lunes, 11 de abril de 2011

Álvarez-Cascos se hace un lío con el Estado de derecho

Muy a pesar del apego que los viejos y los nuevos "populares" tienen a la carrera de Derecho, quienes han vivido y viven según esa disciplina, la "popular", olvidan con frecuencia en qué consiste precisamente el derecho -sin mayúscula- en un Estado de derecho; vamos, que se lían. Le ha sucedido recientemente a Álvarez-Cascos, aquel refranero que padeció España como vicepresidente, y allí hasta donde se extiende la red de corrupción en el Partido Popular, sucede a muchos otros individuos que amenazan la vida política.
Según la Constitución vigente, sólo el Rey, que es Jefe del Estado, cuenta con libertades excepcionales respecto del resto de los españoles, derechos de los que no hace uso, por fortuna, y no por una cuestión de criterio, que ya sabrían aconsejarle, sino porque tales poderes sólo se entenderían en una sociedad democráticamente madura, que no la española.
Pero existe entre los que han sido y son "populares" un equívoco, como es la extensión de las libertades fuera de los límites señalados para todos los españoles, y, así, quienes han pasado por el gobierno, esto es, quienes han recibido de los ciudadanos el poder para dirigir el Estado, manifiestan síntomas a no mucho tardar de una enfermedad curiosa, esa excepcionalidad que no les corresponde, se salen del Estado de derecho y abocan a los demás ciudadanos a la más temible arbitrariedad, como en el pasado.
Sé que se habla del Estado de derecho sin comprenderlo en realidad. Pondré un par de ejemplos pintiparados.
Si alguien tiene una casa de comidas a la que acuden unos lobos "populares" que alientan al propietario a desobedecer una ley, como la que prohíbe fumar, con el alegato de que "vive en un Estado de derecho", entonces la acepción es errónea, porque precisamente el Estado de derecho -la ley es igual para todos- obliga a respetar lo que dispone la voluntad popular mediante sus representantes -y sobre si una ley es justa o injusta, para eso ya está la filosofía, que no los taberneros.
Otro ejemplo. Si un juez llama a alguien a declarar y no se acude, póngase por caso, porque a uno no le sale de los cojones, entonces tendrá que afrontar las sanciones previstas por el Estado de derecho para todos y cualquiera de los ciudadanos. Pero puede ser que uno no acuda a declarar porque es un alcornoque o porque, además, se concibe excepcional tras haber ganado democráticamente una experiencia de gobierno -y piensa eso de "¡la ley ya no es para mí!"-, y de nuevo estamos donde empezamos, a saber, en la enfermedad "popular" que interpreta la sanción democrática como una barra libre de whisky con Coca-Cola en el puticlub.
Ya que los "populares" son tan defensores de la Constitución, habrá que pedirles que, por lo menos, la lean y conozcan, o será muy difícil que la izquierda moderada los tome en serio. Yo he buscado con afán en el texto sagrado el título donde se trataría de los demócratas excepcionales sin encontrarlo. Ruego me se ayude.
Por último, sólo encuentro una explicación para esta excepcionalidad "popular": el fasto que acompaña a las administraciones que gestiona el Partido Popular con el dinero de los contribuyentes, esa manera suya de vivir al margen pero con los recursos de los demás. Es lo que se conoce como "política de los cristales ahumados".


Yvs Jacob

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