jueves, 12 de abril de 2012

¿Por qué hay tanta policía quitándoles los porros a los chiquillos?

Quiero reconocer que tras la victoria del PP en las elecciones generales no todo lo que tiene que ver con el Cuerpo de Policía es negativo. Tal vez, mientras gobernaba la izquierda, no se advertía con claridad lo que expresó el ahora ministro del Interior en, quizá, las únicas palabras sensatas que haya pronunciado desde que fuese designado para el cargo, a saber, "la cara siniestra de la globalización". Tras estas palabras, Jorge Fernández Díaz ya pasó a ejercer de ultra, papel en el que parece haber encontrado mucha comodidad. Pero no se le puede quitar razón en su acierto: una vez más, España se había convertido en presa fácil, esto es, pobres y tontos, y muchos no comprendíamos cómo el Gobierno de Rodríguez Zapatero mostraba, al menos en apariencia, tanta debilidad, hasta el punto de interpretarse que el crimen en España era una actividad económica más, con su correspondiente suscripción en la Seguridad Social y protegida por el sistema público de pensiones y prestaciones. Yo lo he llamado en ocasiones "la izquierda guay", y se trata de la voluntad de educar a la sociedad con el espíritu de que la discreción hará triunfar las buenas maneras y costumbres. Pero, igual que se llama superstición al juego libre de la economía, no lo es menos ésta: que la sociedad sin presión, sin que se le recuerden constantemente la ley y su cumplimiento, es capaz de regirse y progresar a un grado mayor de la libertad. Es un error de la izquierda y debe quedar claro.
España es un país horrible donde uno no puede aparcar sin más su bicicleta, si no la blinda con mil candados, un país horrible donde un comerciante no puede cerrar su negocio con una sencilla puerta de cristal, como es obligado en Berlín, por ejemplo, un país horrible donde un taxista analfabeto hace sonar su claxon para increpar al peatón que plácidamente cruza un paso de cebra. Dan ganas de decir que somos un país de bárbaros y de hijos de puta, pero lo dejaré en un país de miserables obsesionados con la idea de que afrontan un problema de dinero. Un error de la derecha y de la izquierda.
Pero tras la victoria del PP ha ganado la Policía Nacional mucha presencia en Madrid, y no sólo para proteger lo que Esperanza Aguirre considera el salón de su casa, la Puerta del Sol, sino en general, se ve a la policía hacer su trabajo, tanto en la disuasión del crimen como en la inspección ante los indicios de criminalidad. No creo que esta actitud merezca ninguna crítica; si la ley existe, que se cumpla, y el Cuerpo de Policía, por fortuna, ni redacta ni sanciona la ley. Es verdad que la nueva visibilidad policial que tanto gusta al PP, y que podría interpretarse como garantía de que se respetan las libertades de los ciudadanos, está a punto de precipitar la visibilidad que garantiza el autoritarismo. Obviamente, el PP no puede renunciar a la tosquedad, que es su signo, y si alguna vez descubriese los matices, quién sabe si no terminaría refundado en un partido político de izquierdas. Se insiste en el PP en convertir todo en un delito, cuando donde hay que trabajar más y mejor es en la educación y en la política. Aunque todo el mundo sabe que en Occidente habrá antes una tercera guerra mundial que una revolución social, el PP quedó muy herido ante el triunfo de aquel espejismo, el 15-M, experimento contracultural de los pobres, a diferencia de la originaria contracultura nortenamericana, que Marvin Harris describía con humor, la revolución festiva de los hijos de los ejecutivos. Y existe además ese medio cuyos usuarios son potencial o efectivamente criminales, Internet, una extraña corriente de libertad, si acaso el entre-tenimiento no es otra cosa que enajenación. No obstante, si cualquier contacto a través de la Red puede convertirse en una asociación de malhechores está todavía por ver -ojalá que el poder judicial no tenga flojera al enfrentarse a este asunto.
Pero yo quería hablar sobre todo de la gran cantidad de agentes de policía, nacional y local, que andan los fines de semana quitándoles los porros a los adolescentes en Madrid. ¡Qué poca ambición, joder! Será que en Madrid policías y prostitutas hacen la ronda en las mismas calles, que se tiene una idea tan mediocre del delito. ¡Ya está bien de asustar a los niños, coño, que una cosa es la eficacia policial y otra bien diferente el paternalismo!
Paseaba yo hace unos días por el barrio de Malasaña sin decidirme a entrar en ninguna de esas tiendas de magdalenas pintadas a la japonesa, cuyo aspecto es, por otra parte, chicle-afrancesado, y me encontré de repente con dos motoristas de la policía local atareados en la inspección de las mochilas de unos adolescentes. Yo, claro, me puse curioso; y daban ganas de intervenir, porque tenían unas caras esos cuasi-lactantes atribulados que antes era más delito que se hubiesen saltado una clase en el insti, o a lo mejor no, que el hecho de que estuviesen fumando porros. ¡Qué transgresores, guau! Vamos a ver si nos ponemos serios y no asustamos a los chavales con tanta tontería... ¡Será por falta de auténticos delincuentes!


Yvs Jacob

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Oh, oh: qué país tan horrible es Espagna.

Yvs Jacob dijo...

Gracias por su comentario. Me alegra que esté de acuerdo. Un saludo.

Raventlow dijo...

Oye, un blog cojonudo. Tienes un punto de vista ácido y un poco cabrón, como dios manda. Un placer visitarte

Yvs Jacob dijo...

Gracias por el comentario. Me gusta esa definición que ofrece; tendremos que sacarle el mayor partido, antes de que opinar en Internet se convierta también en delito. Un saludo.