sábado, 3 de noviembre de 2012

Tercera (y última) carta abierta a Amancio Ortega

Muy estimado Amancio, ¡pues no abro hoy el periódico y me encuentro con una noticia que dice que eres el tercer hombre más rico del mundo! ¿Y cómo lo has conseguido, macho? Y casi dan ganas de empezar la carta así: "Querido Amancio Ortega, como este año he sido un muchacho muy bueno, quiero que me traigas muchos regalos", pero por si acaso resuelves por la vía cómoda y prefieres darme el dinero, como hacen los padres cuando muere esa magnífica construcción mitológica según la cual la justicia es real y queda fuera del mundo de los hombres, ya te digo que lo gastaré en dos cosas, una bicicleta de carreras como las de antes, cuando tenían las palometas de los cambios en el cuadro, y un Scalextric, fíjate si soy sencillo, y si me sobra algo quizá me procure también Do Androids dream of electric Sheep?, de Philip K. Dick, porque creo haber prometido a Rosa Montero que lo iba a leer hace ya algún tiempo, y todavía no me he puesto con ello -como soy nihilista, soy también un poco nietzscheano, y para Nietzsche era muy importante cumplir las promesas. Pero te quería decir tantas cosas, Amancio. Yo ya sé que los Reyes Magos no existen y que tú has hecho tu fortuna no sólo en Oriente, sino en cualquier parte del mundo donde la mano de obra es barata -o como dicen los economistas literarios, no la mano de obra, sino "la vida, las condiciones de la vida"-, y un poquito también en España, claro, y si no creas aquí toda la riqueza que tu emporio podría darnos, por lo menos eres generoso y donas a la beneficencia cantidades nada despreciables -lo que no me queda claro es si puedo acudir a Cáritas y pedir que me repartan algo más que comida "de lo que ha dado Amancio", o si todo lo que donas se emplea en adquirir productos caducados o a punto de caducar.
Nunca te conté que mi traje... bueno, el tuyo, vamos, el traje de Zara, el que parece de lino, bueno, pues que el traje tuvo mucho éxito, aunque la camisa la compré en Benetton... Ya, ya sabía que dirías eso, pero, qué quieres, hombre, también allí trabajan dependientas y hay que repartir la riqueza, ya sé que soy un ser vil y mezquino. Por cierto, tampoco te conté que en una ocasión acudí a una entrevista con un departamento de recursos humanos de tu grupo, de Inditex. Fue una entrevista muy extraña, porque me inscribí como candidato en una oferta de esas cuyo perfil no existe en la realidad -ya sabes cómo son en los departamentos de recursos humanos-, y cuando la señorita me preguntó algo así como "¿y qué sabe hacer usted?", pues yo le contesté con la mayor honestidad algo así como "en realidad yo no sé hacer nada, lo que a mí me pasa es que soy intelectual?", ¿y quieres saber lo que me dijo tu empleada?, pues me dijo "¡ah, pero es que en Inditex no trabajamos con intelectuales!". ¡Jájaja, Amancio, "no trabajamos con intelectuales", es que todavía me parto! Y ahora, fíjate, el tercer hombre más rico del mundo y yo todavía sin poder comprarme una bicicleta ni un Scalextric. Pero he pensado que tal vez podíamos acordar algún reparto, si uno tiene mucho hasta el punto de tenerlo todo y otro tiene apenas nada, a lo mejor uno puede renunciar a algo sin que eso le perjudique y el otro puede salir de pobre, que está la cosa muy mal, Amancio. Pues aquí te dejo la solicitud, Amancio: si Inditex ha cambiado su política de contratación y necesitáis un intelectual en alguna oficina de Centroeuropa, se me avise, Amancio, se me avise, que me voy para allá. ¡Enhorabuena y... venga un abrazo!


Tocomocho para Basuragurú

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