martes, 3 de mayo de 2011

¡María Dolores de Cospedal representa a los creyentes españoles en la beatificación de Juan Pablo II!

Pues muy mal está la cosa.
Que la Iglesia no levante cabeza por sus propios méritos y por la competencia que debe enfrentar desde un modo de vida vacío, si bien más seductor, es una cosa, pero que la perjudiquen quienes pretenden instrumentalizarla, eso tiene de verdad mucha gracia.
A María Dolores de Cospedal se la puede enviar a muchos sitios -a mí se me ocurren dos; y el otro huele peor que la peluquería-, se la puede considerar también muchas cosas, pero enconmendarle la tarea de representar a los creyentes españoles nada menos que en la mismísima cátedra de San Pedro, eso debe de habérsele ocurrido a un zumbado o un sinvergüenza.
Yo pensaba que a tales eventos de carácter religioso deberían acudir personas comprometidas con los valores que su credo ha construido y representa, personas ejemplares, lo que sería, tal vez, demasiado, pero, especialmente, humildes, honestas y cumplidoras de la palabra del Maestro. En caso contrario, esto es, si se acepta a María Dolores de Cospedal como representante de los creyentes, una de dos: o esos creyentes no creen en nada, o aquello que creen no merece la pena.
Tengo por muy altos los valores de la religión cristiana; lo que está siempre abierto a discusión es la gestión que hace la Iglesia católica del mensaje de amor a los hombres. Por ello encuentro inadmisible la presencia de la señora De Cospedal en una fiesta de la fe. Esto no significa que De Cospedal no crea en nada, si bien al escucharla da la impresión de que sigue su propia religión, o esa variante del catolicismo más hipócrita que es el conservadurismo español, y que se caracteriza por su incoherencia disparatada. Pero desde luego que si se declara creyente de la religión cristiana no honra de ningún modo ni a esa fe ni a quienes la respetan.
Quiero decir al Partido Popular lo siguiente: si De Cospedal pretende representar a alguien entre los españoles, que renuncie a dos de sus tres salarios y se deje ver por el Carrefour arrastrando unos de esos carritos mugrientos que tocan cientos de personas. A mí por lo menos me reblandecería el cristiano corazón.


Yvs Jacob

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