domingo, 25 de abril de 2010

Bye-bye, Miguel Ríos (y a ver si es verdad, coño)

Observo con temor y temblor la atención que en la Cadena Ser se concede a Miguel Ríos. A Miguel Ríos lo aprecian en realidad por ser un hombre de izquierdas, pero la simplicidad del periodista, siempre operando sobre la estrategia elementísima de la similitud, quiere hacernos creer que es, además, artista, y de los grandes. Para colmo, cuando el periodismo de izquierdas asimila el arte con la izquierda política, en seguida sale parido un intelectual -mal parido, vamos-, y el paciente observador de la realidad desmadrada por la propaganda se encuentra con agudos intelectuales en cuanto aparece una Aminetu o Dios sacude la tierra con su capricho. Así, Miguel Bosé, por ejemplo, tan pronto se arroja a una pista de aterrizaje como te anuncia un paquete de salchichas, pero es de izquierdas y le perdonamos -él mismo se esfuerza en ocasiones por "ir de intelectual", aunque no vaya más que de artista-recaudador en horas bajas de democrática vulgaridad.
He sospechado desde hace lustros que los españoles llevamos lo hortera agarrado a los huesos, y lo hortera, de tan agarrado, no se corrige arrojando un televisor por la ventana -habría que arrojar muchos más, y a muchos arrojadores también (me declaro favorable a las técnicas más agresivas de lavado). Lo que sucede con Miguel Ríos -hombre de izquierdas, crítico, intelectual...- no es diferente a lo que puede observarse con Pedro Almodóvar, por ejemplo, otro icono español al gusto de la prensa de izquierdas, aunque, menos mal, con algo de talento. A Almodóvar también lo ha transformado el periodismo en intelectual, y lo que antes se rechazaba por bárbaro en su obra -demasiado atrevido cuando éramos provincianos, y no modernos-, es ahora admirado por su valor en tanto que ruptura y descaro. No obstante, lo que hacía Pedro antes no era más que una mala imitación de otros falsificadores, que llamaban "arte" a su buena disposición para pasarlo bien.
He escuchado muy poco a Miguel Ríos -por suerte-, pero mis escasas experiencias, siempre accidentales, me han producido un profundo sonrojo -por cierto que su despiadada profanación de Beethoven se merece una querella de Oídos Limpios.
Por lo que he visto en Cadena Ser, lo hortera no cesa. Pereza, un nuevo par greñudos espantosos, continúan la vía española de la falsificación con su imitación de la imitación de quienes imitan a Bob Dylan, y tan pronto comiencen a hacerse mayores, el periodismo descubrirá para ellos el compromiso que los convertirá en intelectuales, aunque es seguro que ya deben de andar coqueteando con el buen rollo -llamo la atención sobre una divertida confesión del viejo Bob: "hago rimas por casualidad".
¡Ay!


Yvs Jacob

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