Yo tengo claro que si la situación que vive ahora Chipre la estuviese sufriendo Luxemburgo me alegraría si a los luxemburgueses les dan por el culo. Y también a los de Andorra, y a los de Gibraltar... Algún hispanista francés se ha atrevido a preguntar cómo es posible que exista Portugal, cómo pudo ser que existiesen en el pasado dos grandes reinos -¡dos grandes reinos!, ¡qué tiempos!, ¡la historia... qué cosas hace!- en una península sin que el más fuerte -¡el más fuerte!- de ellos engullese al otro. Creo que otra pregunta acertadísima es cómo han llegado a existir esas mierdecillas -Luxemburgo, Gibraltar, Andorra...-, y no es menor mi interés a propósito del tipo de club llamado UE, cuando en una sesión de las que reúnen a jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros, la decisión o el voto de quien representa a 500.000 ciudadanos europeos, pongamos por caso, el primer ministro de Luxemburgo, tiene en ocasiones más peso o el mismo, que ya hace daño, que la decisión o el voto de quien representa a 40 millones de brutos, pongamos por caso, el primer ministro de turno español. Yo ando muy inquieto estos días con el asunto de Chipre, y me he precipitado ante el televisor en cada informativo para ver cómo son los chipriotas, cuál es su aspecto, porque dudaba si serían turquiformes o grecoformes, allí donde exista alguna diferencia entre los cejijuntos, de hecho, pensaba que eran más parecidos a los británicos, raza altamente colonizadora, peligrosísima, pero las imágenes que he podido ver los asemejaba al tipo meditarráneo, lo que en alguna novelita de George Eliot se diría individuos "con el sospechoso aspecto del Sur" -aprovecho para manifestar mi descontento al decir un carterista rumano de los que viven del metro de Madrid que al parecerse mucho a los españoles se camuflan muy bien entre nuestra población (¡me niego, me niego y me niego a que esto sea cierto! Ya lo decía Roland Barthes, mucho cuidado con las analogías, ¡mucho cuidado con las analogías!).
Pero el asunto que hoy me preocupa es qué posición debo adoptar como persona sensible ante los hechos históricos, y uno en particular, que el Estado de Chipre entre en bancarrota. La verdad es que me la trae bastante floja y les deseo lo peor. Me he preguntado estos días qué coño le pasa a todo el mundo con Alemania, Austria o Finlandia, por qué se empeñan los medios de comunicación en que percibamos a Angela Merkel como una delegada cuasi papal del dios Mercado, como si las decisiones o el modo como se gobiernan los Estados independientes no hubieran sido libres antes, cuando el desastre se iba incubando a conciencia. Antes que a Angela Merkel, los españoles tendríamos que pasar por la quilla a las Esperanzas, a los Camps, a las Barberás, incluso a unos cuantos socialistas ingenuos, pero, en general, a todos los zumbados de los campos de golf, de las infinitas circunvalaciones con hospital, a los ideólogos de los aeropuertos sin aviones, de los parques temáticos, de las promociones del concepto grotesco del ocio, en definitiva, a los imbéciles de la obsesión privatizadora y de la grandilocuencia mercantilista que han cometido el error más grande que cabe en política, la falta de previsión, o mejor, la desatención a las consecuencias. A todos esos habría que ajusticiarlos, y ajusticiarlos sin piedad. Ahora bien, lejos de detener el desastre a tiempo, que pudimos hacerlo, hemos continuado votando a los incompetentes, que no han dudado en absoluto en interpretar el mensaje de las mayorías absolutas: ¡olé mi chocho! Ignoro por completo cómo se ha gestado la bancarrota de Chipre, pero si un paraíso fiscal con poco menos de un millón de habitantes se ha gobernado mal y ahora se ve en una situación de rescate financiero, es de todo punto imposible que yo pueda exonerar a los chipriotas de su responsabilidad y que no piense de ellos que han sido unos imbéciles, del mismo modo que como español no puedo -ni se me ocurre- culpar a Angela Merkel si la Comunidad de Madrid deja sin empleo a 800 trabajadores de Metro. Es que hemos estado votando graciosamente a unos individuos que lo han destrozado todo, que se lo han cargado todo, unos individuos que además desprecian a los muertos de hambre que gobiernan, y de los cuales sólo han querido el miserable voto. Es imposible que Alemania tenga alguna culpa en la cuestión chipriota, no se puede culpar a ningún Estado de la UE por no ceder en las pretensiones de los demás, sobre todo cuando se piden préstamos para vivir de un modo que la capacidad productiva del país que lo solicita no puede soportar. Hay que empezar a asumir responsabilidades de carácter más local; Europa no funciona mal ahora, Europa siempre ha sido así: "pase y no moleste", eso es Europa. Y el caso español no es en mucho diferente: nos habíamos creído que bastaba con el sol, pero estaba todo podrido. He escuchado las predicciones de algunos creadores de opinión para el caso de que en España se diera un "corralito" y aquí ofrezco la mía: no se trataría de un estallido social, sería una fisión nuclear -¡yo ya he empezado a hacer series disciplinadas de abdominales y flexiones!
Tocomocho, para Basuragurú
jueves, 21 de marzo de 2013
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