lunes, 27 de julio de 2009

¿Sindicalista retrógado y piquetero?

En el universo del cochinillo, Esperanza Aguirre es la Gran Cerda. Debe de ser triste que no pueda decirse nada meritorio de un mandato que ya duele hasta en los corazones. Por supuesto, ella se ha defendido en muchas ocasiones con el argumento de los kilómetros de metro y ferrocarril que se han extendido bajo su gobierno; con el número de hospitales, de colegios... Y para colmo de estupidez, compara todo ello con la obra de los gobiernos socialistas de Madrid desde los comienzos de la democracia. Cualquiera que no sea gilipollas sabe distinguir entre los logros de un gobierno y los que corresponden a una sociedad. La prolongación de las líneas de metro y las nuevas estaciones de tren son logros de una sociedad, y nada tienen que ver con el culo de doña Esperanza. Tampoco los hospitales, los institutos, los colegios... Todo ello se comprende en el conjunto de lo que debe ser hecho, lo que una sociedad necesita, lo que debe acometer un gobierno cualquiera porque es imprescindible para los ciudadanos, y no se trata de generosas concesiones electorales ni de prerrogativas de su Generosa Excelencia Democrática.
Debe de ser triste que a uno lo recuerden por su ineptitud, por su ignorancia y por su estupidez, por haber procurado más males que bienes a una sociedad imbécil que, ay, le sigue votando. Eso es sin duda lo más triste.
Yo perdí hace tiempo mi estima por la ciudadanía, por el pueblo, por nuestro pueblo, en el cual no veo más que pigmeos de la moral, contenedores de basura biológica y cultural, y ratas. Es imposible que pueda sentir simpatía por individuos que nada hacen por sí mismos ni por el conjunto de los hombres; es imposible que ellos y yo podamos formar un solo conjunto, una unidad, porque su sola existencia ya derriba aquello por lo que yo suspiro. Somos, sin más, votantes, electores, contribuyentes... Nada más. Nuestros tratamientos para la mierda son incompatibles.
Hoy, la Gran Cerda de la Comunidad de Madrid ha llamado al Presidente del Gobierno de España, Secretario General de un partido en cuyas siglas se lee 'socialista' y 'obrero', 'sindicalista retrógrado y piquetero'. Ha sido la expresión de un pasado que nunca termina de alejarse, y propia de quienes no merecen siquiera participar en el juego de la política.
Hay que recordar a doña Esperanza que la política nació para que ella, condesa consorte, pero privilegiada al fin y al cabo, feliz y satisfecha gracias a las rentas que le han procurado sus antepasados, no muera hoy a manos del herrero, del obrero, del sindicalista... Y para que el obrero, cuya miseria es antípoda de la suerte de la condesa, pudiera, al menos, vivir; vivir, igual que ella, en este asqueroso mundo. Pero no: doña Esperanza sigue pensando en la política como en el modo de soportar a quienes son despreciables por su pobreza, de la que quizá son culpables sus poderosos antepasados.
El pueblo de Madrid tiene que recuperar su dignidad; Esperanza Aguirre se merece un soplamocos, y debe propinárselo la ciudadanía de una puta vez.
¡Muerte al cochinillo!


Desesperanzados de Madrid, ¡uníos!


Yvs Jacob

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