Francisco Granados es un político, por llamarlo de alguna manera, de los que abundan en el Partido Popular. Nunca supimos los madrileños a qué se dedicaba, no obstante tener un cargo -consejero de Presidencia, Justicia e Interior-, pero siempre se lo veía meter la cabeza allí donde unos reporteros gráficos abrían el plano y cogían a grupos amplios de esa jet set ociosa y entregada al fasto que en Madrid da en llamarse Gobierno de la Comunidad.
Como el Gobierno de la Comunidad se esfuerza en culpar de todos los males al Gobierno central, habremos de pensar que también el éxito en Madrid, en la medida en que se conozca, pertenece a ese gobierno de todos. Si tal relación es posible, muchos nos preguntamos para qué sirven los gobiernos regionales cuando gestionan los recursos de un modo que perjudica a quienes hemos dado nuestro voto al partido que gobierna el Reino de España. La conclusión que sacamos es que sólo sirven para bloquear y hacer el boicot al gobierno de todos los españoles, al menos cuando en la región gobierna el Partido Popular, lo que nos devuelve a la casilla de salida: ¿para qué coño queremos entonces dos gobiernos -y hasta tres, contando los ayuntamientos? Se me ocurre que, a excepción de Euskadi y Catalunya, que como bien decía Guy Hermet son dos Estados por necesidad, el resto de las regiones españolas habrían de gestionarse por funcionarios simplemente, una figura que cambiase con el signo del partido en el gobierno de la nación; estoy dispuesto a aceptar esa regla y sus consecuencias. Mientras esto no suceda, mientras el Estado de las Autonomías continúe devorando el Estado democrático -no encuentro otro modo de presentar el problema, pero es bastante absurdo no disfrutar de las medidas del Gobierno central, elegido en democracia, por la oposición de otro gobierno regional, también, aunque nefasto, democrático-, mientras el sistema se oponga al sistema, continuarán proliferando los Francisco Granados y las Ana Botella, aventureros y figurantes que juegan a la política, que es de hecho algo mucho más serio y no apto para impostores.
Francisco Granados se marcha y sucederá con él lo mismo que con tantos aventureros: nadie se acordará de ellos jamás, no habrán dejado nada por lo que la ciudadanía deba recordarlos, y ello a pesar de haber metido la cabeza en todas las fotos y buena mano a los canapés. La culpa no es sólo de ellos, sino también de los cargos que la vida pública ha creado y que los aventureros y figurantes han colonizado con su ocio y con sus ínfulas de la predilección, como si los votantes no fuesen otra cosa que gente... No dejarán huella porque nunca fueron necesarios.
¡Qué penita, Francisco Granados...!
Yvs Jacob
viernes, 17 de junio de 2011
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