¡Por el Dios de los cristianos, qué santa paciencia tenemos los demócratas españoles!
Fue con la familia Aznar que nos enteramos de que la polución es de derechas -por si alguien dudada de que la política no es todas las cosas-, dejamos de pensar que tanta contaminación atmosférica era un despropósito para convencernos de que no afecta en absoluto a nuestras vidas, y quién sabe si este problema "afectará siquiera a nuestros nietos" -¡aplausos! Más o menos, eso dijo Josemari.
Cuidar del planeta es una patraña con la que esos tristes antaño rojos quieren ganar unos miserables votos, pero lo que se lleva es la mierda, la suciedad, y todo tipo de excesos, ya sean estéticos, urbanísticos, acústicos o gaseosos, se corresponden mejor con el modo de vida que el Partido Popular quiere para todos nosotros, y que se expresa en este principio de insuperable racionalismo emocional: aquí todo va bien, a menos que intervengan los socialistas, que estropean aquello que tocan. Así, con este feroz entusiasmo de los guardianes del poder, hemos dado al Partido Popular la mayoría absoluta en el Ayuntamiento, en la Comunidad de Madrid, y a punto estamos de abandonar todo el juguetito en sus manos, como no espabilemos de aquí al 20-N y se consume el suicidio colectivo que avanzan las encuestas.
Como nunca pasa nada -la gente protesta por ocio y por vicio-, hemos permitido que aquí y allí saque la cabeza un incompetente, porque en el Partido Popular no hay quien comprenda para qué sirven las elecciones democráticas ni qué se supone que debe hacer un gestor público salido de las urnas. Es así como Ana Botella ha llegado a ponerse al frente de asuntos que ni puede dirigir ni le interesan, pero que le permiten acudir a la ópera entre las autoridades, porque en estos asuntos propios de la representatividad, como en tantos otros, los políticos del Partido Popular son muy decimonónicos, y todo su empeño consiste en ir y hacerse ver con la suntuosidad del cargo allí donde quienes los ven sólo piensan que son unos pobres diablos.
¡Qué estupidez alejarse y negar la realidad!
La ciudad está llena de mierda y huele a mierda, los españoles somos unos cerdos incorregibles y circulamos por cualquier calle como si estuviésemos en la autovía. Entiendo que esto no es culpa de Ana Botella, sino, una vez más, un problema cultural de una raza mediocre abandonada a su suerte por falta de moral. Sí es culpable Ana Botella de las consecuencias, en tanto que se empeña en negar la realidad. Cualquiera que divise Madrid desde un edificio alto a las afueras aprecia sin la menor manipulación ideológica que vamos a morir envenenados por culpa de unos cretinos que están al mando.
Esto no puede continuar así. Los españoles deben despertar de una vez de la anestesia suministrada por el ideario de Interlobotomía, una victoria con mayoría absoluta del Partido Popular hará que sea irrespirable mucho más que el aire...
Yvs Jacob
jueves, 6 de octubre de 2011
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