sábado, 24 de noviembre de 2012

Inexplicable capote del grupo PRISA a Artur Mas en el caso del informe fantasma

Las elecciones en Catalunya no sólo han conocido la campaña más polémica de su historia, sino también quizá la más extraña. Para empezar, los catalanes acuden a las urnas no para elegir a quienes han de institucionalizar la solución de sus problemas y dar satisfacción a sus necesidades políticas, sino para aclarar ante el resto de los españoles que los catalanes son catalanes, o lo que es igual, que pertenece al pueblo catalán todo aquel que no quiere ser español, y con mayor precisión, que catalán en sentido propio será todo aquel que dé su voto a CiU. Se trata de unas elecciones muy extrañas además porque son muchos los partidos políticos que aspiran a entrar en la Cámara regional, y hay entre ellos toda suerte de combinaciones pseudoideológicas perversas: muy de derechas y soberanistas, de izquierdas e independentistas, imperturbable derecha española, izquierda moderada federalista, socialdemocracia hastiada por la socialdemocracia española e improductiva, izquierda ecologista seducida por el canto de otras sirenas y hasta un movimiento popular que ha pasado de negar las instituciones políticas a buscar en ellas algún sustento. Por si no estaba ya todo bastante revuelto, el diario El Mundo, publicación para los adictos al periodismo-ficción, a falta de mejores novelistas, ha puesto en marcha una de esas torticeras estrategias de la derecha en España consistentes en favorecer todo aquello que se busca perjudicar. Hay que decir que si algún catalán no tiene todavía hoy claro a quién votará mañana, y si no lo sabía hace una semana ni hace dos ni hace un mes, entonces, o bien el independentismo no es una causa tan común y desesperada como los medios de comunicación han dado a entender, o bien los catalanes son más tontos de lo que el espectáculo por la autodeterminación ha permitido entrever. Cuando abundan las pseudoideologías, lo más sensato es votar a ninguna, a nada, cero. Todavía en el cierre de su campaña ha insistido Artur Mas en la repugnancia intelectual que resulta de reclamar la libertad para el pueblo de Catalunya, pero cuidado, que libres sólo son quienes dicen a su partido, porque los demás, ya se sabe, no respetan la voluntad de los clarividentes. Por si acaso CiU no tenía todo ya de su lado, el informe fantasma con que El Mundo creía hundir a su líder ha producido un efecto contrario, y si acaso no flotaba y hasta volaba el mesías Artur Mas, la Cadena Ser y El País se han dedicado en los dos últimos días de campaña a combatir a quienes daban credibilidad a dicho informe, y al tiempo que retrataban al Gobierno, cuyo patetismo no podía producir más lástima, exoneraban al salvador del pueblo catalán con la misma alegría con la que antes se lo castigaba, sin pruebas, y así se apreciaba en los titulares para las versiones en la Red el alivio que para muchos era no encontrarlo culpable ni aludido, una defensa que ha debido dejar helados a los oyentes y lectores de ambos medios al no comprender semejante cálculo: desmontar la travesura de El Mundo en la apuesta del todo por el todo aunque cueste otra mayoría holgada para mayor gloria de Artur Mas. ¿Pero acaso vale ahora tanto una honorabilidad con toda la porquería que sale a la luz cada día en España? Y ¿tanto jaleo en nombre de la crisis, tanta batalla contra los recortes, tanto denunciar que CiU es la vanguardia en la estafa de la austeridad y se le entrega en el remate de la campaña la ofrenda de reforzar una mayoría que ya tenía ganada? Yo no doy crédito. ¿De quién habrá sido la brillante idea de dar esta ejemplar lección de periodismo apolítico?


Yvs Jacob

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