miércoles, 16 de enero de 2013

El "caso del niño Güemes" y la "puerta giratoria" de los cojones

Este simulacro de liberalismo que la derecha española de toda la vida está utilizando para convencer a la sociedad de que mucho Estado coarta las plenas capacidades económicas de los ciudadanos con más talento ha encontrado en el periodismo una de esas expresiones afortunadamente desafortunadas al servicio de los interesados, porque lejos de funcionar como una denuncia, funciona mucho mejor como acto de comprensión, y ya se sabe lo mucho que se relaja la conciencia cuando comprende algo, que llega incluso a justificarlo. En cualquier tertulia radiofónica o televisiva que se precie, no faltan analistas que la empleen, y la expresión "puerta giratoria", con la que se describe en realidad un hecho en sí amoral, esto es, un hecho libre de valores absolutos, como son los éticos y estéticos, oculta por completo la obscenidad de nuestros días, el saqueo y reparto de lo público, algo en lo cual nunca podrán participar millones de ciudadanos españoles anónimos, mientras sus esforzados gestores se llenan las manos y los bolsillos en nombre de una falsa eficiencia. Este simulacro de liberalismo que lanza al ciudadano anónimo contra la pared y por el precipicio, que le propone su propia ruina como realización de la libertad al confiarse a la milagrosa solución del emprendedor, esto es, al riesgo personal como motor de la economía nacional, oculta de nuevo la comodidad y ausencia de riesgo en la que los gestores de lo público encuentran las vías de su propia realización, y así puede verse que quien ha sido ministro es más tarde consejero aquí y allí o directivo en tal o cual empresa alguna vez pública, en su mayoría, y se presenta ante el ciudadano a la manera de héroe y modelo de esfuerzo con recompensa, cuando no es más que un vulgar estafador o el beneficiario de una gran estafa. Este simulacro de liberalismo que se va comiendo todo lo público y que todavía exige de los humildes no tocar siquiera las migajas es obra de la vil derecha española de toda la vida, y cabe preguntarse cómo tantos millones de imbéciles han podido entregar su voto a un partido de zorros, de lobos y de buitres, un partido con más de 600.000 militantes que enchufa Carromeros y carroñeros por todas partes, y que les cuesta a los ciudadanos españoles tanto dolor, sufrimiento y desesperación, y sobre todo tanto dinero. Es en nombre de este simulacro de liberalismo que se cierran centros de salud y quirófanos, que se aleja a los hijos de los humildes de las universidades, que se encarece el precio de servicios mal prestados, que se mina la confianza de los ciudadanos en los profesionales de la sanidad y de la educación, de quienes se duda su filiación o su ideología, que se introduce incertidumbre en todos los ámbitos de la sociedad, al sentirse el ciudadano común por completo desvalido y sin ningún auxilio frente a tantas agresiones legales o institucionales. Por si la tomadura de pelo no fuese ya una magnífica, la expresión "puerta giratoria" normaliza la obscenidad y no alcanza a poner de manifiesto lo que realmente molesta a los ciudadanos: son los de siempre quienes se hacen con todo, los que dan bocados generosos a todos los pasteles; es siempre sobre los mismos que llueve la riqueza que una vez fue de todos. Este simulacro de liberalismo no es más que una estafa, sus acérrimos seguidores son todos unos impostores que jamás han hecho una apuesta arriesgada en su vida, que han ido de una flor a otra mientras le pedían al ciudadano el compromiso que ellos nunca han tenido porque ya nadaban en la indolente opulencia. Hay que acabar con el mito del brillante gestor de lo público al cual la empresa privada compra su inteligencia, no es más que una falsedad que acompaña a la gran estafa del saqueo, no es más que un complemento para buscar la mencionada justificación. Ninguna empresa persigue a estos gestores pésimos por su inteligencia, no hay absolutamente ninguna idea de ningún gestor de lo público de entre quienes han usado la "puerta giratoria" para entrar en la empresa privada de la cual se conozca una aplicación beneficiosa, algo así sería de verdad un milagro, porque el cerebro de las empresas que dominan en cualquier ámbito se encuentra en el cuarto oscuro donde no tiene lugar el político, ese adorno siempre sospechoso, y el cerebro del cuarto oscuro sabe perfectamente que el político incompetente, confundido por la comodidad de su anterior gestión, cuando contaba nada menos que con la capacidad de endeudamiento del Estado, hundiría la empresa, donde opera un concepto de gestión real. Que no se alimente más ese mito: quien tiene cuatro casas no puede decir a quien nada tiene que la vida es muy dura, y quien siempre ha vivido en un entorno favorecido no puede hablarle al ciudadano común de ningún esfuerzo social compartido.
El "niño Güemes" ha dimitido. El argumento principal de su renuncia no aborda el problema de la obscenidad, sino que pasa por encima de toda sospecha y reclama que la obra del consejero Güemes no resulte dañada por el modo como al ahora ciudadano privado Güemes le cae uno de esos premios que ya quisiéramos todos los demás. Yo escuché a Güemes anoche en Hora 25 y sentí idéntica repugnancia que cuando escuchaba a su antigua jefa atribuirse la construcción de hospitales y líneas de metro. Ya está bien, coño, ya está bien. Los hospitales, como todo lo público, no los hace ningún partido político, son la obra de una sociedad que se endeuda, que se sobreendeuda y que paga por ello, y ningún "niño Güemes" gestiona la riqueza pública mejor que cualquier otro individuo, no hay en ello ninguna exhibición de talento, ninguna capacidad sobresaliente, sólo hay mucho dinero para gastar. El talento y la destreza los muestran los ciudadanos anónimos, los trabajadores y los autónomos que sacan adelante su vida con escasos recursos, ellos son los héroes de nuestra sociedad, y no los gestores de lo público de las buenas familias españolas de siempre. Por si el circo montado por el caso del "niño Güemes" no fuese ya de sesión continua, aparece Esperanza Aguirre, protagonista del extraño caso de la gestora mediocre de lo público que enfrenta a unos ciudadanos con otros y que tras recuperar su puesto como funcionaria con la intención de herir a la institución que representaba, la presidencia de una Comunidad Autónoma, recibe la oferta de una empresa privada para un puesto de florero. En realidad, a nadie le ha interesado el caso de la diva de provincias, pero como el caso del "niño Güemes" ha armado tanto revuelo, la diva, que chupa mucha cámara, se ha puesto a gritar desesperada eso de "a mí, a mí, los focos a mí", y unos focos que se le han puesto, y así nos hemos enterado de que presidirá un consejo "tipo Bankia", se me ingrese tanto por firmar unos papeles el jueves. Y lo llaman inteligencia...


Yvs Jacob

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