reciben señales desde España que retransmiten el No-Do, o será Telemadrid, casi lo mismo.
Y pasaremos por la Puerta del Sol -con dos huevos... Personalmente, porque la Espe tiene domicilio en la plaza, y es sabido lo mucho que molesta a la condesa consorte que le toquen el telefonillo.
Ya hace tiempo que escribí a propósito de la representación de los creyentes españoles en el Vaticano por parte de María Dolores de Cospedal -vamos, catolicismo de pata negra. Yo, pura, lo que se dice pura, libre de pecado, a De Cospedal no la veo, pero si los creyentes la aceptan como representante, ahí tampoco me meto -a saber lo que y a quiénes representa. Como icono la veo más bien flojilla, y para representar a los creyentes hubiese enviado a un torero español, a poder ser, con algunas cornadas frescas. Los laicos, se puede ver, no necesitamos, sin embargo, ningún político con ganas de anidarse una peineta. Lo que sí pedimos a esta tropa jolgórica matrimonial y antiabortista es que aspire de una vez a la madurez política, y que no pretenda privar a los demás de las libertades a las que ella renuncia.
Ya lo dice la tonadilla del 15-M: "lo llaman 'democracia' y no lo es". Y nunca lo será.


Yvs Jacob

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Más confusión en mi cabeza... porque sí, ya se puede decir, viendo lo de Londres: parece ser que el racionalismo y la izquierda no ha sabido sustituír los valores éticos que parecían proliferar más cuando la iglesia ó el miedo que predicaban calaban más en la gente. Aunque claro, eso también pasaba con los autoritarismos...Que no, es lo que tú dices, en la sociedad hay una manada de burros que no sabemos vivir en democracia. Qué triste.
carlos

Yvs Jacob dijo...

Gracias por el comentario. Estoy de acuerdo: la izquierda pseudocientífica y racional entusiasta ha sido víctima de sí misma. Supongo que en el caso de España hay que recordar el movimiento desde el analfabetismo y la moral supersticiosa hacia la falsa sociedad de la libertad y el éxito, donde se encuentra no menos superstición. Reconozco en la religión una solicitud de orden, pero comete el error de la voluntad de absoluto. Por otra parte, en España, más que de izquierda, habría de hablarse de democracia -no creo que los dos gobiernos del Partido Popular modificasen en modo alguno el error de la izquierda, me refiero a los valores éticos, si acaso cabe encontrarlos, al menos en España, fuera de la religión.
De nuevo, todo pasa por fortalecer la educación. Pero mientras este delicado asunto sólo sirva para fortalecer el odio -nacionalismos periféricos- o hacer oposición insensata -caso del Partido Popular y su temor a la moral pública de la convicencia-, mucho me temo que seguiremos perteneciendo a una sociedad de burros.