martes, 12 de octubre de 2010

La ciencia de la información según Luis María Anson

Una noche más, me senté frente al televisor para asistir al desfile de egos que es el programa literario de Fernando Sánchez Dragó. Y su artífice tuvo la ocasión de adorarse una vez más con el dinerito que le ingresa "la Espe" en nombre del liberalismo español, y mencionó, como ya es de rigor, que no necesita muchas líneas para discriminar la calidad de una obra literaria. ¡Qué prodigio liberal!
Más modesto anduvo Luis María Anson, invitado de Sánchez Dragó, que se toma la molestia de atacar cuando menos setenta páginas de una novela, según su propia afirmación. Es un gesto que le honra, debo admitirlo -paciencia es profesionalidad.
No creo que Luis María Anson merezca algo así como una biografía, pero ya la tiene. Imagino qué suerte de lectores la situarán en el mueblecito del salón y qué deliciosa hagiografía será la obra. El menor interés en ella, pero seguramente sea presentado el homenajeado como periodista puro, tal y como él mismo se identificó anoche, independiente, sin compromisos con ninguna formación política en particular, si bien ningún hombre, ni siquiera el periodista, puede huir del compromiso de las ideas. Es propio de las ideas que las tengas muchos hombres sin ser de ninguno, una manera de acercarse unos a otros. En este contexto teórico defendió Anson su concepto del periodismo como ciencia de la información. Pero no hay periodismo sin ideología, quizá porque no hay periódico que no forme parte de un grupo económico, y no hay grupo económico que no dé asco. La tan divertida ciencia de la información, en caso de existir, debe distinguir, pues, entre el atropello a una anciana y, por ejemplo, el debate de los Presupuestos del Estado. Muchos periodistas enfurecidos dirán que ambos casos se tratan con idéntico rigor, pero el lector de diarios sabe perfectamente que el rigor es lo de menos. Nada en la vida de los hombres queda al margen de la moral y de la política; por supuesto, ni siquiera los intereses de los hombres, y el cuento de la ciencia de la información apesta a tomadura de pelo. Cualquiera que curiosee las portadas de los diferentes diarios en España observará el modo como sus titulares construyen la realidad, esto es, el modo como sus directores se pasan la ciencia de la información por el mismísimo ano rebosante de mierda. Lo contrario de ciencia es, desde aquellos ingenuos griegos, opinión. Al margen de las noticias de atropellos de ancianas, los diarios están completamente devorados por la opinión. De manera personal, no tengo ninguna queja al respecto; la intoxicación de la información no es suficiente para abotargar a una mente esforzada en la resistencia. Me encuentro además bastante satisfecho con el modo de construcción de la realidad que ofrece el diario que mejor sabe titular, que no es otro que El País -su manipulación no es violenta-, si bien paso por alto sus sobredosis de buen rollo y los delirios de su izquierda guay. Lamentablemente, los diarios próximos a Luis María Anson -ABC, La Razón...- no sólo ofrecen una realidad insoportable, sino que el odio con que titulan y construyen el mundo es tan fuerte, tan lejano al modo democrático de mantener la paz social, que ni siquiera la excusa del liberalismo puede contenerlo entre la discrepancia y la diversidad de opiniones.
La independencia del periodismo es ya una leyenda, porque no hay periodismo sin militancia. Pero militar no es sólo afiliarse, sino dogmatizar desde las tribunas de la opinión, militancia en las ideas. Independiente no es sólo quien está libre, despegado del poder, sino quien no busca ningún poder para someter a otros.
Es así que Luis María Anson, como tantos otros, vive y proclama una ficción de la que nunca podrá salir, ni siquiera cuando el objeto de su ira sea el Partido Popular. No menos poderosa es la ficción compartida por tantos, entre los cuales se encuentra Anson, de que existe un "centro" en la política. "Centro" es como llaman algunos al espacio político que separa a la derecha de la ultraderecha. Ahora bien, tal centro no existe, y una portada tomada al azar de La Razón daría buena cuenta de que entre la derecha y la izquierda no hay absolutamente nada.
Por fortuna, y sin que los directores de diarios españoles pudieran haberlo sospechado, la independencia es posible hoy en Internet, un espacio insuperable por ser el único que publica inmediatamente, y sin ninguna censura -cultural, editorial, moral...- las ansias, la voluntad de poder de cualquiera, y es sabido que algo que puede hacer cualquiera es de interés para ninguno. ¡Eso es independencia!


Yvs Jacob

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