lunes, 27 de julio de 2009

Cómo conseguir cualquier cosa por cojones

Supongo que quienes vivimos sin la añoranza de Dios perdemos algo más que el sabor místico de unas buenas hostias. Los cristianos son animales de fe, y buena o mala, hay en ese empeño una fuerza que los presenta como infatigables perseguidores: piadosos de difícil superación, odiosos en su descarada perseverancia. Tantas veces había desconfiado de las intenciones del Partido Popular hasta que el verano que están orquestando me ha abierto los ojos del espíritu: es su deseo trabajar la fe, convertirnos a todos en buenos cristianos.
Dos hechos expresan su sincera implicación con la religión cristiana: la confianza en que es imposible que alguien sobre quien recaen insalvables sospechas pueda ser juzgado por los delitos cometidos y el viaje de Miguel Ángel Moratinos a Gibraltar. Sobre Gibraltar debo decir, primero, que cuenta la historia de España con algunos accidentes monárquicos de los que nunca lograrán recuperarse los españoles, daños más allá de un pedazo de tierra, todo aquello por lo que son a menudo tan despreciables.
Cualquier ciudadano cuyo proceso de estupidización no se encuentre en una fase avanzada e irreversible sabe admitir que el asunto de Gibraltar es como el cerebro de doña Rita Barberá: lo que se quita se quita. Pero los mitólogos del Partido Popular acusan a esa sensata perspectiva de antipatriótica y derrotista, porque para ellos, aunque la cesión de la soberanía se recoja en un tratado firmado por las autoridades españolas de su tiempo, Gibraltar es ahora y siempre una parte de España. Conviene tener presente que el Partido Popular es, sobre todo, una actitud: el mundo por nuestros cojones. Una actitud semejante no sólo propicia la burla; también puede ocasionar mucho dolor. Pero es la actitud de los creyentes, de quienes no dudan de su fe, de quienes ignoran a qué tienen fe, aunque reconozcan que la fe no los abandona.
Una actitud no es una dirección, no es un sentido tampoco, sino lo que impide, precisamente, cualquier sentido. Un analista espontáneo de la política según el Partido Popular encuentra en ella un culto intolerable a la incoherencia, al disparate. Es obvio que la ciudadanía no espera mucho de los políticos porque los políticos no esperan mucho más de la ciudadanía. Al Partido Popular no le conviene que su vicio por el ridículo sea percibido como tal; pero es que la ciudadanía aborregada no sabría tampoco percibirlo. Así, pues, el Partido Popular se vale únicamente de su actitud, y la aplica a cualquier reclamación que se le presente con oportunidad: será lo que nosotros queramos por cojones. Es por ello el peor de los enemigos; su incoherencia infantil sólo permite asegurar que se opondrá a todo, incluso si no le perjudica, dominado siempre por su actitud.
Con sinceridad, en un Estado donde cualquier panderetero puede poner el ritmo que le sale de las pelotas en su feudo electoral, Gibraltar es un asunto menor. Yo incluso no me acordaba de ese mordisco hasta que volvió a mencionarlo la prensa...


Republicanos de España, ¡uníos!


Yvs Jacob

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