domingo, 10 de abril de 2011

Yvs Jacob, a favor de una consulta soberanista diaria en Catalunya hasta que el "Sí" obtenga más del 50% de un posible censo competente

Estoy fascinado por el sentido de la democracia que impera en los últimos tiempos en Catalunya. Como si no pudiese estimarse ya a partir de los resultados en las diferentes elecciones -generales, autonómicas y locales- un porcentaje bien ajustado respecto de los adeptos a la corriente independentista, consultas sucesivas se realizan en diferentes localidades, siempre con un triunfo incuestionable del "Sí". Tal vez sea correcto que el pueblo se exprese, un pueblo como todos los demás, quiero decir, igual de bobo e ignorante que los demás, manipulable, e incluso los lobos que lo dirigen, más que sabios, conocedores de su historia, parecen hombres de escasa o ninguna inteligencia -basta con escuchar el discurso de Artur Mas acerca de la libertad y la España opresora, un delirio trasnochado propio de quienes practican el anacronismo como figura retórica (así no podemos tomarlo en serio).
Que venza un signo determinado en una consulta, cuando de verdad es democrática, no despierta ninguna sospecha, si bien todo un pueblo puede acertar y equivocarse en sus decisiones. No obstante, que venza un signo determinado porque quienes piensan lo contrario no acuden a votar, eso ya es para desorinarse de la risa. Probablemente, ni todos los que votan dicen "Sí" ni "No" todos los que no votan. Existe siempre una masa temible, acomodadiza, de la que hay que cuidarse, si acaso un hombre no debe cuidarse de todos los demás. Esta masa es el objetivo del lobo independentista, el ingenuo, en realidad, que confía en ganar su sueño de simulacro -lo que no se ha vivido- sin derramamiento de sangre, pero mucho me temo que los libros de historia, al margen de su objetividad, están llenos de locura, y el independentismo catalán ni conoce su historia ni conoce a los hombres.
A cualquier cosa se le llama hoy "democracia"; tan pronto se abre una participación se piensa inmediatamente que es democrática. Estos demócratas del independentismo quedan satisfechos de su respeto a la libertad: "quien no quiera acudir, que no acuda, pero queremos que todo el mundo sepa cuántos somos y nuestro objetivo". Pero aquí falla algo. Que unos cuantos quieren independizarse ya lo sabemos, nos lo dicen a diario, pero también deberían saber ellos que no se trata de repartir melones, sino de algo de verdad delicado, puesto que catalanes hay que sí incorporan a la historia de su pueblo los últimos trescientos años -y hasta nos dicen los historiadores que los Reyes Católicos reunieron Cortes en Barcelona. Y como se trata de consultar lo que unos y otros piensan, debería extenderse y proponerse a todo el cuerpo político -hay quienes piensan que "los pueblos" existen antes de sus textos constitucionales y no al contrario, que una Constitución reconoce la existencia de un pueblo como cuerpo político con derecho a decidir-, esto es, a todos los implicados -yo entiendo así a los que se verían afectados por una obra de alta ingeniería política, si acaso una secesión no es algo todavía peor. Esto significa que a un catalán independentista le interesa saber mi posición y cuántos la sostenemos como a nosotros la suya y cuántos son ellos, y en la medida en que unos decidan sobre lo de todos, los otros tendrán el mismo derecho a decidir sobre lo de unos, amigo de la democracia. Cualquiera que comprenda que la historia sitúa a todos los hombres coetáneos en el mismo momento de decisión y que la realidad es siempre algo ya ahí, comprenderá también que la secesión de un territorio en España no se parece en nada a una descolonización.
Creo que las consultas empiezan a rozar lo ridículo por su abundancia patética. Soy partidario de los instrumentos de la democracia directa, como sucede en los admirados países nórdicos, y ello sin olvidar que poca población se autogobierna con más eficacia que mucha, salvo en Portugal, sobre todo si los ciudadanos de un Estado mastodóntico son demócratas neófitos y carecen de conciencia de pueblo. Ahora bien, ser demócratas todos los domingos hasta sumar el voto de toda la masa acomodadiza lo veo una burla propia, también, de neófitos en la soberanía popular.
Pero si es así como algunos piensan que se gana algo, pues, adelante, ¡viva la democracia de los domingos!
Es más, yo propongo echarle cojones al asunto y votar todos los días, porque un demócrata de verdad lo es siempre, desde que amanece hasta que se acuesta; ¡ésa es la auténtica democracia!
¡Catalanes, a votar... más!


Yvs Jacob

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