Quienes hemos curioseado de cuando en cuando los textos sagrados de la llamada ciencia política -y no escaso número de sus profanaciones- jamás habíamos encontrado en ellos expresiones tales que independencia clásica o mayoría excepcional, ni siquiera leyendo todas y cada una de las páginas, y ni en la novela parece que se hayan empleado, género tan generoso que ha dado a la civilización un Tolstoi, pero también un Juan Manuel de Prada. Pero parece claro que independencia clásica y mayoría excepcional, conceptos políticos no son. El hasta ayer mesías del pueblo catalán y hoy hombre a secas, Artur Mas, se valió sin embargo de ellos con alguna intención por el momento desconocida, porque toda acción política lleva una carga o contenido y tiende a un fin, y si tal fin no se realiza, sino todo lo contrario, o la acción estaba mal calculada o era el fin demasiado escurridizo. Yo creo que hay un poco de todo, que Artur Mas se ha revelado como un político mediocre y que entre los catalanes el vínculo sin necesidad que había querido unir la crisis económica con la estructura del Estado en España no ha alcanzado la profundidad de esa herida que otros se empeñan en abrir y hurgar. Mucho se había dicho meses atrás acerca del auge del soberanismo en Catalunya siempre que gobierna el PP; no obstante, hay otras manifestación de acción-reacción que cabe analizar. Por ejemplo, el PSC compite con CiU por el voto nacionalista pero pierde votantes, quizá porque el problema de la identidad no tenía para muchos de ellos tanta importancia. Por ejemplo, CiU compite con ERC por el voto soberanista y pierde, quizá porque el problema de la identidad sí tiene para los votantes de ERC la importancia no útil que Artur Mas buscaba con su expresión mayoría excepcional. Yo he investigado en profundidad acerca de este alarde de creatividad, que junto con independencia clásica ha supuesto la contribución de Artur Mas a la fraseología del fracaso electoral, y lo más parecido que he podido encontrar hasta el momento es una simetría invertida, la minoría excepcional que Ernst Jünger estudia en su obra El trabajador. Dice Jünger que todo régimen autoritario, cuando busca alguna legitimación en las urnas, sea cual sea la consulta, se cuida de que no todos los votos sean positivos, favorables, y presenta los contrarios, siempre en un porcentaje testimonial, como la posibilidad abierta de la crítica, del disentimiento, porque el disidente, ignorado, combatido, anulado por el régimen autoritario, si no se pasa por las armas, permite ganar al sistema la legitimidad que no tiene al decir que sólo unos pocos se oponen, que el gobierno no se ejerce de manera despótica ni la ley es arbitraria, que la voluntad del pueblo gobierna y que existe la libertad. Eso es una minoría excepcional. Pero una mayoría excepcional es la solicitud de un préstamo, pedir todos aquellos votos que en unas circunstancias no se obtendrían, pero que en otras bien distintas y de urgencia necesitan ser pervertidos y trasvasados. Es cierto que una mayoría excepcional semejante dejaría todavía lugar para una minoría excepcional, pero ya se había visto que esta minoría era despreciada por CiU, que sólo quería encontrar catalanes allí donde pusiese la mirada; y se ha encontrado a muchos catalanes, sí, pero de izquierdas, y por qué no decirlo, también con un buen montón de españoles. Artur Mas elevó su candidatura a la Liga de los hombres extraordinarios, quería pasar a la historia como un libertador, pero se ha quedado sin más en perdedor patético -la Liga, obviamente, ha desestimado su petición... Ecce homo!
A mí ahora me preocupa sobremanera qué va a suceder cuando la iniciativa por la independencia vuelve a recaer sobre ERC, la matriz en este negocio, no sé si hay que llevar otra vez el oro a Moscú o está previsto en los acuerdos con la OTAN qué hacer en caso de que el río Ebro tenga que llenarse otra vez de cadáveres. Tengo que decirte, Artur Mas, que hoy tiemblo más que ayer.
Yvs Jacob
lunes, 26 de noviembre de 2012
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