martes, 24 de enero de 2012

El misterio de la carne picada

Envié este problema doméstico y físico-matemático a los desafíos que en dicha materia abordaba el diario El País, pero al no recibir noticia alguna que probase el interés por el misterio, me decido a presentarlo aquí, quizá donde mejor se encuentra, pues si unos días hablo de la Espe, de Montoro y de Sorayita, ¡cómo no iba a entretenerme con la carne picada! Il va de soi!
Sé lo que muchos pensáis acerca de la carne picada y os digo que tenéis razón -y en todo. Pero no pretendo tratar ahora el asunto de la identidad de la carne picada (S = X), qué es la carne picada o, una vez picada, qué carne es, si lo es, si puede seguir siendo carne una vez picada, si antes o después de ser picada era carne apta para el consumo humano -aunque yo sospecho que en la era del atún Nexi todo se ha convertido en apto para el consumo humano, o que todo lo que consume el hombre no se diferencia en lo más mínimo de la carne picada, o que tras observar las programaciones de las radios y las televisiones no queda más que rendirse a la evidencia de que el hombre es el alimento preferido y único para el hombre. Pero yo quiero tratar aquí este asunto: por qué invariablemente todos los carniceros, incluso cuando cuentan con una máquina especial para picar la carne, son incapaces de componer un montón de carne picada que se ajuste a la petición exacta del cliente. Es decir: por qué la petición de 200 gr. de carne picada se convierte, tras haberla procesado el carnicero, en, póngase por caso, 314 gr. Y he comprobado que esto es siempre así, ¡es una puta ley de mercado! Porque yo comprendo que no se pueden pedir 250 gr. de filete de ternera, comprendo que no se suman pedacitos de chuletón a un chuletón hasta lograr un chuletón de 300 gr., y comprendo que no se puede pedir una pierna de cordero hasta 500 gr. de pierna, ni un bistec de exactamente 150 gr. Pero, coño, de la máquina que pica la carne sí se pueden tomar 100 gr., 200 gr. o 300 gr., joder, y hasta cantidades barrocas: 227 gr., 132 gr., 303 gr., ¡si es uno de los pocos casos en que el hombre sí puede dominar, someter a la máquina, y tomar de ella lo que necesita! ¡Que la carne ya está picada, coño! Además, no hay relación o trato con el carnicero que no comience con el conocidísimo "¿qué ponemos?". Pues 250 gr., cojones, y ni uno más, ¿o acaso el frutero te da cinco plátanos por cuatro?
Y, por supuesto, también he comprobado que cuando uno se queda mirando fijamente a la balanza el carnicero le dice eso no menos acojonante de: "espera, que te quito un poquito".
Pues ya esperamos vuestras soluciones, amigos.


Tocomocho para Basuragurú

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No te quejes, que mañana la carne será más cara. Congela los 50 g sobrantes de hoy que serán más baratos que los del día siguiente. Ah! y pide 200 g sólo. Ya sabes, psicología.
carlos

Tocomocho dijo...

Sí, aparte de psicología, también se recomienda llevar bien cerrada la lista de la compra. Pero no querría dejar mal al gremio que trabaja con hachuelas y cuchillos bien afilados: en una ocasión, un carnicero se sirvió de una espatulita para clavar los 250 gr., y ni uno más, en el plato de la balanza. Que digo yo que sería un profesional, ¿no? Un saludo.