jueves, 6 de enero de 2011

Leire Pajín debería dimitín

Fue san José María Aznar quien demostró a los españoles en democracia que ministro podía serlo cualquiera, al menos aquí -y "la Espe", en cultura, ¡con dos cojones!-, si bien el mismo san José María está convencido de que por sus venas corre la sangre de Don Pelayo, y esto no es sólo un grave problema mental, sino, además, un impedimento para quienes quieran acceder al gobierno, ¡un requisito metafísico!, pero hablaré de todo ello en otra ocasión.
¡Qué trabajo me están dando los ministros de Rodríguez Zapatero en Navidad!
"La titular de Sanidad", como elegantemente se escribe en los medios, ha tenido la ocasión de meter la pata hasta la ingle. La cosa no tendría importancia si todavía fuese Secretaria de Organización del PSOE, como cuando dijo aquel vergonzoso disparate de la "conjunción planetaria", y que provocó en mi caso una reacción alérgica a la literatura -después de tal hipérbole, el verbo mismo me daba tanto asco... Pero Leire Pajín recibió tras el descalabro de "la señorita Trini" lo que una periodista de la Cadena Ser calificó como "patada hacia arriba", al parecer, por la aspereza en el trato con el actual ministro de Fomento, el otrora simpatiquísimo Pepiño. Y tan arriba ha subido ya Pajín que se ha chocado con algo que había por ahí. No creo que pueda decirse por sus palabras que "animara a denunciar a quienes incumplan la ley", pero es obvio que no tuvo recursos dialécticos a lo Rubalcaba, y a la altura del desafío periodístico. Tanto por fumar donde está prohibido como por tantas otras faltas y delitos, todos los ciudadanos pueden denunciarse y ser denunciados, no obstante, es un despropósito que una autoridad del Estado se atreva a mencionar esa posibilidad sin ningún tacto. Escuché a Josep Ramoneda opinar acerca de lo innoble de la denuncia, pero encuentro el enfoque inadecuado -¡ay, ay, ay! Uno denuncia cuando algo no está permitido y le molesta, y eso queda al margen de la nobleza -se denuncia para combatir un mal y para hacer posible la convivencia dentro de la mínima igualdad. Lo innoble es, en efecto, que las autoridades estimulen un exceso de responsabilidad en los ciudadanos, hasta el punto de abandonarlos a su suerte -que se partan la cara. Pérez Rubalcaba hubiese dicho más o menos que el Estado cuenta con los medios necesarios para que la ley se cumpla, lo que se espera de toda ley y del poder ejecutivo, pero nunca hubiese despertado en los ciudadanos el apetito de heroicidad estalinista.
Lo más grave del desacierto de Leire Pajín es sin duda que la ministra carece del espíritu exigible para un cargo como el que ocupa -a ver si lo aprendemos de una vez. Este buen rollo de los ministros treintañeros, que piensan ser aptos para todos los cargos porque en BUP ya los eligieron como delegados de curso, es un gesto más del infantilismo político español. Si Pajín hubiese tenido algo de cultura histórico-política, si supiese de dónde venimos, habría caído en la cuenta, antes de precipitarse con una respuesta entusiasta, de que las denuncias entre ciudadanos son propias de los regímenes dictatoriales y autoritarios -se denuncian los chinos, los cubanos, como también los rusos décadas atrás... Y hay que decirle al provocador alcalde de Valladolid que no sólo debían temer los comunistas en la Alemania hitleriana; también en la España franquista podía cambiar la suerte de uno si el portero de su edificio se levantaba con los huevos hinchados...
En fin, lo de siempre. En Suecia, un ministro bocazas hubiese dimitido; aquí, se les da otra oportunidad -por si alguien pensaba que la España católica no es lo bastante tolerante.


Yvs Jacob

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