lunes, 16 de mayo de 2011

Ruiz-Gallardón ilumina su palacio en Cibeles con el azul del Partido Popular

¿Os insultan continuamente y todavía pensáis en votarles? ¡Qué pueblo, el español!
He escuchado a Mariano Rajoy -al parecer, presidente del Partido Popular- proferir insultos contra quienes votarán al PSOE, al tiempo que decía que los insultos venían precisamente del otro lado y que ellos, los populares, no insultan a nadie. Esto es el colmo del cretinismo paticorto.
Tan pronto como el Partido Popular perdió las elecciones en el 2004, se inició un pataleo inconsolable que todavía perdura. Hay que decir que las elecciones las perdió ese fenómeno de la derrota que es Mariano Rajoy, que ha dado, por cierto, nombre a un síndrome, el síndrome Mariano, bastante común entre la derecha española, y caracterizado por lo siguiente: afecta o se da en individuos que dedican buena parte de su vida a la política sin que absolutamente nadie se beneficie de ello, ni pueda ser recordado el más mínimo detalle positivo de su gestión, ni siquiera en la oposición, ni en una tan destructiva y contundente como la que Rajoy aplica a los intereses de los españoles. El síndrome Mariano es sin duda lo peor que le puede suceder a un político en activo. En cuanto al síndrome de Aznar, al que me he referido en otras ocasiones como lo peor que a uno le puede pasar, la cuestión no es tanto que alguien se dedique a la política como que el mal lo padece un ser humano, es decir, creerse lo que uno no es, sin duda que es lo peor que a uno le puede suceder. (Por justicia, debo admitir que Mariano Rajoy será recordado, además de por su derrota consecutiva en tres elecciones legislativas, contando la de 2012, por aquel chiste para gallegos tan ocurrente cuando se hundió el Prestige: no es una marea negra, sino "unos hilillos de plastilina". ¡Lo que nos pudimos reír con aquella mierda!).
Cualquiera que se encuentre durante un paseo madrileño frente al palacio que Ruiz-Gallardón ha habilitado en Cibeles para su ego provinciano percibirá, si las luces de la ciudad están encendidas, que el edificio, del que ya se sabía lo utiliza el Partido Popular de Madrid para honrarse a sí mismo, se tiñe del azul de los populares, y sólo faltaría que a sus balcones se asomasen gaviotas, y no buitres, para convertirlo en escenario de una orgía megalómana.
He podido ver en el metro de Madrid los grandes carteles que han pegado allí los que no insultan. Rodríguez Zapatero y Tomás Gómez se ríen de los 5 millones de parados. Los que somos fanáticos de muy pocas cosas, y todas ellas al margen de la política, no dejamos de preguntarnos una y otra vez qué hacen en el Partido Popular para combatir el desempleo; qué hace Ruiz-Gallardón, qué hace la Espe, qué hace Rita Barberá, qué hace Camps... y siempre encontramos idéntica respuesta: NADA. ¿Y se atreven a hablar de cambio? ¿Y se atreven a culpar de mala gestión al Gobierno central? ¿Es que las Comunidades y ayuntamientos no son parte del Estado?
¡Ay, los españoles! ¡Qué pena dais!


Yvs Jacob

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